La minuciosidad y la enorme profusión de datos estudiados en Doñana permiten disponer una radiografía de enorme precisión sobre cómo la fauna y la flora han evolucionado a lo largo del tiempo y con ello las huellas que en el ecosistema ha dejado el denominado cambio climático.

No es de extrañar que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) eligiera la Estación Biológica de Doñana (EBD) para impartir un curso internacional bajo el epígrafe Consecuencias ecológicas del cambio climático: integrando aproximaciones de investigación. Al curso, que se terminó el pasado viernes después de 10 días de trabajo, reunió a 15 alumnos becados procedentes de Estados Unidos, Polonia, Bélgica, Italia, México o Finlandia, entre otros países, que además han superado una criba en la que participaron medio centenar de aspirantes.

La elección de Doñana como escenario para este tipo de eventos tiene su razón de ser en el hecho de que se trata de uno de los espacios naturales en España que puede presumir de reunir un hábitat único y especialmente sensible a los cambios de temperatura. Ambos factores se delatan en las migraciones de aves procedentes de toda Europa, que eligen este espacio para escapar de las bajas temperaturas de los países del noreste de nuestro Continente.

El investigador de la EBD Arndt Hampe recuerda que el objetivo troncal se ha cumplido con creces al poder "ofrecer una visión general" amplia y certera del cambio climático al objeto de llevar a cabo un estudio desde el análisis integrado de "diversas disciplinas biológicas concretas".

Para este fin se buscó una constelación de expertos de reconocido prestigio en disciplinas tan dispares como Paleoecología, Ecofisiología o Genética de poblaciones. Gracias a ello en Doñana desembarcaron eruditos de la talla de Kathy Willis, procedente de la Universidad de Oxford; el canadiense Gary Bortolotti, de la universidad de Toronto; los franceses George Hoffman, del Laboratorio de Ciencia de Clima y Medio Ambiente en Gif sur Yvette y Yan Ropert-Coudert, de la Universidad de Estrasburgo; Clive Finlayson, del Gibraltar Museum; y Francisco Pulido, de la Universidad Complutense de Madrid. Por parte del CSIC intervinieron en este foro Josep Peñuelas, del Centro de Estudios Avanzados de Blanes; Fernando Valladares, del Centro de Ciencias Medioambientales; Miguel Ferrer y Arndt Hampe, ambos de la Estación Biológica de Doñana. También estuvo Miguel Araujo, del Museo Nacional de Ciencias Naturales.

El co-organizador y vicedirector de la Estación Biológica de Doñana, Juan José Negro, explicó que ha sido un curso de posgrado impartido en inglés, cuyo objetivo ha sido transmitir los conocimientos atesorados por los mejores científicos en los distintos campos para que los biólogos de nuevo cuño reciban una información de primera mano. Todo ello desde un escenario que permite calibrar "la evolución de la flora y la fauna. La materia de océanos se ha abordado de forma muy tibia; ésta será nuestra asignatura pendiente para otros cursos".

Negro mantiene que los procesos matemáticos que pronosticaban el cambio se están desarrollando a un mayor ritmo del previsto y delatan procesos de mayor aridez, el aumento de la temperatura y menores índices pluviométricos que se contrastan con un aumento de las abruptas tormentas. El experto compara Doñana como una "enorme fuente de información" debido, en gran medida, a los profusos registros de las especies y el seguimiento que se les ha venido realizando en el último medio siglo.

Recalcó que el hecho de que la red de Infraestructura Científica y Tecnológica Singular (ICTS), que ya se encuentra operativa, haya permitido el despliegue de centenares de sensores en este espacio. Ello brinda la posibilidad de comprobar in situ el funcionamiento de la red en tiempo real de forma que los científicos disponen de una herramienta para poder realizar un seguimiento pormenorizado de distintos parámetros ambientales; desde la calidad hidrológica, el censo de las aves y del resto de la fauna.