Felipe VI y Huelva
EN las últimas cuatro décadas, los españoles hemos ido superando poco a poco desafíos que han acabado consolidando a España como un país democrático y monárquico. Desde 1978 hemos ido encajando las piezas para superar la España de los vencedores y vencidos, para alcanzar la unidad del país y conseguir un periodo de estabilidad y progreso sin precedentes en nuestra historia.
En estos años, el rey Juan Carlos ha sido un referente indiscutible para los ciudadanos como símbolo de la unidad, garante de nuestro sistema político y avalista de la convivencia pacífica. Esa convicción de la inmensa mayoría ha hecho que el relevo generacional en la Corona, la abdicación de Juan Carlos I y con ello la coronación de Felipe VI, se lleve a cabo con la más absoluta normalidad.
El nuevo rey llega sin aquellas incertidumbres que todos teníamos en 1975 y con el camino allanado por el legado de su progenitor, pero con retos nuevos para los que lleva preparándose cuatro décadas, una formación, dedicación y sentido de la responsabilidad que le otorgan hoy una gran credibilidad entre los ciudadanos.
Es algo que he podido comprobar personalmente. Felipe VI ha estado en Huelva, como su padre, en distintas ocasiones. Le recuerdo con especial cariño en el viaje que realizó a nuestra ciudad y provincia cerrando el periplo por las ocho provincias andaluzas. Por la mañana, estuvo en la Rábida y en el Muelle de las Carabelas. Y, por la tarde, tuvo un encuentro abierto con la sociedad civil onubense en los jardines de la Casa Colón.
El nuevo rey, entonces príncipe, sabía escuchar y hacía siempre la pregunta atinada, propio de un hombre inteligente. Tenía un conocimiento de la realidad de Huelva, y hacía gala de ello en sus conversaciones con los distintos colectivos allí presentes. Los que estuvieron se acordarán de aquel día.
Estuve una hora junto a una persona equilibrada, serena, sensible, con gran inteligencia emocional y muy educada. Al final, cuando el entonces príncipe se fue, le pregunté a algunos amigos qué les había parecido, y la opinión fue muy positiva y unánime, nadie me hizo ninguna crítica, algo difícil de conseguir.
Desde aquel viaje a Huelva al día de hoy, la institución de la monarquía ha sufrido un cierto desgaste por las razones que todos sabemos. El nuevo rey también es consciente de que asume la Corona en un momento delicado. Don Felipe VI, como en su día su padre, se tendrá que ganar la legitimidad paso a paso. Seguro que sabrá hacerlo.
Felipe VI representa una generación de españoles muy preparados, que han crecido a la par que nuestra democracia, en un estado social y de libertades sin precedentes; que han sido testigos y partícipes del proyecto de la Europa común, y que lideran hoy todos los ámbitos de nuestra sociedad. Una generación a la que, a pesar de sus triunfos, también le tocado afrontar la mayor crisis económica, social y política de los últimos años y, por tanto, el gran reto de recuperar la senda de progreso, la credibilidad y la ilusión de los ciudadanos en nuestros sistema político y económico.
El monarca encara, por tanto, un lance propio y diferente al de su antecesor y no menos crucial en nuestra historia: el de darle una nueva sintonía a la monarquía, combinando lo mejor de la herencia paterna con los valores y las demandas actuales de la sociedad. Con ello logrará no sólo revitalizar y dar credibilidad a la Corona, sino también liderar un proceso de regeneración en nuestro país.
Felipe VI empieza hoy a escribir su propia historia y con ella un nuevo capítulo en la historia de nuestro país. Un capítulo en el que tendrá que ganarse por sí solo la legitimidad como rey, conseguir una nueva etapa de estabilidad institucional y llenar de esperanza el futuro. Estoy convencido de su éxito. Cualidades para ello las tiene sobradas, como pude comprobar personalmente en su visita a Huelva.
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