Huelva

La reinserción carcelaria se abre paso en el primer año del módulo 6

  • En los últimos meses se ha generado una lista de espera de entre 15 y 20 reclusos para acceder a la Unidad Terapéutica · El programa está respaldado con un equipo humano de 15 personas

Se cumple el primer año desde que en este patio de la macrocárcel de Huelva dejara de funcionar la ley del silencio. Aquí se importó directamente de la prisión de Villabona (Asturias) la que se ha venido a bautizar como Unidad Terapéutica: el módulo 6 es el primer espacio libre de drogas del centro onubense (y se espera que no sea el único en el futuro).

"La reinserción en la cárcel es casi nula", afirma en tono crítico uno de los 92 internos que, en estos momentos y de forma voluntaria (en la mayor parte de los casos), ha decidido dar el salto al módulo 6 a pesar de que no se trate de ningún camino de rosas. "Es la oportunidad que tenemos para cambiar", añade.

A pesar del corto recorrido de la experiencia, en sus primeros doce meses arroja datos relevantes no sólo para los directamente implicados en el proceso de rehabilitación sino también para el equipo humano (un total de 15 personas, entre funcionarios, educadores y monitores) sin el que no podría funcionar. La tasa de permanencia, con un solo abandono en todo este tiempo, es prácticamente del 100% y, un segundo dato, en este tiempo se ha generado una lista de espera de entre 15 y 20 reclusos. Teniendo en cuenta que, según los datos anuales que ofrecen tanto Instituciones Penitenciarias como distintas ONG, la población reclusa con problemas de toxicomanías ronda el 80% en todas las cárceles del país, la lista de espera en la penitenciaría de Huelva es reducida. De momento.

La explicación se da en términos de prioridades según los propios educadores. Un elevado porcentaje de reclusos, a pesar de su drogodependencia, prioriza las actividades productivas, aquellas que le reportan alguna contraprestación económica y deja en un segundo plano su rehabilitación. Los presos del módulo 6 son la excepción a estas alturas de la experiencia. "Aquí somos unos privilegiados", afirma otro de los internos de la UTE, que puede llegar a acoger hasta 120 personas.

Hoy toca grupo de autoayuda (una vez por semana), con la presencia de un educador, para dar un repaso a la semana. La asistencia es una obligación que se recoge en el contrato que todos y cada uno de los reclusos tienen que firmar a su llegada a la Unidad Terapéutica. Hay algunas excepciones, un grupo de internos extranjeros y otro recluso con 16 años de condena a sus espaldas al que se ha integrado para agotar todas las posibilidades para su recuperación.

Las diferencias con cualquier otra zona del centro saltan a la vista. Y no sólo en el patio. Aquí está absolutamente desechada la violencia física o verbal, e igualmente prohibida y censurada la entrada (y consumo) de cualquier tipo de drogas y de otros elementos no permitidos.

En el módulo 6, a ley del silencio le ha sustituido la de la confrontación. A lo roces y posibles conflictos que puedan surgir en la convivencia del día a día se les busca solución a golpe sólo de palabra, de un careo basado en el buen tono y en el respeto. Se trata en primer lugar de una adaptación a las normas (el segundo paso más que más cuesta después de renunciar al consumo) y, después, de una cuestión de actitud. "Aquí estamos cortados todos por el mismo patrón, aprendemos a reconocer el problema que tenemos, sin coacciones, y a pedir ayuda cuando lo necesitamos". "Lo que vivimos aquí es impensable en cualquier otro módulo", asegura otro de los internos.

Las relaciones "impensables" que se dan entre los presos del módulo 6 es aún más llamativa y significativa con los funcionarios, que aparcan el concepto de vigilancia que desarrollan en otros módulos para convertirse en un apoyo en el proceso, en el que están implicados.

"En cualquier otro módulo, los problemas se solucionan con instancias pero aquí se habla y se escucha", una implicación que incluso se traduce en el contacto de los trabajadores con las familias de los internos.

El espacio libre de drogas beneficia si cabe más a los más jóvenes. "Ya me hubiera gustado a mi -admite un preso- que la primera vez que entré a prisión, el módulo hubiera estado funcionando".

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