Surcos nuevos

Jaime De Vicente Núñez

Día de muertos

DOS de noviembre: festividad de los Fieles Difuntos. Según la religión cristiana, los mortales, que por algo son llamados así, cumplido el obligado tránsito, alcanzan un estado de inmortalidad que puede ser definitivamente satisfactorio, si los méritos del finado lo justificaran; o en el polo opuesto, se les presentaría un panorama literalmente infernal, como castigo a su maldad, si fuera el caso. Bien es verdad que esta última opción podría atemperarse -nos decían- pues la misericordia divina, prevaleciendo sobre su justicia, posibilitaría que el averno estuviera deshabitado.

En cualquier caso, para nuestros fallecidos esperamos siempre la primera de las hipótesis y a ella debe referirse la expresión "pasar a mejor vida".

Estas creencias son compartidas por las gentes de dos países de sólida tradición cristiana como son México y España. Pero los modos de expresarlas difieren radicalmente. Nuestro 2 de noviembre, como la precedente Fiesta de Todos los Santos, se encuentra impregnado del sentimiento de pérdida, a la que el tiempo otoñal presta su fondo de nostalgia, adquiriendo las ausencias carácter de definitivas e irremediables. El consuelo derivado del hecho de que nosotros también alcanzaremos un día la vida eterna, produciéndose el reencuentro, es solo relativo, quizá porque los cimientos de nuestra fe no son tan sólidos como parecen.

México, que vive y sufre cada día la tragedia en su frontera norte, parece, sin embargo, haber encontrado una explicación coherente en lo que se refiere a las fronteras con el más allá, que no son para los mexicanos tan infranqueables como las vemos desde aquí. Efectivamente, el "tu familia no te olvida" de las lápidas es correspondido con el hecho de que ellos, los muertos, tampoco nos olvidan, hasta el punto de que anualmente, por estas fechas, vuelven para visitarnos. ¿Debemos recibirles con lágrimas, lamentaciones y luto, o demostrando alegría por su retorno, agasajándoles con lo que más puede agradarles, rescatando los momentos felices de su pasado terrenal?

Los mexicanos tienen clara la respuesta. Y cada año, durante el Otoño Cultural Iberoamericano, llega a la Casa Colón una singular muestra de su Celebración del Día de Muertos, en esta ocasión, desde San Luis Potosí. Así, los onubenses pueden admirar esta singularísima tradición que ha merecido el título de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Y de paso, reflexionar sobre otras formas de relación con unos difuntos que, de alguna manera, siguen entre nosotros.

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