Provincia

El palomar más grande de Europa se derrumba

  • La construcción está catalogada como Lugar de Interés Etnológico, lo que no impide que lleve años abandonada · Un grupo de vecinos trata de impedir que se caiga

"¡PELIGRO, RUINA!, se avisa mediante varios carteles bien visibles colocados en las paredes exteriores del edificio. La chatarra, la basura y la maquinaria abandonada y oxidada se esparcen por todos los rincones del recinto, cuyos muros exteriores han quedado casi eclipsados a ojos del visitante por las naves de una moderna empresa agrícola dedicada al cultivo de cítricos.

Se trata del conjunto arquitectónico del siglo XVIII conocido como la Huerta Noble, ubicado en la Entidad Local Autónoma de La Redondela (Isla Cristina). Pese a lo anterior, el conjunto se anuncia como lugar de interés en varias señales de las carreteras circundantes, y hasta figura, incluso, en algunas guías y circuitos turísticos como uno de los monumentos susceptibles de ser visitados en la zona. Todo un atrevimiento tanto por parte de quienes lo usan como reclamo turístico, como para aquellos que pese a su lamentable estado osan acercarse a visitarlo, quedando perplejos.

Pese a todo, nadie pone en duda el valor histórico de esta antigua hacienda rural andaluza del barroco civil onubense. La mejor prueba de ello es su inscripción en 2004 en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Lugar de Interés Etnológico. Figura de protección que no ha impedido el deterioro y abandono, así como el grave estado de ruina que presenta actualmente uno de los ejemplos arquitectónicos de una tipología de explotación agrícola muy escasa en la provincia de Huelva.

Otro de los motivos que llevaron a la adopción de esta medida de protección fue controlar las obras que pudieran afectar a su conservación, pues la finca siempre ha sido privada. En este sentido, ni los propietarios ni las autoridades competentes se han preocupado en serio de su conservación. Ante esta situación, un grupo de ciudadanos "defensores del patrimonio de La Redondela" ha constituido recientemente una plataforma "de denuncia y defensa", según una de sus promotoras, Beatriz Manga Hernández, "encaminada a lograr la recuperación y puesta en valor de este singular conjunto monumental que, de ninguna manera, debe seguir deteriorándose por más tiempo". Y es que el conjunto de la Huerta Noble (hacia 1746 conocido como Nueva Hacienda de Jesús, María y José), es una construcción de finales del siglo XVIII que constituye un complejo agrario en el que se combinaban el cultivo de la tierra (huerta y olivar), con la explotación ganadera, concretamente de palomas. Es por ello por lo que cuenta con un singular columbario que llegó a albergar en su día más de 36.000 de estas aves.

Dicho palomar, por su singularidad y por constituir una verdadera joya arquitectónica del barroco civil onubense, es el principal atractivo del conjunto, siendo el mayor de Europa de su estilo y el segundo por sus dimensiones, con un total de 32.000 nidos hechos con jarras de alfarero empotradas en la pared.

Así, el conjunto, ubicado en el kilómetro 1 de la carretera que une La Redondela y Pozo del Camino, estaba integrado por las instalaciones necesarias para la transformación de los productos agrícolas y ganaderos, muchas de las cuales han llegado hasta nuestros días, aunque en avanzado estado de deterioro. A los aspectos agroindustriales habría que añadir los residenciales y devocionales, conformados por la casa principal de recreo, (en total estado de ruina), y un pequeño oratorio o capilla (cuya techumbre se derrumbó hace pocos años). También han llegado hasta nuestros días, igualmente en pésimo estado, una pequeña casa de labor, el antiguo molino de aceite, una alberca con una noria, y como pieza excepcional, su famoso palomar.

Los edificios que forman parte de este curioso conjunto agrario-industrial se caracterizan por una arquitectura bien definida y compleja, encaminada a racionalizar los espacios productivos y constructivos para buscar la máxima rentabilidad económica.

A lo anterior habría que añadir una clara componente social, al ser un excelente ejemplo de la forma de vida de la burguesía agraria del siglo XVIII. Y es que la tendencia de trasladar al campo el refinamiento y los lujos de la ciudad hicieron que en este tipo de espacios rurales convivieran construcciones populares de uso agrícola con casas señoriales dotadas de todas las comodidades.

Actualmente también persiste de sus primitivas instalaciones una cerca perimetral, de dimensiones rectangulares y dos de sus ángulos achaflanados. En ella había 14 azulejos de gran valor realizados en Holanda en la segunda mitad del siglo XVIII y en los que se representan las estaciones de un Víacrucis. Para evitar su pérdida fueron extraídos y están siendo objeto de restauración por parte de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Cinco de ellos ya están restaurados y se encuentran en el Museo Arqueológico Provincial de Huelva. Se trata de un magnífico ejemplo de azulejería holandesa realizada por el taller de pintores de cerámica más representativo de la segunda mitad del siglo XVIII. Además, según los expertos, se trata del más completo conjunto de azulejos de este tipo que hay en España.

A sus indudables valores sociales y arquitectónicos habría que añadir los simbólicos ya que el conjunto supone uno de los referentes identitarios de la memoria colectiva de la localidad en la que se enclava. No se puede pasar por alto en este sentido que es uno de los tres edificios que conforman el patrimonio monumental de La Redondela, junto con la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Doce Apóstoles y la sala Mudéjar del ayuntamiento.

Además, el conjunto trae a la memoria colectiva recuerdos de otras épocas en las que dio trabajo a muchos vecinos en sus campos de olivos, mientras sus palomas entraban y salían en bandadas del columbario. Era además, un lugar de encuentro y charla, donde se sentía el olor de su entorno natural marismeño y de sus tierras labradas, y el sonido del agua de la noria y del revoloteo de las miles de palomas que habitaban el palomar.

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