Hoy recorremos un espacio único, singular e irrepetible en la capital gaditana tanto por su decoración como por su ubicación. Su propietaria, una amante del campo y la naturaleza, ha creado en un antiguo local en la plaza de Las tres Carabelas, ayudada por la constructora R.C.A. Bahía, el arquitecto Daniel Freire y el maestro de obras Francisco García Murillo, su pequeña cabaña. Este refugio urbano de aires rurales simula una casa de cortijo, con sus esteras, cerámicas, sus vigas de madera, piedra ostionera, su suelo de Tarifa e incluso un árbol.

La casa ocupa una superficie de 75 metros cuadrados repartidos en cocina, salón, estudio, dormitorio con vestidor-granero y baño.

Una entrada con un portón marroquí de pino, con su mirilla, da la bienvenida. A través de unas escaleras en las que ha utilizado vigas de madera de pino Flandes para sus escalones y tronco de pino costero para su barandilla, se accede al interior de la vivienda.

En la cocina se utilizan diferentes materiales; una de sus paredes está revestida con piedra vista y la combina con una encimera de madera de iroko y la madera de pino de su mobiliario. Otro lateral de la cocina lo ocupa un mueble de mampostería que utiliza de almacenaje. Un barril de gran altura, junto con un conjunto de banquetas altas de madera y enea y pintadas en verde Tyffany y rojo, se usa como mesa para el aperitivo. El material utilizado para el suelo es mármol travertino sin pulir.

En un lateral, un original árbol de gran tamaño realizado en cemento y en el otro lateral, una columna de piedra ostionera, limitan la cocina y el salón.

En la parte central del salón se ubica una mesa de madera de mango con un conjunto de sillas de color madera y enea. Una de sus paredes laterales está presidida por una chimenea revestida de piedra con un tronco de madera de iroko en su parte superior. El otro lateral lo cubre una pared rústica blanca con unos ladrillos costeros, a la cual llegan las ramas del árbol mencionado. Trozos de madera procedente de vigas antiguas se utilizan como repisas, sobre las cuales se apoyan objetos decorativos. Los espacios descritos se cubren con unos techos de gran altura con vigas de pino Flandes de principios del siglo XIX.

Un arco de piedra ostionera conduce al estudio, el cual, combina en sus paredes de mortero con la piedra ostionera. Una mesa de madera de tipo tocinera se utiliza como mesa de trabajo junto a una silla de enea. En uno de los laterales se ubica un sofá con una tapicería de cuadros de diferentes colores junto a una mesa pequeña realizada con un tronco de roble y cristal en su parte superior. A todo ello le acompañan esterones, algún arcón de madera y plantas. Para el suelo del estudio se ha utilizado la losa de Tarifa. Un pozo realizado en madera con cascada de agua limita el espacio descrito con el baño.

El baño es una estancia amplia que combina entre sus materiales el suelo hidráulico y la piedra caliza. Un lavabo circular realizado en piedra natural, apoyado sobre una encimera de pino natural, protagoniza parte del espacio. Para el suelo de la ducha se ha utilizado la piedra y el agua de cae del techo, estilo cascada. En su pared cuelga en la parte superior del lavabo un espejo de madera de pino, que aumenta la dimensión del baño.

Una escalera de caracol de hierro comunica con la parte superior, donde se encuentra el dormitorio y un lugar diseñado como granero que se utiliza de vestidor. En la parte superior de la cama se coloca como parasol de la ventana una estera, que hace la función de cabecero. Uno de los laterales del dormitorio lo ocupa un gran armario de madera con puertas de graneros con hierros forjado. Seguido de la habitación se ha creado un pequeño puente con su barandilla de madera que comunica con con un pequeño espacio diseñado como granero que se utiliza como vestidor.