Balcón de sol

José García-Carranza

Vivan los toreros machos

Escribano antes de salir a torear el sexto.

Escribano antes de salir a torear el sexto. / Juan Carlos Muñoz

MANUEL Escribano tomó la alternativa hace ya 20 años. Torero Honrado y valiente, en Sevilla ya ha demostrado, en tardes memorables, la clase de torero que es. Ayer lo demostró una vez más. Fue cogido, de mala manera, en los lances de recibo a su primero. Tenía una cogida en el muslo. Sin embargo, tras ser operado, sale de la enfermería para torear el sexto. Estos gestos son los que hacen grande y única a esta fiesta, la plaza lo agradece con una cerrada ovación. Coge el capote y, de nuevo, recibe al toro a portagayola. Vivan los toreros machos. La música rompe a sonar -alguien debería decirle que cuando el torero está de rodillas, igual que cuando pasa el Gran Poder, es momento de expectación, silencio y oración-. La larga de rodillas sale limpia y, a continuación, arrebatado, le enjareta varias verónicas ceñidas que remata con una media. Los banderilleros cogen los palos pero Manuel, es mucho torero este Manuel, decide banderillear. Cojeando, en los medios pone, en todo lo alto, dos pares de poder a poder. El toro transmite y humilla, si bien repone y se frena revolviéndose en un palmo. La faena fue, sobre todo, emotiva, dadas las condiciones del toro. Mató de una estocada en todo lo alto. Dos orejas. La faena no fue, ni mucho menos, de dos orejas, a lo mejor ni de una, pero la fiesta es sobre todo emoción y cuando, dando la vuelta al ruedo, veía al público, a los profesionales que estaban en el callejón y a mí mismo aplaudir enfervorizados me di cuenta de que las dos orejas no eran a la faena sino a la verdad más pura de la fiesta representada en el valor descarnado y sin fisuras de un torero macho.

Estuvo la Plaza, tan facilona como se está o la están convirtiendo, dura con Roca Rey. Parece que le está pasando factura su conflicto con Daniel Luque, por el que esta plaza ha tomado partido. Veremos cómo lo soluciona. Estuvo toda la tarde valiente y dispuesto con un lote que no ayudó y que no acababa de pasar y si bien es verdad que, a veces, adoleció de torear al hilo del pitón y con la muleta retrasada cuando se cruzó y adelantó la muleta al hocico del toro, sobre todo en su segundo, consiguió alguna serie de estimable factura.

El otro triunfador de la tarde fue Borja Jiménez. Estuvo dispuesto toda la tarde, participativo en quites, le tocó en suerte el mejor toro de la tarde. Con él estuvo, una vez más, poderoso y solvente. Perfectamente colocado, siempre cruzado, intentó en todo momento torearlo con la mano baja y mucha suavidad, que es como embisten estos toros. De esta manera dio una primera serie con la izquierda -el pitón bueno del toro- muy templada y profunda para, a continuación, equivocarse y coger la derecha donde la faena bajó de intensidad. Debió haber continuado con la izquierda, cuando la retomó ya era tarde. Mató de una estocada desprendida que le valió una oreja. El público pidió la segunda, que hubiera sido a todas luces excesiva pero tal y como está la plaza…

La corrida de Victorino, excelentemente presentada, de juego desigual, cumplió en el caballo sin más y en la muleta humillando a saco las dificultades propias de este encaste, desarrollando sentido si bien dando emoción. En fin, con todos los matices que se quieran, una emotiva, sentimental y racial tarde de toros. Vivan los Toreros Machos.

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