Caracol y Camarón: Duelo de cante en la Venta de Vargas

Historias del fandango

El duelo de cante entre Caracol y Camarón en la Venta de Vargas de San Fernando puede considerarse la consumación de un relevo generacional flamenco

“Sucedió en la Venta de Vargas. Camarón versus M. Caracol”, cuadro acrílico sobre tela de Álex Cano, 2021, cedido para este artículo por la Venta de Vargas.
“Sucedió en la Venta de Vargas. Camarón versus M. Caracol”, cuadro acrílico sobre tela de Álex Cano, 2021, cedido para este artículo por la Venta de Vargas.
Miguel Ángel Fernández Borrero

05 de abril 2023 - 02:00

Tras disolverse el dúo con su hija Luisa Ortega, Manolo Caracol se fue apartando progresivamente de las actuaciones en directo. En 1963 fundó en Madrid el tablao Los Canasteros (“Teatro Real de los Gitanos”, le llamó), que inauguró con un concierto acompañado al piano por su yerno Arturo Pavón.

Los Canasteros fue un templo flamenco en el que se citaban, además de un cuadro permanente repleto de figuras, muchos intelectuales, toreros, gente del cine y lo más elevado de la afición. Por su escenario pasaron los artistas más importantes del flamenco hasta el año de su muerte en accidente de tráfico, en febrero de 1973 (Pepe Marchena, Pastora Imperio, Juanito Valderrama, Pepe Pinto y La Niña de los Peines, Curro Vélez, Perla de Cádiz, María Vargas, Matilde Coral, los Sordera, Bambino, Paco Cepero, su escudero inseparable el guitarrista Melchor de Marchena, Morao, su alumno Beni de Cádiz que había ido en su compañía como bailaor, Rocío Jurado, Farruco, Mario Maya, Las Grecas, los guitarristas Habichuela… La lista es muy extensa).

Allí solía cantar él a petición de sus amigos, y uno de los que tomaba las últimas copas en las madrugadas de Los Canasteros, después de sus actuaciones, era Paco Toronjo. Caracol le tenía verdadera devoción flamenca al alosnero; decía que Toronjo con sus fandangos era el cantaor que más le emocionaba de todos.

Orgulloso de su fandango

En 1968 anunció que se iba a retirar en breve. Y, como suele ocurrir con las grandes figuras cuando lo hacen, su diagnóstico sobre la situación en que quedaba el cante era muy negativa: creía que lo estaban mixtificando, que los jóvenes no estudiaban el legado de los artistas históricos, que se perdía pureza, que el flamenco estaba sucumbiendo a lo comercial... Y lo decía él, que lo teatralizó, que creó la zambra, que cantó a piano y con orquesta, que dejó una escuela de cante gitano. Se sentía orgulloso de su fandango [1].

[1] ABC de Sevilla, 17 octubre 1968
[1] ABC de Sevilla, 17 octubre 1968

Y también de su obra artística en general, de su cante aunque él mismo reconocía que había sido un cantaor irregular, de inspiración, de duende… Pero, ¿qué es el duende? En una entrevista, le contó a Ángel Álvarez Caballero un ejemplo vivido. ¡Cualquiera sabe lo que es el duende! [1]

[1] ABC de Sevilla, 17 octubre 1968.
[1] ABC de Sevilla, 17 octubre 1968.
Carnet de artista de Manolo Caracol, 1950
Carnet de artista de Manolo Caracol, 1950

Camarón, aquel gitanillo rubio

Dejó escrito Félix Grande, que fue testigo presencial en la Venta de Vargas, lo que sucedió aquella madrugada del 29 de agosto de 1969, cuando Caracol y Camarón se vieron de nuevo y cantaron en un duelo histórico. Hubo un encuentro anterior, porque Caracol conoció a Camarón cuando éste era un niño de nueve años que, entre juegos con otros del barrio y su afición al cante, iba a la Venta a escuchar a los cantaores. Juan, el dueño, se lo presentó y aquel día Joselito cantó ante Caracol, pero el maestro no le dio importancia.”No está mal –dijo entonces-, pero un gitano rubio va a llegar a poco en el cante”.

El siguiente encuentro, en el mismo lugar, sucedió aquel amanecer de 1969, entre las siete y las ocho de la mañana después de una madrugada de copas y de cante. Camarón tenía recién grabado su primer disco y su cante era un trino melodioso y gitano. Caracol había cumplido los sesenta. Aquella vez “se batieron en duelo” por fandangos. Se alternaban, uno cada uno. Primero, con el traste al tres de la guitarra del Niño de los Rizos, luego –siempre pidiendo la subida Camarón- al cuatro, al cinco, al seis…, unos tonos casi imposibles con los que el joven rubio parecía querer asfixiar al viejo maestro con la cejilla. Hasta el siete.

La tremenda porfía la ganó el joven de la Isla, cuando Caracol entonó, al límite ya, “Mañana me voy a morir / gitanitos de la cava…”, poniendo su mano derecha sobre las de Camarón. Eran dos voces, dos maneras de cantar bien distintas. Puede entenderse como una alternativa al sucesor, como un relevo que el maestro dio al heredero. Aquello fue histórico y supuso ese reconocimiento. Caracol murió tres años después. Camarón lo admiraba, y a lo largo de su vida se reconocería caracolero muchas veces: “soy caracolero, pero no imito a nadie” [2].

[2] ABC de Sevilla, 12 febrero 1974
[2] ABC de Sevilla, 12 febrero 1974

Un legado imborrable

Tras cincuenta años en los escenarios, Caracol dejó un legado imprescindible para entender la evolución del flamenco. Lo cantó todo, lo hizo más extenso, lo popularizó para que lo entendieran los públicos y lo convirtió en una música más universal, porque sus creaciones se conocen en todo el mundo. Su disco Una historia del cante flamenco (1958), con veinticuatro cantes y en el que figuran sendos cortes de fandangos de Huelva, puede servir de manual enciclopédico de consulta para los aficionados. Su escuela cantaora es un venero inagotable de inspiración. El Beni de Cádiz, Rancapino, El Pele, Antonio Reyes… Tantos. ¿Quién de los artistas flamencos de los últimos setenta años no ha bebido de la escuela cantaora de Caracol?

“Sucedió en la Venta de Vargas. Camarón versus M. Caracol”, cuadro acrílico sobre tela de Álex Cano, 2021, cedido para este artículo por la Venta de Vargas.
“Sucedió en la Venta de Vargas. Camarón versus M. Caracol”, cuadro acrílico sobre tela de Álex Cano, 2021, cedido para este artículo por la Venta de Vargas.
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