Díaz Olivares, ex alcalde de Moguer

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SIEMPRE estuve muy relacionado con el pueblo de Moguer porque, aunque no había nacido allí, sí eran de allí todos mis familiares por parte materna: mi madre era moguereña, mis abuelos y mis bisabuelos... Y desde pequeño asistía con mi familia a la romería y a las veladas de la Virgen de Montemayor. Ya desde esa etapa forjé allí un buen abanico de amistades que hoy afortunadamente perdura. Y siendo yo muy joven todavía, pero con mi carrera terminada, y dedicándome a la profesión libre, colaboré en muchas ocasiones con el Ayuntamiento de Moguer. Y creo que en las segundas elecciones municipales de la democracia fue cuando en el pueblo de Juan Ramón Jiménez ganó el Partido Socialista Obrero Español, cuyo candidato era el que luego iba a ser ya para toda la vida mi gran amigo Paco Díaz, Francisco Díaz Olivares.

Al llegar a la Alcaldía se rodeó de un magnífico equipo de personas para trabajar por Moguer y con el que me identifiqué plenamente, pues tanto en el aspecto de política agrícola y de política cultural y urbanística, que fueron los campos en los que más me involucré, coincidí en todos los criterios con ellos, Manolín Cartes, Mercedes Pinzón... Manolo Batista, a quienes les tengo que dedicar algún día algunas palabras.

Pero hoy estamos dedicados al bueno de Paco, que llega a la Alcaldía y decide seguir contando con mis servicios. Desde muy pronto, en nuestras charlas, demostraba interés por todo lo que yo hacía: hablábamos de instrumentos topográficos, de taquímetros, de teodolitos, brújulas, nonius, pantómetras... Y es que él había estudiado Ingeniería de Minas, además de Magisterio, y había ejercido de maestro en Moguer. Enseguida congeniamos, forjamos otra gran amistad que también perdura en el tiempo. Pero no era sólo de técnica de lo que hablaba conmigo; nuestras conversaciones iban más allá: hablábamos de Juan Ramón Jiménez y de su peculiar personalidad, de Cristóbal Colón y de sus orígenes, de Xandro Valerio y su Parrala, de Curro Garfias y su exquisita escritura, de Eulalia Ruiz, una adelantada a su tiempo, y de mucho más. Tanto es así que me animó a escribir en la Revista Literaria Montemayor, que alcanzó unos magníficos niveles en aquella época.

Paco Díaz fue un gran alcalde, persona entrañable, culta y muy querida en el pueblo por todos. Sin ir más lejos, no hace mucho fui con unos amigos al Castillo de Santo Domingo y allí ví tanta gente que pensé que se estaba celebrando una boda o algún festín, y ya me contaron que le estaban dando un homenaje sus antiguos alumnos del colegio, que todas eran personas ya de más de cincuenta años, es decir que habían sido sus alumnos hacía ya más de 30 o 35 años. Lo dicho: Paco Díaz Olivares, persona muy querida por donde haya ido pasando.

He conocido y he tratado a muchos alcaldes durante toda mi vida, y de la gran mayoría de ellos tengo magníficos recuerdos: Juan Antonio Millán Jaldón. de Cartaya. a quien el pueblo le debe mucho; Paco Zamudio, de Isla Cristina, para mi entender el mejor alcalde de toda la historia de Isla, a pesar de ir siempre contra corriente por militar en un partido sin respaldo; Pilar Pulgar y Carmelo Romero, de Palos de la Frontera, que siempre han tenido la suerte de poder potenciar su pueblo porque la economía siempre les ha sonreído; Antonio Cuaresma y J. Antonio Muñiz, de Aroche, por su amor a ese precioso rincón serrano; Julián Gamón y Manolo Burgos, de Moguer, que siempre ejercieron de moguereños de pro; Ángel Segador, J. Manuel Orta, Pepe Martín y David Toscano, de Aljaraque, con quienes trabajé siempre muy a gusto; Américo Santos, de Valverde del Camino, que era un hombre bueno, bueno de verdad; y, naturalmente, todos los de la historia de Punta Umbría con los que he trabajado codo con codo a plena satisfacción, muchos más... Pero como con Paco Díaz Olivares, ninguno.

Entre nosotros surgió una amistad que permanece en el tiempo y que siempre que nos vemos se nos nota a los dos la gran alegría que nos produce el encuentro. En algunas ocasiones nos reunimos junto a otros amigos a comer en alguna de las bodegas que aún quedan en Moguer. Por cierto, querido amigo Paco, ya va siendo hora de organizar otra, y que no se pierdan las buenas costumbres. Dale un toque al bueno de Batis y que nos convoque.

Uno de los trabajos más bonitos que realicé con él fue conjuntamente con el Ayuntamiento de Palos para poner en claro de una vez por todas el deslinde de los términos municipales de ambos municipios en la playa de Mazagón, porque se daba la circunstancia de que en los planos de Moguer figuraba una línea límite diferente a la que figuraba en los planos de Palos de la Frontera, y otra línea límite diferente en los planos de Catastro, dándose la curiosidad de que un edificio de Mazagón estaba dividido entre los dos términos y una vivienda podía tener el salón de su casa en Moguer y el dormitorio o cocina en Palos de la Frontera y otros vecinos estaban pagando contribución en un municipio cuando en realidad estaban en otro. Con ayuda de las actas de deslinde de finales del siglo XIX y de una exhaustiva investigación, aquello lo pusimos en claro. Paco dejó de ser alcalde y Pilar Pulgar también, y aquello creo que se quedó tal como estaba.

Paco ocupó después otros puestos de responsabilidad, ya que fue nombrado delegado provincial de Obras Públicas, labor que desempeñó con notable éxito en su gestión. Posteriormente fue nombrado presidente de la empresa Gestión Integral del Agua de Huelva (Giahsa) en sus mejores momentos, pero yo me quedo con su labor como alcalde de Moguer, en la que consiguió grandes logros para su pueblo y potenció a nuestro poeta universal como nunca antes se había hecho, por lo que ahora, al pasar el tiempo, ha sido distinguido y le han concedido el Perejil de Plata, que es el máximo galardón que concede la Fundación Juan Ramón Jiménez a personas merecedoras por su trabajo en pro de la cultura juanramoniana.

Este homenaje y otros muchos son pruebas evidentes del cariño que le tiene todo el pueblo de Moguer como reconocimiento a su dedicación, a su entrega y a su bondad.

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