Confabulario
Manuel Gregorio González
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SEPTIEMBRE amaneció azul. Y la blancura inmaculada de su resplandor lució sobre Ella como una corona. Huelva postrada ante su altar era una salve presente de amor a su patrona. Y la Cinta, Madre y Señora nuestra, es todo un poema desgranado con aromas de Conquero, brisas de marismas y fuego candente de los corazones choqueros.
Cada principio de septiembre, cuando los cultos de la novena a la Virgen ya han tomado esa aureola celestial de una devoción secular, toda la ciudad se prepara para el gran día. Ya se acerca la hora en que los onubenses la pasearán por las calles de Huelva y luego, en un éxtasis arrebatador de una intensa devoción, la llevarán sobre sus hombros hasta el Santuario.
Éste ha sido un año especial. La imagen de la Virgen Chiquita bajó a la ciudad por dos veces, en fechas de inenarrables recuerdos, la primera, y en la tradición secular, la segunda.
Éste ha sido el año de la canonización de su santidad, el recordado pontífice Juan Pablo II. El Papa que se arrodilló ante Ella en un altar de flores en la Avenida de Andalucía. El Papa que se hizo rociero en la marisma almonteña. El Papa que coronó a la Virgen de los Milagros, Santa María de La Rábida, el Papa que subió a los altares y dejó su profunda huella de amor a Huelva. Y esa ocasión de oro para nuestra historia religiosa, Ella estuvo presente en la presencia y alegría del pueblo.
La Hermandad de la Cinta es, sin duda, la columna fuerte que une a todos los onubenses en el espíritu del amor mariano. Una señal de identidad que nos convoca a todos bajo su nombre y devoción, cuando la Virgen visita la ciudad y se entrega a ella.
En esta ocasión, la imagen de nuestra Patrona en la parroquia de la Concepción va a abrir un año único para los recuerdos y celebraciones de esta casa de Dios, que cumple el próximo 2015 sus quinientos años de existencia. Una conmemoración imborrable como no hace mucho también lo celebraba el templo de Santa María de Gracia, de las Madres Agustinas.
Ser cintero, como ser rociero, como ser cofrade, es algo de peso para el sentimiento onubense y andaluz. No comprendemos la vida sin el amor a María Santísima. No queremos la vida si Ella no está con nosotros, presente en todos nuestros afanes, alegrías y penas.
El cielo de septiembre es siempre más bello porque una cinta de devoción y espiritualidad lo une a nosotros.
Con Ella, las dificultades se vencen. Con Ella, las tristezas son menos. Con Ella, el dolor se hace leve en el sacrificio y la ofrenda. Con Ella, Huelva sueña en esa nube celeste que en el Conquero tiene su cielo para todos nosotros.
Llega el día de la Virgen. Todo es amor por Ella. Y Huelva, como un altar permanente de devoción, ya reza al son de los campanilleros que la acompañan.
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