Cuatro meses en Cuba han sido suficientes para cambiarle la vida profesional… y personalmente. Carmen París regresa de la isla caribeña mezclando sus aires maños con el son de aquellos lares y, además, presumiendo de un amor que llena su corazón y le ha devuelto la sonrisa. Inteligente y excelente conversadora, la artista se reconoce como una lectora empedernida sin lugar en su casa para la televisión. ¿Rara? Para nada. Honesta con su forma de ser y pensar, París se desnuda más que nunca a través de las letras de Incubando, obra nacida de su puño y letra que precisó para ver la luz un océano de distancia
-¿Cómo ha sido el proceso de creación de este trabajo? ¿Tuvo que salir de España para poder componer?
-Sí. Necesitaba empezar a tener vida como el resto sin atender el teléfono o recibir propuestas que me impedían concentrarme. En Cuba no existe la publicidad ni apenas canales, con lo que hice vida de barrio y pude relacionarme con la gente. Me empapé de aquello, asistí a veladas en las que pasábamos hasta diez horas cantando y, al llegar a casa, empezaba a escribir. Allí la música forma parte de la vida.
-¿Qué más se ha traído de esa experiencia?
-Todo lo que escuchas en el disco. Y el espíritu de lucha. Con esos medios, sobrevivir es un mérito. Además he tomado tierra.
-¿A qué se refiere?
-A que me he enamorado. Llevaba mucho tiempo volando y dedicada sólo a trabajar. Él hace boleros y es hijo de un artista cubano muy conocido. Me he reconocido como mujer y he reactivado cosas que estaban dormidas.
-¿Por ejemplo?
-Reírme más. Es como una explosión de optimismo y esperanza. Me siento como más fértil.
-Tenga cuidado con el predictor…
-(Risas) ¡Muy bueno! Seguiré tu consejo (risas).
-Ya que estamos sobre el tema, ¿le llama la atención la maternidad?
-Sí. Siempre me han gustado los niños pero no se han dado las circunstancias. Debo estar rezumando feromonas de maternidad porque hasta los hijos de mis amigos quieren venirse conmigo.
-Da la sensación al escucharla hablar -y cantar también-, que se entrega demasiado, que no deja lugar a dudas acerca de cómo es Carmen París. ¿No le asusta un poco eso?
-Son riesgos que hay que correr y considero que debe hacerse así porque, de lo demás, existe un exceso.
-Se trata, por tanto, de una mujer valiente, ¿verdad?
-Sí pero siendo consciente de lo que conlleva arriesgar tanto.
-¿Qué cosa?
-Que todo vaya de manera más lenta o que te pongan la etiqueta de revolucionaria.
-Es que, desde fuera, aparenta ser una persona de armas tomar…
-Claro… ¡por eso he estado sola tanto tiempo! Tampoco es el león tan fiero, ¿eh? En las canciones vierto el carácter, lo que nunca llegué a decir en determinadas situaciones pero no tengo mal genio. Al contrario. Si me lo argumentas, puedo cambiar la dirección de mis ideas.
-La he escuchado afirmar que se considera alguien libre. ¿De qué manera se logra ese estado?
-Aventurándose y no conformándose. Evolucionando a más o menos velocidad pero siempre avanzando.
-¿Y eso es posible sin tener televisión en casa? Habrá quién se pregunte cómo lo resiste…
-Tan tranquilamente. Leo, toco el piano, coloreo mandalas… Compro varios periódicos y los comparo para analizar la realidad.
-¿Cómo la ve?
-Negra como el tizón (risas). Aunque con esperanza. Cada vez se es más consciente de que hay mucho que modificar. O cambiamos de dirección, o la destrucción está garantizada.
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