Semana Santa

La Soledad: 25 años de un reencuentro

  • La reapertura de la ermita se produjo en 1995, después de que la dejaran en 1855

  • El pueblo hizo suya la reivindicación para restaurar el templo

Nuestra Señora de la Soledad a su llegada a la ermita de la Soledad el 17 de marzo de 1995.

Nuestra Señora de la Soledad a su llegada a la ermita de la Soledad el 17 de marzo de 1995. / Espínola

Hay momentos que marcan la vida de una hermandad. Eso es lo que le ocurrió la Hermandad del Santo Entierro cuando el 2 de febrero de 1855 tuvo que marcharse a la parroquia mayor de San Pedro, por el desplome de la techumbre de la ermita de la Soledad, que pasaría luego a tener muy diversos destinos socio caritativos. Una vida en la parroquia mayor de San Pedro donde se incorpora al culto de la cofradía y después como titular Nuestra Señora de las Angustias.

Mientras, que hay otra fecha que nos invita a echar una mirada hacia atrás, que es la vuelta al culto de la ermita de la Soledad y del traslado de la Hermandad del Santo Entierro a su casa de siempre. Eso ocurrió el 18 de marzo de 1995, lo que va a hacer 25 años. Una fecha para la historia no solo de la cofradía oficial, sino para Huelva y para el barrio de San Sebastián, pues se convierte en símbolo del mismo tras su gran transformación urbanística sufrida. Hubo una hermosa antesala con la vuelta de las imágenes, en un cortejo sobrio e histórico presidido por el que fuera su hermano mayor, el recordado Rafael Jurado. La luna alumbró el camino cofrade de vuelta a su casa y la ciudad hizo un cordón humano para palpar de cerca tan fragante momento.

Quienes lo vivimos lo tenemos grabado en nuestra memoria cofrade y onubensista. Recordando aquellos momentos difíciles de su restauración nos sentimos unidos a tantos onubenses que reivindicaron su restauración que, como en tantos otros momentos de nuestra historia reciente, se inició en las páginas de Huelva Información, por su compromiso con la ciudad y con su patriomonio histórico, que es lo que se sigue manteniendo en esta casa.

Destacamos esa imagen que hoy vuelve a ilustrar las páginas del periódico, que es la vuelta de la Virgen de la Soledad rodeada de ciento de personas. Allí está también el recordado amigo Enrique Biedma en su escalera que lo iba grabando cada detalle para su disfrute y el de todos nosotros.

La Virgen de la Soledad en su entorno de siempre. Una imagen nueva pues la primitiva fue destruida al igual que todo el patrimonio de la cofradía oficial en el asalto a la parroquia de San Pedro ocurrido durante la Guerra Civil. Sólo se conserva el rostro del Cristo Yacente al que se le ensambló un nuevo cuerpo, pero la espiritualidad es la misma y la ermita ofrecía un aspecto encantador gracias al celo que puso en ella el arquitecto restaurado, Alfonso Martínez Chacón. Una restauración que se realiza gracias al empeño del alcalde Juan Ceada Infantes, para conseguir los fondos económicos necesarios y la entrega generosa de El Corte Inglés que por aquel entonces estaba recién instalado en nuestra ciudad, siendo hoy un centro comercial referente en la ciudad.

El acontecimiento más relevante se grabó en letras de oro en la víspera del día de San José. El obispo de Huelva, Ignacio Noguer Carmona, bendijo las obras de restauración del templo y todos nos rociamos del agua esparcida en aquella nave que se abre nuevamente para ser casa de oración.

Un solemne quinario previo al traslado que se celebró del 13 al 17 de marzo en el que predicaron José Antonio Díaz Roa, Urbano Monedero Navarro, José Arturo Domínguez y Felipe Fernández Caballero. Las imágenes que estaban en su capilla quedaron el último día a los pies del altar mayor.

En la homilía de despedida, el copárroco de San Pedro, Felipe Fernández Caballero, señaló que la parroquia estaba acostumbrada al desprendimiento, siendo como una ley de vida, como el hijo que se emancipa de la madre. Manifestó que el gozo espiritual era muy superior al dolor de la independencia de los hijos. Un traslado que consideró además causa de alegría, motivo de responsabilidad en la nueva tarea que se le encomendaba en la ermita, para convertirse en lugar para el encuentro fraterno y la práctica de la palabra de Dios. En su deseo quedó latente que la nueva casa se convierta en un ámbito fraternal, sede del ejercicio de la caridad, del sentido de la justicia y casa de misericordia. En ello se encuentra hoy la hermandad, estando al frente como hermano mayor Javier Mesa.

“Podéis ir en paz”, fueron las últimas palabras del párroco de San Pedro. Las calles Juan Agustín de Mora, Plaza de San Pedro y Jesús de la Pasión abrazaron a los dos templos.

Al acto acudieron las hermandades, Unión de Cofradías y Ayuntamiento de la ciudad, acompañando a los hermanos del Santo Entierro que vivían una jornada gozosa. En todo momento se vieron arropados por el pueblo onubense que fue en verdad quien hizo posible este traslado por su reivindicación insistente y constante, haciendo posible es encuentro y unidad de pueblo y hermandad.

La salida el Viernes Santo de aquel año también resultó gozoso, un hecho histórico del que han pasado 25 años pero que es muy importante.

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