Ramallo, el cultivado donjuán de hielo
Tiene 4 hijos de mujeres distintas, relaciones que simultaneaba con el consentimiento de ellas Llegó a hacer un 'picnic' en torno al pozo con su pareja y su hija
Genaro Ramallo nació en 1959 en la capital de Bolivia, La Paz. Es un hombre culto, con una educación exquisita y una experiencia vital amplia. Saltó el charco y se afincó en Huelva a los diez años, aunque su espíritu de donjuán aventurero lo llevó a casarse en Alemania en los 70. Allí tuvo a su primera hija reconocida, Karina.
En los albores de los 80 conoció a Mari Carmen Espejo (1967). Ella era apenas una adolescente que vivía con su madre en Sevilla. Él tenía ocho años más. Le conquistó el corazón y decidieron venir a vivir a la capital onubense, donde estaban sus hermanos y él había pensado ejercer como profesor de Matemáticas dando clases particulares. En 1983, cuando Carmen tenía 16 años y él 24, vino al mundo el pequeño Antonio, un niño que llevó los apellidos de su madre durante sus primeros cuatro años de vida. Ramallo no lo reconocería legalmente hasta 1987.
Pero retrocedamos un poco. En 1985 Genaro inicia otra relación paralela y formal con J.L.D.M., recién diplomada en Magisterio. Su atractivo personal la enganchó de tal manera que no se separó de él hasta 2008, cuando la onubense decidió poner fin a tres escasos años de matrimonio. Se lo consentía todo. Y aceptaba que siempre había otras. Igual que Carmen Espejo, a la que pese a las infidelidades los hermanos de Ramallo apodaban la alucinada, por la devoción que le tenía a Genaro.
Ramallo no lo oculta: es un mujeriego empedernido que ha llegado a reconocer en la vista oral que se ha seguido contra él en la Audiencia Provincial de Huelva que "siempre he convivido con dos o tres chicas a la vez y acababa una relación para empezar otra". Tanto es así que se atrevió a tener otra hija, la tercera, L.R.D., con su amante en 1988. Aunque conviviera con Carmen y Antonio.
"Machista de carácter", según J.L.D.M., no solía elevar el tono de voz e iba, con su palabrería, encauzando las situaciones por donde más le convenía. Nunca había discusión. Las compañeras de trabajo de Espejo en la Junta de Andalucía refirieron que sí ejercía sobre ella un gran control. De hecho, el aislamiento de la víctima era tal que él iba a desayunar con ella para que no se mezclara con sus compañeros, la esperaba a la salida del trabajo para llevarla a casa y era inconcebible que Carmen quedara con alguien a tomar café por las tardes. Él era todo su universo. Una de las testigos, de las más cercanas en el trabajo, explicó que "la invité a mi boda y fue sola y sólo a la iglesia".
Sus buenas dotes como profesor de Matemáticas le reportaron cierto éxito en el sector de las clases particulares de Huelva. Centenares de alumnos han pasado por sus manos desde entonces hasta que en 2011 fue detenido en Francia y encarcelado. Su propio abogado, Álvaro Aznar, concluyó su informe en la última sesión del plenario diciendo que "Genaro no es ningún asesino, es el profesor de Matemáticas que se quedaba contigo el sábado y el domingo por la noche para que aprobaras el examen del lunes". Fueron profesor y alumno. Uno de los testigos, F.B.R., llegó a definirlo como "un hombre bueno y muy buen profesor, culto y educado, de esos que te hacen bromas, te cuenta sus historias con simpatía y te da tanta confianza que se convierte en tu amigo".
Era exigente con sus hijos en la faceta educativa. Su ex mujer, J.L.D.M., llegó a decir que era "duro", aunque no hasta el punto de ponerles la mano encima como habían apuntado los amigos de Antonio. Una tía de Espejo señaló, por contra, que "es violento y mujeriego, pegaba a su hijo con la correa".
En el verano de 1993 Carmen y Antonio se esfumaron y él se marchó varios meses a Bolivia. Pero antes de largarse instaló a J.L.D.M. y a su hija en la casa que Carmen había comprado en la calle Sancho Panza de Los Rosales, les regaló el perro de Antoñito y montó allí la academia para que su pareja diera clases, para que tuviera un sustento. Llegaron a vender parte del mobiliario a algunos familiares y Genaro bajó del trastero el castillo de Grayskull de He-Man y un juego de rol del niño para que su hija les diera uso. Todo un detalle.
Regresó de Bolivia en los primeros meses de 1994. Pero centrarse sólo en J.L.D.M. no era suficiente. Conquistó en sus clases particulares a C.M., con la que ha mantenido una relación estable hasta 2011. Paralela a la otra, por supuesto. En 2003, sólo dos años antes de contraer matrimonio con J.L.D.M., C.M. se quedó embarazada y nació el cuarto de sus retoños, que hoy tiene once años.
Ramallo es un tipo cultivado, amante de la literatura. En abril de 1992, un año antes de los crímenes, publicó un libro de poemas titulado La canción de la ex colonia, en el que se incluye uno dedicado su hijo con Carmen y que arranca con unas palabras sobrecogedoras que parecen augurar lo que acontecería en el verano del 93: "Antonio, mi hijo, la vida que conoces no es la vida que vivimos, sino un hondo pozo sin nombre".
J.L.D.M. califica a Genaro como un hombre "agnóstico, ateo, incluso descreído", que llegaba a mofarse ante ella de lo burdo de la ancestral cultura boliviana. Pero este punto entra en contradicción con que su correo electrónico incluyera la palabra yatiri, que son los curanderos aymaras-quechuas encargados de canalizar el culto a la diosa Pachamama, la Madre Tierra, a la que se realizan ofrendas en agosto (mes de los asesinatos) para solicitar su protección, a veces muy sangrientas.
Otros testigos dibujan a Ramallo como un hombre de hielo, capaz de llevarse de camping a la finca de Calabazares a su pareja y su hija y sentarlas alrededor del pozo, sobre una viguetas que había colocado a modo de banco, a comer bocadillos. En el sumario figura una foto que inmortaliza uno de aquellos momentos. Ellas almuerzan y él lee un libro. Además, J.L.D.M. indicó que sobre el pozo había colocado una gran piedra y que allí solía encender una hoguera.
Cuando el padre de Carmen insistía en localizarla en Madrid, le pidió más información a Genaro. Él se limitó a decirle, con frialdad, que "no me llames más, se acabó".
Ya en la cárcel, donde lleva tres años, ha llegado a ser presidente del módulo de respeto y cuenta con varias hojas meritorias por su excelente comportamiento.
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