Los sonidos del silencio del Jueves Santo de Huelva

Crónica

Los onubenses se congregan en el corazón de la ciudad para seguir las cofradías de Oración en el Huerto, Misericordia, Buena Muerte y Los Judíos en una jornada de tiempo primaveral

Santo Cristo de la Misericordia. / Clara Carrasco
J. M. Lugardo

15 de abril 2022 - 00:08

La madera del paso del Santo Cristo de la Misericordia no cruje. Algunos vendrán con el cuento del revés. De la ciencia y de la lógica. Pero esa madera ni se contrae, ni se dilata. Digan lo que digan. Que serán los mismos que no se callan cuando Cristo pasa muerto en la cruz el Jueves Santo. El que ve a Dios hecho hombre al contraluz. De espaldas. Alejarse. Abatido. Y no escucha más que el silencio de su corazón, sabe que lo que cruje no es la madera. Es la delgada línea que separa el hoy y el mañana. Es la vida y la muerte. Es ahí cuando enmudece Huelva. Y calla. Y se acabó cualquier argumento que sostenga la lógica.

Son los silencios de Huelva los que se escuchan el Jueves Santo. Son las huellas de un cortejo que está en los altares cofradieros. Es la respiración de cuatro hachones que derraman su vida a los pies del Señor. Es el humo. Fuliginoso. Denegrido. Que oscurece más la cruz de un camino fúnebre que sigue el ritmo que marca el muñidor. En el ruán de sus hermanos se impregnó el mejor de los sonidos. El silencio. La elegancia y la sobriedad. Que no se explica con palabras porque el silencio solo se escucha. Y no hay más.

Sin hablar, también, iba un pequeño costalero bajo el manto de Nuestra Madre y Señora de los Dolores Coronada. El mejor lugar para escuchar el silencio de los varales de un palio que es de otra categoría. Sin distinción. Lo que pasea cada Jueves Santo la Hermandad de la Oración en el Huerto es un patrimonio que está más cerca del cielo que de la tierra. Y la cadencia del palio es para repartir baberos. De mármol a mármol. Como para no estar en silencio.

Y si no que se lo pregunten a los manigueteros. Que son quienes más tiempo hablan con la Virgen. En silencio. Estos son los sonidos de Huelva y su Jueves Santo. Es la pareja de ancianos que se sienta en su palco a la espera de que se abran las puertas de la Concepción. Los dos esperan en silencio. No les hace falta hablar porque ya lo han oído todo. El tiempo es el quien les dijo que ahí está Dios mirando al cielo bajo un olivo. Y es al único que quieren escuchar.

Son los silencios de Huelva los que se escuchan el Jueves Santo. Tan solo hay que ver cómo venía de lejos a la Buena Muerte. Y las paredes que se tallaron a su semejanza cuando pasó. Son las sombras de la salvación. Que te lo dicen en silencio. Y que te lo corrobora Nuestra Madre. Consolación. La Plaza de las Monjas se santiguó mientras Cristóbal Colón marcaba la dirección a una cofradía que reza soñando. Así es un Jueves Santo en Huelva. Con sabor a madera y a devoción.

Y en silencio ora la Virgen a una cruz que tanto odió. Los onubenses calman su pena y los sones de Villalba del Alcor recuerdan que pocos días llegará la Resurrección. La Hermandad de la Buena Muerte es un equilibrio entre el gozo y el dolor. Hay un silencio por fuera mientras late el corazón. Ahí está la vida. La salvación.

Poco a poco se consuma la Semana Santa. Son promesas que se cumplen. Son las voluntades del Señor. Y a la cruz del Santísimo Cristo de Jerusalén y Buen Viaje, lo siguió otra cruz. Un penitente. Uno solo. Que solitario, esclavo de cadenas en los pies lloró. Rezó. Son los silencios de Huelva los que se escuchan el Jueves Santo. Desde la Merced vinieron unos Judíos a decir que están de aniversario. Es su año. Y en silencio marcan un camino de celebración. María Santísima de los Dolores ya repartió su amor en el Vía Crucis del Consejo. Y en una ráfaga de luz alumbró una noche mercedaria para milagro de la primavera.

El centro, su gente, agiganta el corazón de Huelva cada Jueves Santo. Esto es así. Lo hizo grande. Fue por los cuatro costados. La firma, de sus cofradías. Y el sello, de sus hermanos. Y entre el público, en el carmín de unos labios, volvió a encenderse la vida para la gloria de los enamorados. Y se iluminó en silencio, que es como mejor se escucha cada Jueves Santo.

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