Morante de la Puebla brilla en una faena con torería en La México
Prestancia, naturalidad, empaque, regusto, plasticidad, expresión, sentimiento... todo esto y más tuvo la faena de Morante de la Puebla al quinto toro del 16º festejo de la Temporada Grande de la México. Toda una amalgama de palabras que se pueden concentrar en una sola. Torería. Porque la faena del genio de La Puebla al berrendo de Fernando de la Mora podía irse de cabeza al diccionario para ilustrar de modo gráfico tal definición. Su tauromaquia puesta al servicio del toreo para convencer a un toro mediano, al que hizo embestir, acabó cuajando y, como ocurriera el pasado año en Alicante, hasta le dio un puntillazo que hizo a los aficionados retrotraerse a estampas de La Lidia.
Faltó cordura taurina para premiar una labor que no resiste comparación con muchas de las que de modo dadivoso fueron recompensadas esta misma temporada, aunque eso sí, la vuelta fue de clamor. Sí obtuvieron premio tangible Zotoluco, por una gran estocada al que abrió plaza, y Diego Silveti, todo entrega y pundonor con el mejor lote de una corrida desigual de hechuras y comportamiento de Fernando de la Mora, que contó con un gran toro, el tercero y otro manejable que cerró plaza como los de lucimiento más factible.
Abrió la cara el segundo, distraído de salida, que apenas humilló en el capote de Morante, que aún así logró una verónica y una media de exquisito trazo. Empujó con más fuerza y genio que clase en dos puyazos, sin entregarse nunca, y echó la cara arriba a Carretero en banderillas. Morante se lo sacó al tercio para principiar faena y volvió a comprobar la tendencia del toro a soltar la cara y puntear las telas. Lo enseñó Morante por los dos pitones antes de finiquitar su faena con dos trincherazos de gran belleza y pasaportarlo con habilidad.
Al precioso berrendo aparejado que salió en quinto turno Morante le dibujó un fajo de verónicas y un garboso quite por chicuelinas que ya pusieron de su parte al cónclave. No acabó de entregarse el toro, que se movió pero sin viajar metido en las telas, pero Morante enganchó las embestidas, lo esperó y tiró de él con más largura en cada serie, dilatando cada muletazo, y poniendo expresion y naturalidad, sentimiento e inspiración a una faena de mucha importancia, con fases de toreo cumbre sobre la mano zurda. Se amorcilló el toro, y Morante sorprendió apuntillando al animal de un certero cachetazo al segundo intento. A pesar de la petición y en una temporada de abundantes obsequios presidenciales, el juez de plaza de modo incomprensible negó una de las orejas más merecidas de toda la Temporada Grande.
Zotoluco anduvo con oficio y decisión. Silveti destacó por su temple y escuchó gritos de "torero, torero" en su segundo por una ejemplar faena que remató de pinchazo y estocada para pasear una oreja.
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