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El Calabacino, una aldea de Alájar donde se practica el neorruralismo

  • Las habitantes de este rincón natural en la Sierra onubense han impedido de mutuo acuerdo el tránsito de vehículos · Carecen de electricidad aunque el Ayuntamiento estudia ahora llevar el tendido de luz

Pocas veces se puede poner el entorno de la Sierra onubense como ejemplo de un territorio que se sitúa a la cabeza de nuevas tendencias. Sin embargo, el estado en el que aún se conserva la naturaleza en esta área, le ha hecho merecedora de ser uno de los primeros lugares en España en encabezar el movimiento del neorruralismo, un fenómeno de migración que desde hace décadas viene produciéndose desde las áreas urbanas a zonas rurales. Se inició en la década de los años 60 en Europa Occidental y Norteamérica al abrigo, en un principio, de los movimientos contraculturales y del famoso Mayo del 68.

El municipio de Alájar fue testigo directo de este movimiento, y vio cómo sus tres aldeas recibían la visita de personas procedentes de otros lugares de España, e incluso de otros países diferentes al nuestro, que llegaban para quedarse.

Esta emigración no tiene causas económicas sino la búsqueda de entornos libres, tranquilos, menos contaminados y con una cierta calidad paisajística. En España, fue en la década de los 80 cuando se inició este retorno rural, con la clara convicción de que la vida en el campo es mejor que en las ciudades.

Las personas que ejercen esta emigración son de muy variado tipo, aunque destacan gente joven, con hijos, que provienen de áreas urbanas y desean vivir en el campo, o bien personas con profesiones y modelos de vida que les permiten y les aconsejan vivir en un entorno rural, en contacto con la naturaleza.

El alcalde de Alájar, Salvador Navarro, comenta que desde hace décadas que aldeas prácticamente abandonadas, como El Collado, o abandonadas del todo, como era el caso del Calabacino, vienen siendo repobladas por estas personas algunas de las cuáles vienen incluso del continente americano. El caso más excepcional lo constituye El Calabacino, una aldea "de origen rural, y de las más antiguas de la comarca", comenta el alcalde serrano, quien asegura que en los siglos anteriores alcanzó una relevancia importante en la zona, de manera que en el siglo XIX llegó a tener una población que superaba los 600 habitantes. "Lo que ocurre es que cuando la gente del campo empezó a desplazarse a la ciudad, esta aldea se fue despoblando, hasta quedarse completamente vacía", explica.

Durante décadas, este lugar se mantuvo abandonado por la población serrana, hasta que a finales de los años 70 comenzaron a llegar los nuevos pobladores. Se trataba de "gente bohemia, artesanos y artistas", como los describe Salvador Navarro. En esos primeros momentos, el entendimiento entre estos nuevos vecinos y los habituales habitantes del municipio no resultó fácil. "Pero ahora están muy integrados la mayoría de ellos, incluso hay grupos de teatro y de música, que el propio Ayuntamiento contrata en determinados momentos del año, aunque no podemos decir lo mismo de todos. Ha llegado últimamente alguna gente que no son artesanos, ni tienen un oficio al que dedicarse, y se dedican a otros menesteres. A ellos, comunicarse con los vecinos tradicionales de Alájar, les importa menos".

La llegada de los primeros habitantes foráneos a El Calabacino se hizo en forma de ocupaciones. No en vano, dentro del movimiento la aldea es como uno de los primeros casos de España en la repoblación de aldeas rurales abandonadas. Se trata de una vertiente menos conocida por este tipo de prácticas, y viene importada de otros países europeos. Las ocupaciones rurales se hacen generalmente en terrenos estatales, porque los resortes de la administración pública son más lentos y pueden pasar años antes de que se tomen medidas, e incluso puede solventarse el problema con una concesión del pueblo a sus ocupantes, siempre que exista un compromiso de rehabilitación de las viviendas en unas condiciones de respeto por la estética tradicional. Casos de este tipo se han dado, por ejemplo, en varios pueblos de Huesca.

Sin embargo, en el caso de El Calabacino, se ocuparon viviendas que tenían sus dueños, aunque bien es cierto que algunas de ellas se encontraban en verdadero estado de ruinas. Con el tiempo, esas casas se han ido adquiriendo por parte de sus ocupantes, que actualmente son propietarios en su inmensa mayoría. En los últimos veinte años, esta aldea ha sufrido una auténtica transformación, puesto que se han recuperado viviendas que estaban a punto de desaparecer, y en otros casos, se han construido algunas nuevas.

Hoy en día, la población censada en El Calabacino alcanza los 230 habitantes, y sus condiciones de vida intentan avanzar, aunque dentro de unos límites. Por ejemplo, según cuenta el alcalde, actualmente no hay energía eléctrica en la aldea, un proyecto que el Ayuntamiento pretende abordar en breve. Igualmente, se han acometido trabajos destinados al saneamiento y el abastecimiento de agua. Sin embargo, el acceso a la aldea sigue siendo a pie, por decisión de sus propios habitantes, que prefieren que no haya vehículos circulando por las calles.

Estas circunstancias hacen que este caso pueda encuadrarse en lo que actualmente se conoce como "ecoaldea", que tiene sus inicios en una filosofía común entre todos los habitantes de este tipo de lugares, en los que no falta la idea de la sostenibilidad de los recursos, la ecología, la relación con la tierra y el entorno social y la máxima autosuficiencia posible.

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