combates por el patrimonio

félix Sancha Soria

Un pregón en Puebla de Guzmán es una cosa muy seria

En Puebla las tradiciones se respetan, se piensa que deben mantenerse contra los embates de falsa modernidad Más de 600 personas asisten a la alocución de Pepe Suárez

Entrar en Puebla de Guzmán por algunas de sus calles es un placer tan elevado que impulsa al caminante a conocer en profundidad la idiosincrasia de sus gentes y costumbres. La frontera con Portugal está cercana y marca con fuego a los puebleños, los cuales han demostrado, a lo largo de la historia, ser gente curtida que le ha sabido sacar rendimiento a un espacio deprimido y periférico. Las casas blancas forjadas por manos de albañiles conforman un conjunto de formas de construir excepcionales y simbolizan una manera de vivir apegada al campo.

Como si fuéramos la caballería en un día de romería, enfilamos la calle Serpa de la que surgen historias y leyendas; contando sus piedras accedimos a ese punto neurálgico que se encuentra en cada pueblo andevaleño, la Iglesia; lejos quedó ya aquel castillo que la envolvía y que fue la atalaya del territorio, no obstante, algunos restos todavía nos hablan de su grandeza y de sus deseos de perpetuarse.

La parroquia construida en el siglo XVI está bajo la advocación de la Santa Cruz y es el lugar donde se celebra todos los años el pregón de la romería de Nuestra Sra. de la Peña. En Puebla las tradiciones se respetan porque se piensa que aquello que legaron los antepasados es una cosa muy seria y por tanto se debe mantener contra los embates de la falsa modernidad. Más de 600 almas se disponían a escuchar en esta ocasión a Pepe Suárez Suárez, ingeniero de minas, valedor de Herrerías y cuya entraña se formó con una mezcla de faja pirítica y plantas aromáticas.

Se había hecho el silencio cuando empezó a entrar la comitiva encabezada por la flauta y el tamboril que escoltaba a la danza, cuyo origen desconocemos y en la que algunos han visto similitudes con las vascongadas. Las espadas se proyectaban sobre el aire con la maestría puebleña y las indumentarias, en las que se mezclaban los blancos, negros y azules, eran una sinfonía de colores. La armonía y la emoción eran íntimas compañeras, envolviendo aquellos momentos una atmófera religiosa como en pocos lugares se puede ya ver. Detrás de los danzantes, siempre hombres, los mayordomos, la autoridades municipales y la representación de las hermandades de otras poblaciones.

A continuación, el pregonero fue desgranando sus vivencias y su estrecha relación con la Virgen de la Peña y su Romería, mencionó la importancia de los antepasados, de la mayordomía y terminó aludiendo a la gastronomía que estrechamente se une a la fiesta religiosa.

Los orígenes de la romería de Nuestra Señora de La Peña arrancan con la leyenda que da origen a la construcción de la ermita en el Cerro del Aguila a finales del siglo XV, claro que los primeros documentos que nos hablan de su celebración son de 1636, años antes del comienzo de la Guerra de Restauración Portuguesa que teñirá de sangre la frontera. La pureza con la que se han mantenido los ritos y el carácter tan especial que le imprimen los naturales han posibilitado que la Junta de Andalucía le haya otorgado la distinción de Fiesta de Interés Turístico Nacional de Andalucía.

Para comprender mejor su filosofía y sus signos identitarios debemos atender a todo el conjunto compuesto por desfiles de caballerías, recogidas de mayordomos, procesiones, misas romeras, danzas centenarias, trajes de gabachos y gabachas, calderetas, dulces de cidra y rosas, coplas de caballistas o el sermón de súplicas, donde se entrega el testigo a los nuevos mayordomos.

Terminado el acto, de nuevo, los danzantes, con su capitán y rabeón, fueron dibujando figuras y mudanzas sobre el aire camino de la calle Serpa. Detrás todo el pueblo en dos filas, y con un respeto y educación difíciles de definir en palabras, se perdió en la Casa de Hermandad de la Virgen de la Peña. Nosotros, tras probar los revoltillos de cordero en uno de sus singulares bares, salimos hacia Huelva sobrecogidos y felices por la devoción, pureza, autenticidad y seriedad de las manifestaciones culturales que se celebran en Puebla de Guzmán.

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