Alfonso Ramírez de Arellano. Psicólogo clínico de adicciones

"Todas las adicciones generan patología"

Alfonso Ramírez de Arellano, con un ejemplar de su último libro 'Gramática de prevención de adicciones'.

Alfonso Ramírez de Arellano, con un ejemplar de su último libro 'Gramática de prevención de adicciones'. / José Ángel García

Alfonso Ramírez de Arellano ha trabajado como psicólogo clínico de adicciones y psicoterapeuta de familia durante más de 30 años. Ha publicado diversos libros sobre adicciones como Actuar localmente en (drogo)dependenciasPistas para la elaboración de estrategias, planes y programas municipales (GID), Coaching para adictos o Integración y exclusión social (Atenea), Dramadependencia. Dice que con el último, Gramática de prevención de adicciones. Documento técnico para la prevención local de las adicciones, quiere contribuir en "la renovación del sector" a través de una radiografía de su situación actual y un conjunto de propuestas de futuro con alternativas locales. 

- ¿Qué se considera hoy adicción en términos de salud?

- Hay muchas definiciones de adicción, pero hay una que me gusta mucho y que he rescatado de la Organización Mundial de la Salud que la define como una enfermedad física y psicoemocional que crea una dependencia con necesidad hacia una sustancia, actividad o relación. Me gusta precisamente por esta última parte. Va más allá de las drogas. Aunque tiene unos años, creo que ahora mismo está en plena actualidad.

- Solemos clasificar las adicciones como legales (juego, apuestas, café, tabaco, alcohol) e ilegales (heroína, cocaína…), pero desde el punto de vista sanitario, ¿todas generan patología?

- Todas pueden generar patología y, prácticamente, de la misma manera. Hay dos características asociadas a las adicciones en la mayoría de los casos. Una que tiene que ver con que la dependencia puede crear un síndrome de abstinencia cuando se suspende bruscamente el suministro de la sustancia, la actividad o la relación que ha provocado esa adicción. Y otro fenómeno, que es el de la tolerancia, es decir, que cada vez hace falta una dosis mayor para conseguir el mismo efecto. Estos fenómenos se dan en todas las adicciones, sean de tipo tóxico, por sustancias, o de cualquier otro tipo.

- ¿Existe un patrón que describa al adicto?

- Cada persona es muy diferente. No existe un sólo patrón de persona adicta. No es lo mismo ser adicto a la cocaína que hacer un uso indebido del teléfono móvil y ser adicto a él, por ejemplo. O tener una dependencia emocional tóxica. El fenómeno de fondo es el mismo, producen los mismos problemas sanitarios, pero las características de las personas son diferentes dependiendo de la circunstancia, de la conducta y de la sustancia. Esto nos lleva a que hay que intentar hacer una prevención suficientemente amplia y comprensiva para que quepan todos los tipos de problemas que se dan en relación con ella y, a la vez que sea, suficientemente, discriminativa o especializada para que pueda atender en su singularidad cada caso.

- ¿Todos podemos ser adictos en algún momento de nuestra vida?

- Absolutamente, sí. Igual que se dice con otros trastornos relacionados con la salud mental, que todos podemos tener algún trastorno, todos podemos llegar a ser adictos. Probablemente, unas personas tendrán más factores de riesgo o más probabilidad de un tipo de adicciones que de otras, pero todos podemos llegar a ello o, al menos, a hacer un uso abusivo de algo.

- Acaba de publicar Gramática de la prevención de adicciones, un libro financiado por la Consejería de Salud en el que hace un recorrido por las últimas décadas de prevención en nuestro país. ¿Cómo resumiría ese camino?

- Hay varias líneas que pueden caracterizar la evolución de los programas de prevención de adicciones a lo largo de la historia. Una va de la evitación al fortalecimiento. Esto quiere decir que los programas originales lo que hacían era alertar a las personas de que se alejaran de la droga, entendiendo que la droga en esa época era básicamente la heroína, alejarse de los consumidores o traficantes. Hoy se habla de fortalecimiento. Es decir, de habilidades y competencias psicosociales que lo que ayudan es a hacer más fuerte a las personas y grupos para resistir los factores de riesgos o los problemas que se presenten en la vida. Otra línea, está relacionada con fomentar la autonomía. La mayoría de los programas de prevención van llenándose de elementos con autocontrol, autoestima, autoeficacia... y tiene sentido porque el fondo de la acción es una dependencia y lo contrario de una dependencia es la autonomía. En tercer lugar, otra línea es el haber pasado de la evitación de los riesgos a programas de promoción de salud individual y colectivos. También decir que se ha pasado de métodos más doctrinarios a otros más activos o participativos y grupales, constructivos e, incluso lúdicos.

- ¿Para qué sirve este manual que acaba de publicar?

- Fundamentalmente quiere ser una herramienta práctica para técnicos de prevención, pero también para agentes preventivos. Agentes preventivos podemos ser todos si decidimos actuar. También para voluntarios, los que hacen prevención entre iguales, asociaciones, ciudadanos y a políticos. 

- ¿Cómo pueden participar los políticos en la prevención de adicciones?

- Como este manual va dirigido, sobre todo, a la prevención local, los políticos a los que me refiero son alcaldes y concejales, que tienen en su mano muchas posibilidades de acción en prevención. Lo mejor que pueden hacer es introducir elementos preventivos en cada una de las delegaciones municipales. 

- Póngame ejemplo...

- Desde Fiestas Mayores se puede invitar a hacer las fiestas más saludables, en vez de ser tan excesivamente alcohólicas o tóxicas, como llegan a ser en muchos casos. No se trata de hacer prohibiciones, sino recomendaciones de alternativas más saludables. Desde el ámbito del ocio y el tiempo libre está demostrado que hacer actividades que sean alternativas a una forma de divertirse que sea exclusivamente basada en el consumo, también es preventivo. También desde los programas de deportes se puede hacer campañas de prevención con mucha facilidad, al igual que desde las áreas de Servicios Sociales o de Juventud. Creo que los políticos pueden abrir los ayuntamientos para que desde sus delegaciones se puedan hacer programas de prevención de adicciones.

- En la introducción de su libro señala que con esta obra pretende contribuir en la renovación del sector. ¿A qué se refiere? ¿Es necesaria?

- Sí, y en varias líneas. Una de ellas es que la prevención de adicciones se dé la mano de la atención de la salud mental. Son dos campos que se parecen mucho. En más del 90% la actividad preventiva es la misma. Tiene que con habilidades socioemocionales o enseñanzas desde muy pequeños. Promocionar ese tipo de programas es una tarea conjunta de Salud Mental y de Adicciones, con lo cual un paso sería que se integraran. Y, otro, que la prevención de adicciones se integrara más dentro del sistema sanitario general, que vive como si fuera una especialidad un tanto aparte. El otro gran hándicap es la falta de inversión. No se puede llenar la boca hablando de la prevención sin invertir recursos. La prevención de adicciones es la hermanita pobre de las políticas de drogas. Hay que invertir más en técnicos, en recursos materiales y en recursos humanos. 

- ¿Qué suponen para los sistemas de salud pública las adicciones?

- A nivel de asistencia de personas que ya tienen un problema, es de destacar que existe toda una red de atención que es bastante completa, compuesta por profesionales de distintos perfiles, como sanitarios, psicólogos, trabajadores sociales... Son equipos de trabajo que están distribuidos, normalmente, de manera comarcal y en las capitales hay varios. Es una red perfectamente adaptada a las necesidades de las adicciones tradicionales, que han sido clásicamente más relacionadas con tóxicas. Ahí creo que, quizás, lo que deberían hacer es adaptarse a las nuevas adicciones que son sin sustancias que son a nuevas tecnologías o al juego. El sistema sanitario de salud no tiene por ahí grandes déficit. Lo que le faltaría es darse la mano con salud mental y más recursos en prevención. No se trata sólo de atender el problema cuando ya se ha producido si no de poner medidas antes de que ocurra.

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