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El sueño de Platón muere en Doñana

  • Numerosos expertos han situado la ciudad onírica en una treintena de lugares, entre ellos las marismas de Hinojos

Dicen que es un sueño. Un mito que dejó Platón para la posteridad en el año 360 antes de Cristo. Sin embargo, algo tendrá la Atlántida para que las mentes más preclaras en diferentes campos científicos hayan consagrado parte de sus carreras profesionales a reconstruir el puzzle y desentrañar la incógnita: la X oculta en el mapa del planeta tierra que determine el lugar exacto en el que las aguas pudieron haber sepultado la civilización más avanzada de la época.

Con mayor o menor rigor, a lo largo de la historia diversos expertos han situado la ciudad onírica en una treintena de puntos geográficos; el último de ellos en las marismas de Hinojos, en Doñana. Un escenario en el que parecían converger todas y cada una de las escasas descripciones que dejó plasmadas para la posteridad el discípulo de Sócrates. La ambigüedad geográfica ha contribuido a alimentar el mito de una ciudad que situó Platón entre los pilares de Hércules, es decir, entre los dos márgenes que conforman el Estrecho de Gibraltar. La hipótesis más socorrida fue que la isla se encontraba en el Mar Mediterráneo, si bien ya en 1670 José Pellicer desplazó el foco varios miles de kilómetros al oeste, hasta apuntar al mar Atlántico, en las fronteras de esas mismas torres divisadas desde Grecia. Una hipótesis en la que también trabajaron los españoles Francisco Fernández y Juan Fernández en 1919.

Curiosamente, quien con más fuerza apostó por la teoría de que las Costa de la Luz pudiera albergar la ciudad platoniana fue Rainer Kühne, a raíz de los estudios desarrollados por el equipo de científicos de la Universidad de Wuppertal,en 2004. El científico alemán tuvo los arrestos de jugarse su prestigio siendo más preciso y situando el Santo Grial de los arqueólogos en las marismas de Doñana, donde se sabe a ciencia cierta que la zona se vio sacudida por un tsunami entre 800 y 500 a.C, lo que podría haber sumergido o dejado enterrada la ciudad. A la hora de atar el último cabo suelto, Kühe hace suyas las conjeturas de su compañero Werner Wickboldt, que defendía que los griegos confundieron el vocablo egipcio costa y lo tradujeron como isla, error que fue heredado a través de los tiempos.

El científico alemán sustentaba su tesis en unas fotografías tomadas desde satélite donde se apreciaban dos estructuras rectangulares que parecían ensamblarse en varios anillos concéntricos que circundaban la que podría ser la ciudad. Descripción que sobre el papel recreaba punto por punto la famosa isla Platoniana de 825 metros de diámetro, estructurada en anillos concéntricos que alternaban la tierra y el agua, amén de poseer un canal de entrada y salida al mar. En este sentido, defendía que la fisonomía permitía barruntar lo que podría haber sido un "templo de plata" en honor a Poseidón, el dios del Mar, y otro templo de oro a mayor ínfulas de Poseidón y Cleito, descripciones que aparecen en los diálogos de Timeo y el Critias.

A raíz de aquellos estudios, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) comenzó a realizar las primeras catas arqueológicas en las Marismas de Hinojos. Al frente del equipo el Filólogo Juan José Villaría, el Arqueólogo Sebastián Celestino, el Historiador Ángel León, y el Doctor en Geología de la Universidad de Huelva Antonio Rodríguez.

Este último explica que nunca existió demasiada fe en hallar nada importante, si bien "nos movía el interés de verificar la hipótesis de que la ciudad pudiera dormitar en las entrañas de la Reserva de la Biosfera. "Una revista de reputado prestigio como Antiquity daba cobertura a las tesis de Kühne y nosotros queríamos averiguar si aquello era cierto", sentencia el profesor de la UHU. Entre los cuatro formaron un grupo de trabajo y "a pesar de las dificultades" de financiación comenzaron a realizarse las primeras catas, lo que despertó el interés internacional del profesor americano Richard Freund y, a posteriori, National Geographic, lo que ejerció aun más de altavoz internacional.

El equipo del CSIC se desplegó a lo largo de la zona del Pacil del Mal Tiempo y Cardales, a lo largo del ángulo sur que se forma por la confluencia del río Guadiamar con la denominada Madre. Aprovechando la época estival, cuando más baja se encuentra la capa freática en la zona marismeña o, lo que es lo mismo, la primera capa de agua subterránea que se encuentra al realizar una perforación, se practicaron catas superficiales; además se realizaron sondeos de hasta veinte metros, pruebas de geotecnia para conocer las estructuras sumergidas a determinada profundidad, análisis de los sedimentos de polen, macro fauna, mineralógicos, geomorfológicos, arqueológicos y demás pruebas para discernir si existía alguna actividad antrópica que revelara la existencia de vestigios de un asentamiento humano.

Los resultados fueron descorazonadores; las pruebas certificaron que la forma de la marisma tiene un trasfondo geomorfológico; o lo que es lo mismo: la naturaleza construyó su fisonomía. Por consiguiente, "las estructuras que se observan en la superficie de la marisma captadas por el satélite corresponden a fenómenos muy recientes, de la Edad Media. Es cierto que han aparecido restos muy antiguos (fechados desde el Neolítico a la Edad del Cobre, pasando por la Época Romana y, finalmente, la medieval), pero "nada que podamos asociar a evidencias de una civilización" 9.000 años antes de la época del legislador ateniense Solón, sentencia el profesor de la UHU.

Con todos estos elementos de juicio, el geólogo mantiene que "no existe una base científica que indique que Doñana pudo haber albergado la Atlántida. En el mejor de los casos y dando credibilidad a la historia de Platón, sus ruinas podrían hallarse en cualquier punto del Mediterráneo", concluye el docente.

La ciudad continúa hundida en las aguas mitológicas hasta que un nuevo emplazamiento, estudios o tesis reabran el debate de si la Atlántida fue real o fruto de la imaginación de uno de los mejores filósofos de todos los tiempos. Entre tanto, lo que parece claro es que, para bien o para mal, el sueño de Platón muere en Doñana.

¿Fue la civilización tartésica la fuente de inspiración de la que se sirvió Platón para dar vida a la Atlántida e ilustrar su corriente filosófica de cómo la ira de los dioses se desató contra una civilización que se había vuelto miserable? Es posible, pero para enredar la ecuación los expertos no se ponen de acuerdo en si Tartessos existió realmente y fue heredera de la Tharsis bíblica. Existen pruebas documentales que indican que dicha civilización disponía de un lenguaje escrito propio, lo que alimenta la hipótesis de que fue algo más que un mito. El investigador norteamericano Richard Freund apunta en esta dirección y el lugar donde se encontraban las minas del Rey Salomón.

Antonio Rodríguez, explica que la vinculación con Tartesos también naufraga porque "ni los propios especialistas se ponen de acuerdo a la hora de discernir si fue una gran ciudad, una cultura o un nombre que los fenicios dieron a un pueblo mediocre y primitivo que había allí. Si no existe consenso con algo que ha ocurrido hace dos mil años antes de Cristo, imagina llegar a hacer lo propio con una ciudad de hace diez mil años a.C", sentencia.

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