Semana Santa

Reflexiones tras el pregón

  • l"Quise llamar a Huelva, a la cofrade y la que sin pertener a ellas disfruta de las procesiones"

Pergamino obra de Francisco Llonís entregado al pregonero por el Consejo.

Pergamino obra de Francisco Llonís entregado al pregonero por el Consejo. / h.i.

Pasó el pregón de la Semana Santa de este año, en el que quise llamar a Huelva, a toda Huelva, la cofrade y la que sin pertenecer a este mundo nuestro, disfruta viendo los cortejos procesionales, emocionándose con ellos, distrutando con la fiesta mayor de nuestra tierra. Quise llamar a Huelva para que se apreste a vivir intensamente la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Quise llamar a Huelva para que encuentre ya una solución a la hermandad que representa uno de los pasajes fundamentales del cristianismo, la Resurrección. Quise llamar a Huelva, para que sepa encontrar en la cara del Nazareno de la madrugada, Ese que espera cada día en su capilla a los onubenses de toda edad y condición, la pervivencia de la fe heredada de nuestros mayores que trasciende a los tiempos, contando las madrugadas, agarrándose fuertemente a esa vida que va pasando por nosotros.

Quise llamar a Huelva y a sus costaleros, a todos sus costaleros, en los capataces responsables de las cuadrillas en las que se integran. Quise llamarlos para que sepan encontrar a Dios en el toque del martillo, para que sepan ser costaleros empujando bajo las trabajaderas, para que sepan ser costaleros participando en las hermandades como forma de pertenecia a la iglesia, para que sepan ser costaleros de este paso o de aquel otro, que no puede haber carencia de ellos en ningún paso. Cuando a finales de los años 70 del pasado siglo empezamos aquellos primeros costaleros en el movimiento de los hermanos de costal, salíamos a la calle los días de la Semana Santa a ver cofradías con el costal bajo el brazo, buscando pasos que necesitaran relevos para refrescar a aquellos todavía inexpertos costaleros, pues era un orgullo ayudar a aquellos compañeros que ni siquiera conocías. Ojalá aquel espíritu renazca hoy en día y volvamos a ver las igualás repletas de hombres dispuestos a meterse bajo las trabajaderas, en todos los pasos, en todos, pues en todos va Ese que murió en un madero, o su Madre Bendita que es la Reina de los Cielos. ¡A esta es, Huelva!

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