Huelva

El derrumbe de bancos de pizarra agrava el deterioro de Corta Atalaya

  • El daño se suma a la inundación de la antigua explotación minera y las grietas aparecidas en su entorno Los vecinos esperan hace un lustro un estudio sobre la estabilidad de la zona

El icono de la Cuenca Minera, la Corta Atalaya, se derrumba. La que fuera la explotación a cielo abierto más grande de Europa ve agravarse su deterioro después de que durante años su interior se haya ido inundando progresivamente. A la inundación y las grietas que la rodean en dirección al barrio inglés de Bella Vista se suman los derrumbes de los bancos de pizarra, un paso más en la agonía de un patrimonio considerado Bien de Interés Cultural.

La situación ha empeorado por tanto desde que hace dos años Huelva Información se hiciese eco de las protestas ciudadanas y denunciase la inundación de la Corta, que va ya por el piso 18 de los 45 que tiene, y el crecimiento de las grietas. La caída de parte de las bancadas es sólo el último paso de un proceso que se inició hace años, tras finalizar la actividad minera, y que ha continuado durante el periplo empresarial y administrativo para la reapertura de la explotación, todavía con final abierto. Emed Tartessus, propietaria de la mina, aún espera el permiso autonómico para reabrirla.

Para proteger la zona, la Junta de Andalucía incoó hace un par de años el procedimiento para inscribir en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como Bien de Interés Cultural (BIC), con la tipología de Zona Patrimonial, la Cuenca Minera de Riotinto-Nerva, localizada en los términos de Minas de Riotinto, Nerva y El Campillo. La Administración regional daba de esta forma protección a un amplio espectro de bienes de variada condición y naturaleza, de carácter material e inmaterial, como Corta Atalaya, principal referente de las formas de vida y de trabajo, de determinadas identidades colectivas, así como de unas formas de organización del territorio y de una evolución paisajística propia marcada por la actividad desarrollada en la comarca a lo largo del tiempo.

Sin embargo, esa incoación no ha servido para frenar el declive. Muestra visible del mismo son las grietas aparecidas hace diez años que surgen desde la propia corta en dirección al barrio inglés de Bella Vista cuyos vecinos observan impotentes su progresivo avance. Las enormes grietas, en la que puede llegar a caber una persona en pie en algunos puntos, comenzaron a aparecer alrededor de la zona sur-este de la corta a mediado de la década pasada, tan solo un par de años después del cese de la actividad minera. Desde entonces, las grietas han ido tomando desniveles de hasta dos metros de altura en determinados puntos. Además, con el paso del tiempo, se hacen cada vez más visibles y numerosas en las pistas superiores de la propia corta.

La primera de las grietas, con una longitud de un kilómetro de distancia, alcanza las inmediaciones del emblemático barrio inglés a la altura del nº 53. Los vecinos de la zona vienen demandando sin éxito desde hace años la necesidad de un adecuado mantenimiento que evite que las grietas vayan a más. La Junta de Andalucía anunció hace más de un lustro la realización de un estudio sobre la estabilidad de la zona que se encargaría de llevar a cabo la Escuela de Ingenieros Técnicos de Minas de Madrid y cuyo desarrollo y conclusiones, si las hubiera, desconocen por el momento los vecinos de la zona.

La indignación ciudadana ha ido creciendo y se refleja en el grupo de Facebook Salvar Corta Atalaya creado por un vecino de la zona del que forman parte casi un millar de internautas y en el que periódicamente vierten con impotencia toda la rabia contenida ante la que califican como "desidia" de las administraciones competentes y la empresa responsable del mantenimiento de la emblemática corta a cielo abierto. Ni la Junta de Andalucía, encargada de velar por los bienes de interés cultural, ni Emed Tartessus, titular de los terrenos, han contestado las preguntas de este diario sobre la situación de la corta.

Aparte de las calamitosas consecuencias medioambientales que puedan derivarse por la falta de mantenimiento de este "ojo de cíclope vaciado", como magistralmente describe el escritor riotinteño Juan Cobos Wilkins en su novela El Corazón de la Tierra, lo que verdaderamente exaspera la paciencia de los vecinos de la comarca es la falta de empatía que muestran quienes ostentan la responsabilidad de cuidar ese BIC como lo que verdaderamente es, en sus palabras: "la joya de la corona"; "un símbolo de identidad propia"; "el principal reclamo turístico de la zona" o "un monumento natural labrado con el esfuerzo de los ancestros de los que hoy se avergüenzan de ver como se deteriora cada día de forma inexorable".

Pero además de la desidia de los encargados de mantener la corta, denuncia este colectivo, administraciones y organismos públicos de la provincia utilizan la imagen de Corta Atalaya para la promoción turística de la provincia en ferias nacionales e internacionales, utilizando para ello fotografías tomadas hace más de una década.

También en este punto las consecuencias de mantener cerrado este icono turístico son bochornosas para los vecinos de la comarca, que no saben cómo explicar a los visitantes que llegan a Minas de Riotinto dispuestos a conocer de primera mano la majestuosidad de su grandiosa corta que el reclamo turístico que vienen a fotografiar ya no existe tal y como se lo vendieron en su día en la promoción de turno.

A esto hay que unir el riesgo que corren los más atrevidos del lugar que, hastiados por esta afrenta que parece eternizarse en el tiempo sin remisión, no dudan en franquear los límites de seguridad de Corta Atalaya para mostrarla de forma furtiva a quienes no se resisten a llevarse una instantánea de recuerdo o para atestiguar con sus fotografías la crónica de una muerte anunciada.

El agravio de hace mayúsculo si los vecinos de la comarca recuerdan el plus que podría haber supuesto la explotación turística de Pozo Alfredo, cuyo proyecto preveía la posibilidad de bajar hasta las entrañas de Corta Atalaya para ofrecer al visitante un espectáculo maravilloso de estalactitas y estalagmitas dignas de la mejor de las grutas. Finalmente, la idea quedó ahogada entre miles de metros cúbicos de agua.

De no poner remedio a esta calamitosa situación, los vecinos de la comarca y cuantos potenciales turistas queden por visitar la zona pronto habrán de conformarse con el visionado de las fotografías realizadas hace más de una década o la inmejorable descripción que Cobos Wilkins hace de Corta Atalaya en su novela para evocar la grandeza del hueco dejado por el corazón arrancado a la tierra.

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