Historia menuda

Emilio Silvera Vázquez, por el cosmos de la ciencia (I)

  • Con ancestros gallegos y marineros, Silvera Vázquez nació en Huelva en 1940 l Las necesidades económicas le obligaron a colocarse en una zapatería, pero a él lo que le gustaba eran los libros

Emilio Silvera Váz-quez ha escrito centenares de artículos, la mayoría de ellos de temas científicos y dedicados al espacio sideral y goza de un gran prestigio allende las fronteras de Huelva. ¿Cuál ha sido el secreto de su éxito?

Sobre Emilio Silvera no se ha escrito todavía una biografía imparcial y completa, un extenso artículo que nos ayude a comprender su compleja y descollante personalidad. Realicemos en esta Historia Menuda un breve bosquejo suyo.

Emilio Silvera nació el 14 de enero de 1940 en la onubense calle Fernando el Católico, en el portal rotulado con el número 30. Con el transcurrir de los años esa casa la compró, la vendió más tarde y ahora vive en una que adquirió exactamente enfrente.

La Huelva de su niñez era marinera, de calles estrechas como la de Enmedio, vía de bastante enjundia choquera, con algunos adoquines levantados, pero mucha Historia.

Su ascendencia era netamente marinera. Así, su abuelo, Emilio Silvera Gutiérrez, era un marinero que llegado de la dulce Galicia se afincó en Huelva y llegó a tener una pequeña flota de barcos caballeros de Huelva. Su padre, Joaquín Silvera Gutiérrez, había nacido en la calle Miguel Redondo y su vida transcurrió viendo como las olas tejían una gran sinfonía de cristal en la ría que tenía tal transparencia que se veía su fondo. Era aquella vieja Onuba en la que sus hijos, tras rezarle al Cristo de la calle Enmedio, al embarcarse y perder de vista la torre de la Concepción se restregaban apresuradamente los ojos y se entonaban por fandango para que no se advirtiese la honda emoción que sentían al abandonarla.

Su padre le contaba que ellos cogían la caballa como en los tiempos heroicos de la vela, con la caña. Así, lanzaban al agua un lenguado que ellos preparaban con sardina y las voraces caballas se lanzaban a comer el cebo en tal cantidad que no les daban tiempo de cogerlas, decía que era maravilloso. El barco, como si se tratara de una pesca milagrosa, se llenaba de caballas y ellos las llevaban a las almadrabas de José Tejero donde fabricaba las conservas. No todas llevaban este destino, así se zahorraban -se limpiaban, en el argot antiguo-, se colocaban por parejas y después los vendedores ambulantes, mediante un simpático pregón, las vendía por las calles a perra gorda el par.

Emilio Silvera nos dice que no necesita cerrar los ojos para ver aquella Huelva entera y viva, como si en lugar de una ciudad se tratase de una criatura: ve a José Silvera que era pocero, como cuidaba de los barcos de pesca que venían. Se dedicaba a la gamba fresca de Huelva, en los antiguos saladeros de nuestra capital. Después han seguido con la tradición sus primos Paco y Ángel, que pusieron un saladero fresco de gambas que tienen en la actualidad, regentado por sus hijos. Es la gamba que se manda a Madrid. Y es tal la fama de la gamba que su primo Paco todas las navidades se las manda a Miami a Julio Iglesia. Pero, continuemos con la biografía que nos ocupa.

Fue en el Colegio San Francisco donde Emilio Silvera Vázquez inicio su educación a los cuatro años. Recuerda que en el citado colegio había un patio con una escalera que bajaba a la iglesia y que diariamente los alumnos asistían a la Santa Misa antes de ir a clase. Curiosamente, su padre estuvo en el mismo centro cuando popularmente se le conocía como de Manuel Siurot.

Emilio Silvera Vázquez ha guardado siempre un recuerdo muy vivo y cariñoso de sus maestros: Antonio Castilla, Juan Garrido, don Manuel… En este época se hizo muy amigo del Padre Laraña y se paraba mucho a hablar con él en la calle Palos. Un día le dijo: "Padre, he dejado el colegio porque no tengo más que aprender". A lo que contestó el jesuita: "Mira, vamos a hacer una cosa. Mañana vas a mi colegio, el Madre de Dios, te hacemos una prueba y puedes estar otro año más en el colegio".Tras el examen, lo mandaron a la sexta clase. Como maestros tendría a José Samaniego, Nicolás Sierra, Eduardo Bonachera Pombo…

En el colegio de la Alameda Sundheim estuvo sólo un curso y a pesar de que Emilio Silvera Vázquez había demostrado desde niño una inteligencia poco común, la necesidad económica impulsó a que su madre lo colocara en la zapatería de El Portugués, situada junto al Hotel Victoria, en la calle José Nogales, para que aprendiera el oficio de zapatero. Su madre quería protegerlo a toda costa, ya que tenía parálisis en una de las piernas y veía que lo mejor para su futuro era que aprendiese un oficio. Pero, cuando poseía todos los conocimientos de un buen zapatero se dio cuenta de que no le gustaba. Y acaeció que Manuel Domínguez Martínez (en la actualidad decano de Economía) vivía fronterizo a su casa, a él acudió y le dijo que él no quería ser zapatero. El ilustre economista le dijo: "¿A ti te gustan los libros?". "Mucho, don Manuel -contestó ingenuamente el muchacho- más que leerlos, me los como". Entonces lo mandó a la Academia La Milagrosa, que era de su propiedad. Allí un maestro le hizo unas pruebas y le mandó a una de las clases. (Continuará)

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