Melody y el deseable puesto que obtuvo Nina en la anterior edición suiza de Eurovisión

Venía del 'Un, dos, tres' y sería la directora de la academia de 'Operación Triunfo'. En Lausana fue un sexto lugar, que ahora sería deseable. Entonces se consideró fracaso

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Nina en una reciente entrevista por su libro
Nina en una reciente entrevista por su libro

Melody está lista para actuar el martes en la primera semifinal del Festival de Eurovisión 2025 con Esa diva. Está clasificada directamente para la final del sábado. Hay expectativas de que haga un papel correcto. Es una oportunidad deseada por la intérprete de Dos Hermanas que ya estuvo a punto de cumplir este sueño en 2009. Ahora, 16 años, después, presenta toda su experiencia para pisar firme en Basilea, en el auditorio de St. Jacobshalle, el pabellón de Santiago, con un ambiente ya enrarecido desde el pasado año por la presencia de Israel. Los favoritos son por ahora Suecia, Francia y en especial la vecina Austria.

Melody es la cuarta aspirante que acude al festival tras vencer en el Benidorm Fest, cita nacida en 2022 tras experimentos con poca fortuna para buscar el candidato eurovisivo tras descalabros anteriores. Los que hemos sufrido los seguidores españoles de Eurovisión en los últimos diez años no tiene nombre. Salvo Chanel, lo demás nos dejan un regusto musical amargo. Malditos televotos.

Melody con su bata de cola
Melody con su bata de cola / RTVE

Durante casi 30 años (del 72 al 2000, y con excepción en el 76) en la cadena pública se optó por la designación, por la llamada “selección interna”, sin que trascendieran formalmente los nombres barajados entre las discográficas. En 2001, al fin, se decidió crear una preselección a raíz de los malos resultados encadenados de los elegidos directamente a lo largo de los 90 salvo la malagueña Anabel Conde, segunda en 1995.

De aquella selección de 2001 (Eurocanción) surgió David Civera, que fue sexto en Europa con Dile que la quiero (el mejor puesto en este siglo tras Chanel en 20223), en competencia con quienes serían los reyes de aquel verano, Raúl y el dúo Sonia y Selena, rivales de Melody en el pasado encuentro en Benidorm.

A lo largo de esos años de designaciones por selección interna hubo aciertos cuando Eurovisión era un acontecimiento más clásico, como los segundos puestos de Mocedades (73) y Betty Missiego, eterna vencedora moral, 79, o el cuarto de Bravo en 1984 tras el injusto último puesto de Remedios Amaya.

A finales de los 80 el propio Eurovisión se dispersaba en estilos. a la búsqueda de una fisonomía más actual que no cuajará hasta quitarse complejos entrados los años 90. En esas ediciones donde las convenciones de lo melódico se imponían en las votaciones ante cualquier propuesta heterodoxa, en 1989, Juan Carlos Calderón persistió en lograr el primer puesto que se le había arrebatado con el Eres tú del 73 y probó con una de las reconocidas voces de ese momento, aunque no hubiera despegado en una trayectoria comercial discográfica.

Tras el fiasco (un castigo excesivo) con Paloma San Basilio en 1985, que quedó por la cola (y TVE había mandado el moribundo festival al UHF), Calderón se animó a reintentarlo cuatro años después y con el programa estelar ya recuperado para la Primera Cadena. La elegida para su cuarto intento fue la barcelonesa Anna María Agustí Flores, que dicho así nadie la identificaría como Nina, la que sería directora de Operación Triunfo en el ‘eurovisísimo’ año de Rosa López en 2002, primera promoción de la academia.

Nina en su disco eurovisivo
Nina en su disco eurovisivo

Cuando Nina se presentó en Suiza con una poderosa balada, Nacida para amar, que exaltaba su voz y su pelazo rizado, procedía un año antes del Un, dos, tres. Había sido azafata del concurso más visto de la historia, sumándose a la tripulación que actuaba en cada gala. Nina había sido presentada allí por su valedor, el compositor Xavier Cugat, que vio en ella todo el potencial que se confirmaba en cada interpretación de su orquesta. Con su pelo que podría competir con Marge Simpson, y una sonrisa ancha, Nina se incorporó por petición de Chicho y, con el inicio de una nueva temporada, formó parte de las noches del 87 y el 88, durante 18 programas, acompañando a Mayra Gómez Kemp y compartiendo coreografías con Kim Manning o Isabel Serrano.

Nina (que en la intro de su actuación eurovisiva aparecía con el presidente del COI, su paisano Juan Antonio Samaranch, en su oficina de Lausana preparando el 92) terminó siendo sexta, una decepción más para Calderón. Es un puesto que ahora nos sabría a gloria y que por entonces supo a poco. Hoy lo firmaríamos para Melody.

En aquella edición, tildada por la BBC como “el fin de Eurovisión”, ganó un país que ya no existe, Yugoslavia, con Rock Me, a cargo de un conjunto de chicle de un rincón europeo que iba a estallar poco después de ser anfitriona del festival en 1990. El grupo representante británico Live Report, con sonido muy Queen, fue segundo. Acopiaron más “twelve points”, pero no fue suficiente ante la única victoria eurovisiva yugoslava como endemoniado puzzle. En verdad en aquella anterior edición helvética debió haber ganado Reino Unido.

Tal vez a la popularidad de Nina le pasó factura lo que se consideró en ese momento como un pobre papel en Eurovisión aunque estuvo muy bien tanto en lo artístico como en la consideración del jurado. Su escotadísimo vestido minifalda rosa Barbie, con guantes negros, entre Cher y Whitney, ahora se contempla como una sublimación ochentera. Sí, en ese momento hubiera sido mejor otro vestido, pero el paso del tiempo ha sido indulgente con su look. Como solista Nina no encontró seguidores en unos tiempos de tantos nuevos valores musicales, géneros, estilos. Demasiada competencia aunque fuera en el momento en el que más discos (convivían vinilo y cd) se vendían.

Las actuaciones en directo, los musicales, le fueron dando la experiencia definitiva a Nina, siempre voz brillante y actriz experimentada que reaparecería para el gran público en la academia de Operación Triunfo, doce años después. Los niños que la vieron en el Un, dos, tres, eran los hermanos mayores de Rosa y Bisbal. Nina fue la que tuvo que motivar aquella noche de Tallín en la que la granadina fue séptima y los españoles entendieron que Eurovisión es mucho más serio e ingrato de lo que parece.

Tras tres años en OT, aquella representante del 89 regresó a los musicales, a Cabaret y, en especial, la primera versión en España del glorioso Mamma mía, en favor de los monumentales suecos de Abba. Volvió a participar en el talent al que ayudó a dar forma y fue jurado en Benidorm. Además de escribir libros sobre su experiencia traumática con una menopausia precoz, su experiencia como formadora y coach la traslada ahora en un centro que dirige para modelar y cuidar voces.

Ojalá Melody la iguale en Basilea y nos endulce con un sexto puesto. O quién sabe, improbablemente, algo mejor aún.

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