Crónica urbana

Colón en el punto de fuga

Lo sacarán hoy de los talleres de Madrid, para desembarcar en este sitial accidentado, donde estaban los altares de la Onuba romana y, en el flash del tiempo, las casas abatidas con sus huertos, luego, en lo que era ya la Plaza de Las Monjas, aquella mítica tarima que vemos en las postales de los años sesenta, donde un guardia urbano se subía a controlar el tráfico y en Navidad los onubenses dejaban a los pies de esa especie de púlpito aguinaldos de todos los colores y sabores. En esas mismas coordenadas se instala ahora Colón, en el punto de fuga de la nueva Gran Vía, la talla del escultor Elías Rodríguez Picón -patrocinada por la Caja Rural del Sur- con la que el Ayuntamiento reivindica una imagen turística ligada a la gesta descubridora.

Una ubicación controvertida que ha dividido la opinión de los ciudadanos entre los que apoyan este céntrico emplazamiento y los que defienden que su lugar legítimo hubiera sido la Plaza Doce de Octubre, por razones obvias de proximidad al muelle, nomenclatura simbólica y, básicamente, porque la Plaza de Las Monjas ha devenido desde su remodelación en 2007 en un creciente horror vacui que ha saturado el paisaje, a contracorriente del diseño diáfano del ágora por el que apuestan los contemporáneos de la Arquitectura (se descartó, de hecho, la propuesta desnuda y vanguardista de Sebastián Cerrejón que ganó hace unos años el concurso de ideas). Afortunadamente, la semana pasada, el área municipal de Infraestructuras limpió someramente este escenario con la retirada de los obeliscos (torres de iluminación) por el que el arquitecto Francisco Vallejo había apostado hace tres años, flanqueando la desacertada fuente, en alegoría a la puerta de entrada al Casco Histórico, un rol tipo Columnas de Hércules. La maniobra se criticó desde la oposición socialista por "cutre improvisación", contradiciéndose un PSOE que tanto incide en que "el alcalde acierta sólo cuando rectifica". Aquí, entendemos, ha sido un fallo positivo.

La plaza sigue saturada -y, para más inri, con las palmeras destronadas por el dichoso picudo rojo-, pero la aberración absoluta hubiera sido colocar el monumento de bronce junto a esas torretas metálicas, en lo que ya es una mezcolanza kitsch de azulejos, mármol, el pabellón funerario del bar-cafetería, el templete retocado, las reconstrucciones modernistas y el oficialismo neoclásico. Puro vértigo. En estos días, el debate se ha abordado como si la Plaza de Las Monjas fuera un habitáculo-escaparate del Ikea, la república independiente del que quita, pone y redistribuye. Se ha dicho también que quizás se eliminara la fuente, pero esa incógnita (no así la del temido destino de los obeliscos) se despeja: según confirmaron este fin de semana los mandatarios del Ayuntamiento a Huelva Información, la fuente no se retirará. Obviamente apremia el tema económico. Resucita el dicho popular que pululaba antiguamente en torno a la Fuente Magna de la Plaza de Las Monjas -recordado en la edición de ayer de este periódico, en el reportaje historicista de Eduardo J. Sugrañes-, "la fuente es horrorosa, que pongan [o no] otra cosa".

Todo este caldo de crítica ha sido aprovechado por la candidata socialista a la Alcaldía, Petronila Guerrero, que el pasado sábado presentó su "programa de Gobierno" apostando por un modelo de ciudad en el que "se acabaron las catetadas y el mal gusto."

Apenas despuntó la polémica, el regidor Pedro Rodríguez defendió su decisión días atrás, en los siguientes términos: "¿Por qué hemos decidido poner a Colón en este sitio? No teníamos rotondas disponibles y nos quedaban tres sitios: la puerta del Ayuntamiento, la Plaza Doce de Octubre y la de Las Monjas. La asimetría de la Plaza Doce de Octubre nos planteaba una incógnita en el lugar donde poner la estatua. Además, es un espacio muy abierto, con las columnas que llevan las bolas del Nuevo Mundo, que harían la competencia al monumento en proporcionalidad. Desde el coche no se iba a tener visibilidad del monumento por culpa de las velas (pérgolas de la plaza) y, andando, había que cruzar dos carreteras. Eso -argumentó el alcalde- iba en detrimento del disfrute del monumento. La Plaza de Las Monjas está a la entrada del Centro Histórico, en la puerta de la calle Tres de Agosto, simbólicamente, el día que partió Cristóbal Colón de Huelva. Un lugar por donde pasan miles de personas diariamente. Justo enfrente de donde se va a poner el monumento a la Virgen del Rocío, lo cual puede crear un itinerario, un trasiego, de turistas que vengan a visitar los dos monumentos. Ninguno de los monumentos que tenemos en Huelva son visitables (ni el de Juan Ramón Jiménez, ni el del Fútbol…), porque todos están dentro de rotondas. Nadie se puede hacer fotos delante de ellos porque están en medio de carreteras. Queríamos que la ciudad tuviera monumentos urbanos, a los que la gente pueda acercarse y llevarse un recuerdo de la ciudad con fotografías. Estoy convencido de que una vez colocado, nos va a encantar a todos. Y todavía se valorará más cuando esté colocado el de la Virgen del Rocío, que creo que será pronto".

El único árbitro entre el paisaje y el paisanaje será el tiempo.

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