Huelva

Las Colombinas, buscando siempre la orilla marinera de la Ría de Huelva

  • Desde 1880 se celebran las Fiestas Colombinas, que encontraron su aspecto lúdico siempre junto a la Ría, en el paseo del muelle y en la avenida Francisco Montenegro, donde hoy tiene los días contados por el Ensanche

LAS Colombinas se han convertido por derecho propio en las fiestas de la ciudad. Nacieron en 1880 más con el carácter institucional de la conmemoración de la partida de las naves descubridoras, mirando entonces el horizonte cercano del IV Centenario del Descubrimiento de América. Era tiempo más para la celebración de septiembre con la Virgen de la Cinta, una fiestas de mayor raigambre que se remontan al siglo XVII con los actos en honor a la Patrona de Huelva, gracias a las fundaciones de Francisco de Leiva y Francisco Martín Olivares, con romería en el entorno del santuario que llevaron al Ayuntamiento a publicar Autos de Buen Gobierno para el orden de estas fiestas. Pero no será hasta el año 1863 cuando se establece la Feria o Velada de la Cinta en la plaza de la Merced y Vega Larga. El 5 de marzo de 1863 "el señor regidor don Gerónimo Martín propuso que el Ayuntamiento deliberarse sobre el establecimiento de una feria en esta capital", acordando la corporación "establecer una feria en esta capital en los días cinco, seis y siete de septiembre de cada año, dando principio en el corriente".

La de la Cinta serán las fiestas de la capital hasta que Las Colombinas van con el tiempo acaparando mayor atención, sin duda por el atractivo e impulso que le da la gesta colombina, conviviendo ambas en tiempos de esplendor y de decadencia. Una celebración colombina en la que ya pensó en 1855 el gobernador Mariano Alonso y Castillo, que evitó en su día que desapareciera el convento franciscano de La Rábida.

La Sociedad Colombina Onubense será la que promueva la celebración festiva del 3 de agosto desde su fundación en 1880 en el monasterio de La Rábida. Aquel año se celebraron los primeros actos conmemorativos que tuvieron lugar en los lugares colombinos, como hoy se continúa con la sesión académica de la propia Real Sociedad Colombina Onubense. Aquel primer año festivo, como lo narra José Marchena Colombo, se vistió de gran relieve, la suerte fue contar con el capitán general del Departamento Marítimo de Cádiz, el brigadier de la Armada, Luis Hernández Pinzón. Así se celebraron el 3 de agosto de aquel año "brillantes fiestas conmemorativas, entre ellas un simulacro de desembarco por las goletas 'Ligera', 'Blanca', 'Villa de Madrid', el vapor de ruedas 'Vulcano', chalupas..., defendiendo la playa la Infantería de Marina. Espectáculo que "embelesó" a la gran muchedumbre, que cubría los médanos de Domingo Rubio y los montículos inmediatos a las orillas. Don Luis, como se le llamaba familiarmente, 'se trajo' el Arsenal: tiendas de campaña cubrían las laderas que llevaban al convento; sobre la explanada frontera a éste se levantó un altar para la función religiosa que había de celebrarse con asistencia de dignidades de la Iglesia, gran orquesta, cantores, dando guardia la marinería, las Bandas de Música del Departamento y los cañones de los buques. Un inmenso toldo defendía de la canícula. Vino a predicar el mejor orador sagrado de entonces, González Francés, magistral de la Catedral de Córdoba. El asunto y el lugar exaltaron su arrebatadora elocuencia y se le borró la noción del tiempo, tanto, que la tensión de las cuerdas del toldo fue cediendo hasta soltarse de un lado causando la consiguiente alarma. Por fortuna no pasó nada, se izó la vela, continuó el sermón y el diácono pudo decir "Ite missa est".

El nombre de La Rábida atrajo tal cantidad de gente de Córdoba y Sevilla, sin contar los de la comarca, tanto que Palos y Moguer no pudieron con lo que se les vino encima. Más de 15.000 personas por aquellos montículos y pinares; se acabó la comida, el agua; no había dónde dormir, la noche de los fuegos artificiales resultó admirable sobre todo un inmenso globo terrestre y Colón señalando las tierras descubiertas. Así la gente buscó el muelle, espigón improvisado para el desembarco, y fue tal la aglomeración de la muchedumbre que iba a embarcarse que el muelle comenzó a hundirse, dándose el caso de que la masa humana sobre el espigón, al sentir que este 'buscaba asiento' en el fango, se fue de retirada; los pilotes hicieron firme y nadie rodó por los zapales: "lo que pudo ser horrible catástrofe, servía luego de ingeniosas bromas".

Durante los primeros años la ciudad anunciaba sus fiestas de verano con los actos que se abrían con los conciertos del Corpus, las actuaciones veraniega de la Banda Municipal, la conmemoración del 3 de agosto y la velada de la Cinta. En el programa municipal de 1921 se abrían el 1 de agosto con la llegada y homenaje a la bandera en la estación de MZA (la actual de Sevilla). Al día siguiente era la iluminación y conciertos musicales, en el paseo del muelle y también había bailes en los círculos recreativos de la ciudad. El día 3 se dedicaba a la excursión al monasterio de la Rábida con la celebración religiosa y por la tarde concierto de las bandas de música en el paseo del muelle. Al día siguiente, misa de campaña en el paseo del muelle y por la tarde regatas y cucañas en la Ría. El programa para la Velada de La Cinta era más amplio, comenzaba el día 4 y terminaba el día 11 después de dos jornadas de corridas de toros.

Aquel carácter inicial más académico se irá completando con la fiesta popular que tendrá como centro de todo el paseo del Muelle, que se ubicaba en la hoy avenida Sánlucar de Barrameda. Es en 1943 cuando como nos recuerda Manuel Silván de la Corte se traslada a Muelle de Levante. Era un síntoma de que las fiestas necesitaban mucho más, y aquí se disponía de ese gran espacio para casetas, cacharritos, atracciones y lugar de paseo, ahora incluso más fresco al estar más cerca de la misma orilla del Odiel.

Francisco Montero ofrece también su visión de las fiestas en 1955, a él le gustaba más aquellas más evocadoras Colombinas que las de farolillos, sin duda es el toque de atención de cómo las fiestas se van popularizando: "aquellas fiestas que llegamos a conocer en nuestros años mozos, nos llegaban más al corazón. Y era que tenían más sabor a mar y más emoción en su sentido espiritual y de evocación. No se colgaban tantos farolillos verbeneros en los viejos paseos del muelle, pero en cambio los acorazados 'Reina Regente' y 'Pelayo', juntamente con otros buques de guerra, llenaban las calles de blancos uniformes al saltar a tierra la marinería".

Pero las fiestas continuaron creciendo en lo popular y dieron un salto espectacular con el traslado a la avenida Francisco Montenegro en 1965. Será una gran instalación que contará, además, con una magnífica plaza de toros inaugurada en 1968, que por desidia de los tiempos se dejó perder. Aquella fue una etapa de esplendor de Las Colombinas de la mano del despegue económico y poblacional de Huelva con la instalación de las fábricas del Polo Industrial, muchas de las empresas apostaron con sus propias casetas.

Pero tras un gran declive de las fiestas, fue necesario un nuevo impulso con las casetas de hermandades y familiares, que en la etapa del alcalde Pedro Rodríguez González llega a su máximo esplendor, despidiendo este recinto en 1999 con una monumental portada del muelle de Tharsis, que daba paso a una rotonda con la Fuente Magna, una fiestas que incluso se adelanta para la prueba del alumbrado, como una jornada más de las fiestas.

En 2000 será la portada del santuario de la Cinta la que da acceso al nuevo recinto, en una fiestas cercas como siempre al río y ganando en atractivos festivos manteniéndose el día institucional del 3 de agosto en La Rábida, un acto conmemorativo de la gesta colombina que viene organizando la Real Sociedad Colombina Onubense, mientras que es el Ayuntamiento de Huelva el encargado de la fiesta popular.

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