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El espigón bajo sospecha

  • El debate entre el PP y el Puerto sobre la incidencia del dique Juan Carlos I en la erosión del litoral se reduce a un tema económico Las partes se aferran a estudios que avalan sus posturas

La vinculación o no del dique Juan Carlos I a la erosión que padece la playa de Matalascañas (en concreto) y el litoral onubense (en general) se ha convertido en un asunto recurrente. Cada vez que hay temporal, antes de Semana Santa y con la llegada de la época estival, el debate sobre la incidencia del espigón en la costa es abordado como si de un asunto preceptivo se tratase.

Los acontecimientos de los últimos días han reducido el asunto a términos económicos: el PP onubense exige a la Autoridad Portuaria, en cuya zona de servicio se ubica la estructura, que colabore económicamente en el futuro arreglo de las playas junto a la Dirección General de Costas. Pero el Puerto, que parecía esperar el embate de un momento a otro, deja claro que el dique no tiene incidencia en la pérdida de arena que registra la playa de Matalascañas, por lo que aportará cero euros.

Para reforzar la vinculación del espigón a la pérdida de arena de las playas, el PP se aferra a varios estudios de Alfonso Aramburu, quien afirma haber analizado la dinámica de la costa durante 45 años. El arquitecto considera que el dique "ha roto totalmente la dinámica del litoral" porque toda la arena que iba camino de Matalascañas -desde el Guadiana hacia el Guadalquivir- se queda interrumpida en el espigón.

Según indica, la arena de Matalascañas "se va a las dunas móviles del Parque Nacional de Doñana" y, aunque ésta tendría que reponerse con la que llega desde el Guadiana, finalmente "se queda en los diques alzados por el camino": los dos de Isla Cristina, el de Punta Umbría y el dique Juan Carlos I.

Este problema, a su juicio, tiene una solución factible: construir un pequeño dique al comienzo del Parque Nacional para que no siga pasando más arena de Matalascañas hacia las dunas móviles, que no necesitan tal aportación y que "se cumulan unas encima de otras".

El Puerto, por su parte, también recurre a "distintos estudios técnicos y científicos" efectuados sobre esta materia que avalan su teoría. Documentos que, según el Puerto, consideran que el problema radica en la erosión geológica que desde hace años sufre esta zona del litoral, incluso antes de la construcción del espigón. Una situación que "se ha podido ver agravada por la presión de las edificaciones situadas en el núcleo costero".

El doctor en Geología Antonio Rodríguez Ramírez, profesor titular de la Universidad de Huelva perteneciente al departamento de Geodinámica y Paleontología de la Facultad de Ciencias Experimentales, realizó hace cinco años un estudio por encargo del Ayuntamiento de Almonte sobre este asunto. El experto, que señala que el dique Juan Carlos I "no es responsable directo de la erosión que sufre la playa de Matalascañas" porque esa regresión se produce por causas naturales desde hace miles de años, tal y como lo atestigua la Torre de la Higuera, explica en su estudio que la estructura impide el tránsito de sedimentos hacia las playas del Asperillo y Matalascañas, lo que provoca que la regeneración tras los temporales de invierno sea más deficiente, algo en lo que "también influyen las presas de las principales vías fluviales", que reducen el aporte de sedimentos a la costa.

Aun así, precisa que el análisis de los parámetros geomorfológicos y oceanográficos deja patente que el tramo costero en el que se ubica Matalascañas presenta "una tendencia natural a la retrogradación al margen de los condicionantes antrópicos posteriores (espigones)". Un fenómeno que, a su juicio, es perceptible "a partir de datos geológicos e históricos".

La protección de la costa ante la erosión marina puede ser abordada, según plantea Rodríguez, a través de distintas metodologías, aunque precisa que la más habitual es la de aportar arena directamente sobre la zona supramareal, tal y como se ha hecho en numerosas zonas del litoral andaluz. Sin embargo, apunta también la posibilidad de evitar la resaca mediante formas de drenaje, todas ellas "costosas y complejas". Esta solución, según precisa, ha sido empleada con éxito de forma experimental en algunas calas del litoral catalán, aunque es "inviable" en áreas muy extensas. También existe, según explica, la opción de construir espigones en peine, sumada a una regeneración (en este caso la misión de los espigones no sería la captación de arena, sino dificultar la erosión y el tránsito hacia levante de la arena aportada artificialmente).

Del análisis geomorfológico de la playa de Matalascañas, el experto deduce que la zona que ha padecido menos erosión es aquella en la que ubicaron en 1979 los espigones en peine, que "han contribuido a la estabilización moderada de las playas en el sector, aunque con temporales invernales coincidentes con rangos mareales elevados los procesos erosivos han seguido afectando al acantilado, especialmente en los extremos, donde los espigones son menos efectivos".

Sobre la solución aportada por Aramburu de alzar un dique al inicio del Parque Natural, el experto considera que esta provocaría una erosión muy importante en Doñana: la arena que circula hacia levante fortalece las dunas embrionarias de la costa, protegiendola de los temporales.

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