Crónica urbana

Pescadería y los cantos de sirena'In memoriam'

  • Todo era antes una Venecia de marismas, con olor a cáñamo, pescado y aguardiente, pero el vértigo del tiempo ha convertido el entorno del muelle en un barrio saturado, cuyo vecindario demanda dotaciones y Policía

Cuentan que era todo en Huelva como una Venecia de marismas, en el desaliño con olor a pescado, cáñamo y aguardiente, donde los bares estaban abiertos cuando la ciudad dormía. Así nos remite Castro Crespo a la memoria de la "filigrana fluvial de esteros, canales y caños" que en la urbe lo comunicaba casi todo, con aquella banda sonora que nos legó El metal de los muertos (Concha Espina, 1941): "Se escucha a distancia la saloma de los marineros [canto acompasado que los acompaña en la faena] que barquean lentamente por los canales oscuros…" Próxima a la Estación de Sevilla, se hallaba en 1893 una enorme nave con cubierta a dos aguas, de línea preindustrial, destinada al depósito y subasta del pescado, la cosecha de cada día.

Los cuartos de redes, atrapados en la acuarela de Gustavo Rey. "Allí se adivinaba el mar", recordaba el pintor.

Con sus luces y sombras, uno de los cambios físicos más espectaculares de aquellos que se han dado en el entorno inmediato de la ciudad ha sido el de la pescadería -el fósil en el nombre del barrio-, embrión del Ensanche Sur en la expansión de Huelva a su Ría. Manzanas residenciales enfilando un bulevar que muere en el Muelle de Riotinto, ahora con la euforia del Mercado del Carmen y un comercio que se va desperezando, varado en la crisis.

Colmatada casi, sigue Pescadería en un sueño transitorio de carencias y expectativas, encauzadas desde una asociación de vecinos que reivindica dotaciones, colegios, zonas verdes y recreativas. Equipamientos públicos que oxigenen una barriada que ha nacido saturada, concebida en los parámetros de la rentabilidad inmobiliaria. Y sin patrullas policiales, lo que está deviniendo en una inercia de vandalismo e indigencia.

Entre otros frentes abiertos, el Ayuntamiento asume ahora el reto de defender las dos únicas referencias históricas que quedan en esta cuña urbanística: el antiguo edificio de Correos y el principal monumento de la ciudad, el muelle icono de la Huelva británica.

Respecto al primero, pensemos que el Consistorio hará una excepción cumpliendo lo que ratifica el Pleno, y que la iniciativa de IU llegue a buen puerto con Urbanismo emprendiendo negociaciones con el Gobierno central para que la vieja casa de servicios postales se restaure y integre otros usos dotacionales de los que adolece el barrio. Un debate que surge con el traslado de las oficinas de Correos al local de la Avenida de Italia y la amenaza de derribo de un inmueble que no cuenta con protección patrimonial, siendo emblema de la transición entre el casco urbano y la ciudad neonata, la antítesis del tiempo, plasmada en la vanguardia arquitectónica de la nueva plaza de abastos frente a esta herencia de los años 30, la fachada con las fauces de bronce. Confiemos en que las administraciones se pongan manos a la obra, y la moción aprobada por unanimidad por la corporación en marzo no quede, una vez más, en letra muerta. Los ciudadanos no quieren otro obituario de construcciones singulares, anclajes de la memoria.

En los días recientes dimos cuenta en las páginas de nuestro periódico de las perspectivas que aguardan a la otra asignatura pendiente (una entre tantas) con los fondos estatales que llegan del nuevo Plan E para poner en servicio el entorno del Muelle de Riotinto. El proyecto en inminente adjudicación dotará al monumento de accesos con jardines alegóricos de la ruta minera, senderos peatonales y la necesaria limpieza de choque de todo el tramo comprendido entre el Centro de Interpretación 'Puerta del Atlántico' y la Avenida del Decano, una zona en alta degradación, pese a que el viaducto fue rehabilitado y reestrenado hace sólo tres años.

A medio plazo, cuando finalicen las obras del paseo marítimo del Puerto, la vocación del Consistorio es recuperar la estructura del muelle que fue cercenada por el tráfico industrial, uniendo el tramo de tierra con el de agua y peatonalizando la avenida, con la alternativa del bulevar del Ensanche. Será la reconciliación final, como apuntamos en ediciones anteriores. Todo esfuerzo, no obstante, volverá a malograrse y quedará en cantos de sirena si no se impone en Pescadería vigilancia policial para evitar los puntos muertos que hoy llevan la noche a la periferia.

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