El flamenco deja los tablaos para rezar por saeta en la Semana Santa

Desde aquellos primeros rezos de los franciscanos a los cantaores en las procesiones

Saetas al Señor Cautivo en el Asilo de Ancianos, en la tarde del Lunes Santo.
Saetas al Señor Cautivo en el Asilo de Ancianos, en la tarde del Lunes Santo.

Quiero hablar en estos días de Semana Santa de los actos que en Huelva, desde siempre , hemos llevado a efecto, con orgullo, conocimientos y cariño, como rezar o cantar a las imágenes de los pasos que salen en procesión por nuestras calles, por la gran cantidad de aficionados y profesionales que hemos tenido en nuestra tierra, dotados de este hermoso arte de hacerlo por saeta.

Se ha escrito por experto y grandes entendidos que a finales de los siglos XVI y XVII comenzaron a cantarse estos cantes, conocidos hoy como saeta, por supuesto, no del estilo o manera que la hacemos en la actualidad, sino de otra forma entonces conocida con el nombre de coplas religiosas, que eran entonadas por las calles entre los franciscanos, para inducir a los fieles a la piedad y el arrepentimiento. Este tipo de copla era un cante triste, según algunos, pero no un triste cante, que es lo que yo diría, de lamento y dolor originario de las mezquitas, de rezos y plegarias en las sinagogas judías, como dramas litúrgicos en la que, a través de los mismos, se transmitían a base de mensajes-consignas e informaciones coplas en vía crucis por los fieles en las iglesias. Luego pasaron a ser narrativas, por medio de salmo o pregón, en los que se comentaba y hablaba de los misterios de Nuestro Señor Jesucristo.

Es muy importante comentar que este tipo de saeta, llamadas viejas o antiguas, en nuestra provincia existen desde entonces. Tres pueblos que las cantaban y aún cantan:

-Ayamonte, donde existe la saeta vieja, que lleva unos tercios largos y continuados, pausados, tranquilos y monótonos, con aires de pregón antiguo.

-Moguer. Se cantaron y aún se continúan haciéndose -sobre todo, mi amigo Manolo Batista- la saeta vieja, largas y extensas, de sabor añejo, pero sosita, con tres estilos, llamados la Oración en el Huerto, la Sentencia y la Justicia. Siendo la primera, la más corta de todas.

-Alosno. Como tierra cantaora, musical y cuna del fandango, tiene otros tres estilos, dentro de la saeta antigua, que son de lamentaciones tristes, muy similares a las comentadas antes -tristes, de tercios alargados- y otras más populares, que todavía se cantan y dicen: "Amarrado a una columna/ sea por calles llevado/ llora amargamente María/ viendo a su hijo amado/ porque le falta la guía/ en el sepulcro enterrado".

También existen otras ciudades andaluzas con saetas propias, como las cuarteleras de Puente Genil, las marcheneras de Marchena, las samaritanas de Castro del Río (Córdoba). Las quintas, de la Hermandad el Cristo de San Pedro de Marchena, que son las más antiguas que existen, se cantaban en el intermedio de cada una de las Siete Palabras, alusivas a la Expiración del Señor y, posiblemente, son de las que más estilos distintos y variados existen.

Estas saetas permanecen muchos años estancadas, olvidadas, e ignoradas por el pueblo, sin apenas hablarse, ni escucharse, como saeta vieja, en estado de tranquilidad absoluta, hasta que en los siglos XVIII y XIX, empiezan de nuevo a escucharse y cantarse, haciéndose más populares y aflamencándose. Desde tal punto que el prestigioso escritor y flamenco José Blas Vega dice que Tío Luis de La Juliana fue el primero de los cantaores flamencos que se conocieron, y cantó La Toná de Cristo, en el siglo XVIII, estilo que se canta actualmente como remate o final de la saeta por seguirilla.

Don Antonio Chacón cantó una saeta que de joven le había escuchado a no sabía quién y no quería que nunca se pudiera perder, y que desgraciadamente no la dejó grabada.

El pasado siglo XX, el gran cantaor Enrique El Mellizo, se dice que en su Cádiz natal, junto a sus hijos, en un balcón cantó una saeta por seguirilla, pero de ninguno de los casos citados aquí existen grabaciones que nos lo puedan demostrar.

Desde entonces empieza hablarse de la saeta por seguirilla, entroncadas totalmente con el pueblo andaluz, que llegan a hacerse hijas adoptivas y predilectas del flamenco, que transmite todo el sentimiento y grandeza que propician estos cantes.

A finales del siglo XIX se escucha una saeta que la llaman saeta llana, por la simplicidad y sencillez de la misma, que cantó La Rubia de Málaga y que fue grabada por La Niña de Los Peines. Este estilo dio lugar a la saeta flamenca, con aires de seguirilla, que empieza a interpretarlas, a la vez que escucharlas, de diversas y distintas maneras, por diversos cantaores y aficionados flamencos, en la que se basan los escritores, expertos y entendidos para promocionarlas y elogiarlas, por las dificultades y hermosura que contienen las mismas.

Paulatinamente se cambian las formas y estilos, se cantan mejor, más difíciles, y flamencas, hasta llegar a nuestros días, a través de los años, existiendo una serie de grandes artistas y cantaores que de una manera fueron quienes forjaron la evolución de este maravilloso cante por saeta.

Tras la saeta por seguirilla se canta la saeta por el estilo de martinete, con variantes de toná y debla, aunque el cante por martinete es la forma y estilo más antiguo del cante flamenco, como tal cante, pero por saeta se cantó posteriormete por este palo.

Después surge y se canta la saeta por carcelera, oriunda de Córdoba, llamada carcelera vieja de Córdoba.

El año 1944 se canta la saeta conocida por saeta malagueña, de poca aceptación y popularidad. La cantó El Malagueñino.

En los año 1925/30, en Sevilla, en la Plaza de San Lorenzo, ante una enorme multitud de personas, desde un balcón se escucha una poderosa y flamenca voz que canta una saeta por seguirilla al Señor del Gran Poder, que apabulla e impresiona a todos los presentes. Es la generación del cantaor Manuel Centeno, Se aseguró que había sido Manuel, pero nadie supo, quiso o pudo escribir, qué Manuel era, pues en todo su esplendor estaban los cantaores Manuel Torre, Manuel Vallejo, Manuel Centeno, y nadie supo qué Manuel cantó esta saeta.

Esto ocurría hace menos de un siglo y nadie lo pudo garantizar, al no existir grabaciones ni nadie que lo hubiese dejado escrito, aunque muchos se inclinan por Manuel Centeno. Entonces podemos decir, ¿quién puede garantizar quién canto la primera saeta?

Desde entonces la saeta toma una enorme importancia en el flamenco, como asimismo en la Semana Santa, donde existieron y en la actualidad existe una enorme lista de grandes interpretes de este cante. En la que no podríamos olvidar a Manuel Torre, Pepe Pinto, La Niña de los Peines, Enrique el Mellizo, Niña de La Alfalfa, Gracia de Triana, Antonio y Manolo Mairena, Vallejo, Manolo Caracol, M. Centeno, Vallejo, Fosforito, Paco Isidro, Pepe Sanz, Antoñita Moreno, M. Sosa Castillo, El Ruiseñor de Huelva, El Muela, Ildefonso Pinto, El Puebla, Pepe de la Bomba.

Paco Cerrejón y Paco Garrido, El Cañita, Paco Maestre, El Peque, Niña de Huelva, Carnicerito, La Pera, la familia Azuaga y un largísimo número de cantaores del siglo pasado y un elevado número de artistas locales, de la actualidad, como Arcángel, Rocío Márquez, Argentina, Pepe el Marismeño, Regina, Sebastián Cruz, Tina Pavón, Jeromo Segura, Guillermo Cano, Eduardo Garrocho, Mario Garrido, Beatriz Romero, Rafael Jurado, y una lista interminable de jóvenes figuras del flamenco, que seguirán la estela de los grandes cantaores de saeta, que hemos presumido de tener en nuestra capital y provincia.

Una vez expuesto y comentado el tema de la saeta y su historia, me preguntaría cómo posiblemente lo harán ustedes, el dónde, el cuándo, el cómo e, incluso, el quién entonó, popularizó y cantó por primera vez, la saeta flamenca.

¿Quién dio el nombre de saeta a esas coplas populares?

No habrá palabra más apropiada para calificar tales estrofas, que el pueblo canta al Cristo, en su agonía, ni a la Virgen en su dolor.

La saeta es llana y sencilla, es torpe en su nombre, pero es muy rica en delicadeza y emoción, que manan de las fuentes del sentimiento popular, que nunca se ciegan ni se pierden. Como música, la saeta ofrece una superioridad sobre otros cantes pues sólo existe la voz solitaria del cantaor, sin ningún tipo de acompañamiento ni compás de ninguna clase, que pueda seguir, aporta toda su emoción, frescura, excitación de entusiasmo y grandes emociones, que agudizan la hermosura y grandeza de este difícil y grandísimo cante enfrentándose al gran problema, de efectuarlo en la vía pública, ante un público que no guarda el debido respeto al cantaor, que habla y desvía la atención del artista, un niño que llama o grita a su madre, y muchos otros problemas que se les presenta al saetero, aparte el respeto y emoción, que supone tener ante tus propios ojos a la imagen sagrada del Cristo o de la Virgen a la que le estas rezando, por saeta, al que no has cogido el tono que tu necesitas, y te puede salir excesivamente alta y no poder terminarla o, por el contraria, hacerlo más bajo de tu tono, y poder quedarte ahogado y sin voz, por lo que el cantar saeta es el cante de los más difíciles y duros del flamenco.

Por todo lo expuesto, la saeta ha mantenido su esencial estilo y sentido religioso y flamenco, que a través del tiempo ha ido cambiando las formas, las maneras, conservando su verdadero y auténtico estilo y pureza, a la vez que mejorando y progresando, haciendo de la saeta actual en su interpretación, conseguir una categoría impresionante, en lo referente a su ejecución y forma de cantarlas.

Y es curioso ver cómo el flamenco, que antes era un cante de tabernas, de ventas, reservados, fiestas y jaranas, se une a lo religioso, entra en las iglesias y capillas, en la calle contacta con el misterio de la Semana Santa, a través de la saeta, para renunciar, en estas fechas, a su estilo alegre y bullanguero y transformarse.

Y se hace voz y rezo, cante y plegaria, entrega y devoción, y en plena calle entre cirios y bambalinas, perfumado con olores, de azucena, incienso y azahar, se hace silencio, cuando el cantaor se dispone a transmitir todo su arte, a través de sus cantes por saeta, acrecentándonos, haciéndonos cómplices de Dios, hermanos y participes de su gloria. La saeta son como hijas adoptivas del flamenco, transmitiéndonos el sentimiento y la emoción, que propicia este palo del flamenco, que en los últimos años ha logrado alcanzar una enorme popularidad y esplendor en toda España.

La auténtica realidad en el mundo de la saeta es la importancia que ha adquirido a través del tiempo y de los años, tanto en el mundo flamenco, como en el mundo cofrade, a la que se han agregados un sin fin de artistas, escritores, poetas, licenciados, que le han dedicado tiempo, versos, escritos, poemas entre los que destacaríamos, a don Antonio Machado, que definió mejor que nadie la saeta, ciñéndose al texto de una de las más populares, que escuchó, y muchos de nosotros oímos a nuestros padres y abuelos, que decía:

"Quién me presta una escalera/ para subir al madero/ para quitarles los clavos/ a Jesús El Nazareno".

Con esta letra de saeta compuso el arquetipo de un poema, cuyo verso medido y comprendido, que apunta a lo infinito, con nuestra costumbrista y religiosa poesía, recitada y cantada al ritmo de compases populares, para captar lo transcendente y transmitirlo de manera sencilla, como él, con su temple y saber, decía:

"Oh la saeta al cantar/ al Cristo de los Gitanos/ siempre con sangre en las manos/ siempre por desenclavar".

"Cantar del pueblo andaluz/ que todas las primaveras/ andan pidiendo escaleras/ para subir a la cruz".

"Cantar de la tierra mía/ que echa flores/ a Jesús en su agonía/ y es la fe de mis mayores".

"Oh, no eres tu mi cantar/ no puedo cantar ni quiero/ a ese Jesús del Madero/ sino al que anduvo en el mar".

stats