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Conoce la guía para un verano saludable con tus hijos

Conoce la guía para un verano saludable con tus hijos

Conoce la guía para un verano saludable con tus hijos

Sin duda el verano es la época del año preferida por los niños. Las prolongadas vacaciones escolares hacen que sea tiempo de campamentos, viajes, jornadas interminables de juegos en la playa o la piscina, etc. Sin embargo, todo este tiempo de disfrute no está exento de riesgos y los padres saben bien que tienen que tener mucha precaución ante determinadas actividades para evitar consecuencias indeseadas. De la mano de los especialistas de Quirónsalud repasamos los problemas de salud más frecuentes del verano y nos dan las claves para prevenirlos o saber cómo actuar en cada momento.

Quemaduras solares

Cada vez estamos más concienciados del daño que puede provocar la exposición al sol sin las debidas precauciones, especialmente en niños. Durante el verano se produce una mayor radiación ultravioleta (RUV), que es causante de cáncer de piel, asegura la Dra. Adelaida Sánchez Bacallao, Jefa de Servicio de Pediatría del Hospital Quirónsalud Marbella. “Entre los factores influyentes en la aparición de melanoma, destacan las quemaduras solares sufridas en la infancia, antes de los 18 años”, defiende. De ahí la insistencia de los especialistas en inculcar la cultura de la sombra en la etapa infantil.  Hay que subrayar que es especialmente importante proteger a los menores del sol y que en edades inferiores a dos años no deben exponerse al sol de forma directa. 

“La aplicación de filtros solares debe ser un hábito ineludible cuando sabemos que vamos a estar expuestos a los rayos solares ya sea en la playa, piscina, campo o terrazas urbanas”, según la especialista. En este sentido, las cremas solares han mejorado notablemente con los años, están mejor formuladas y son muy fiables. Es importante renovar la aplicación de filtros solares cada dos horas o después de cada baño, cuantas veces sea necesario. Además, será conveniente el uso de complementos como sombreros de ala ancha, gafas de sol y los tejidos elásticos antiUV, con algo de cuello y manga larga. Siguiendo estas medidas, los niños pueden bañarse durante horas sin tener miedo a perder el efecto del fotoprotector. 

Lo ideal es la prevención, pero a veces, por descuido, se producen quemaduras solares. Los síntomas son el enrojecimiento de la piel, dolor al contacto o incluso la aparición de ampollas en los casos más graves. Además, el pequeño puede presentar un cuadro febril. “Si la quemadura es muy extensa, hay ampollas y la fiebre persiste, es necesario acudir cuanto antes al especialista para que evalúe las lesiones. En caso de quemaduras de grado leve, es importante la aplicación de cremas hidratantes (si contienen aloe vera mejor) que ayudan a calmar la piel y la ingesta de mucha agua para evitar que el menor se deshidrate”, explica la Dra. Sánchez Bacallao.

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Deshidratación, insolación, golpe de calor

Con las altas temperaturas y la exposición al sol durante un periodo prolongado, se incrementa el riesgo de perder líquidos corporales en exceso y, en consecuencia, sufrir lo que comúnmente se conoce como un golpe de calor. “Los bebés y los niños pequeños son muy sensibles a sufrir daños por estar expuestos a las altas temperaturas sin el debido cuidado”, asegura el Dr. José Luis Díaz, Jefe de Servicio de Pediatría del Hospital Quirónsalud Campo de Gibraltar.

El golpe de calor, según explica el especialista se produce cuando la temperatura de calor corporal es excesiva debido a que los mecanismos de nuestro organismo no funcionan correctamente y la temperatura ambiental es muy elevada. 

Los síntomas son dolor de cabeza, en los casos más extremos pérdida de conocimiento, cansancio, vómitos, calambres musculares, aumento de la frecuencia cardiaca… Si detectamos que un niño está sufriendo un golpe de calor es muy importante acudir al centro sanitario de referencia para ser evaluado de inmediato por los facultativos. Además, apunta el Dr. Díaz, “es un error tratar de bajar la temperatura corporal sumergiendo al pequeño en agua fría ya que el contraste repentino puede provocar una hipotermia. Es muy útil, en cambio, aplicar paños de agua fresca en frente, nuca, muñecas, axilas o ingles, para reducir la temperatura corporal. También es muy importante ofrecer agua para rehidratar y que esta sea bebida a sorbos”.

Picaduras de insectos

Como cada verano, estos meses aumentan de forma importante las visitas a urgencias de pediatría por lesiones en la piel provocadas por picaduras de insectos. La aparición de mosquitos, abejas y avispas, sumado a las altas temperaturas, a que los niños pasan más tiempo al aire libre y a que la ropa que utilizan es ligera, hacen que el riesgo de sufrir picaduras aumente. En general, las picaduras no son un problema de salud grave pero sí muy molesto para los niños y alarmante para los padres. 

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Según explica la Dra. Pilar Camacho Conde, coordinadora del servicio de urgencias pediátricas del Hospital Quirónsalud Sagrado Corazón, “Los insectos que actúan con más frecuencia en los niños son los mosquitos y los más peligrosos, las avispas y abejas”, asegura la experta. “El tipo de reacción de un niño ante una picadura va a depender de la sensibilidad que tenga al veneno del insecto”.

Para prevenir picaduras de insectos, especialmente de mosquitos, existen cremas, pulseras, repelentes y productos naturales, como el aceite de citronela, que deben usarse con regularidad. También es eficaz utilizar ropa de colores claros y no usar productos de higiene perfumados.

“La mayoría de las picaduras solo dan lugar a reacciones locales leves pese a que las lesiones de la cara, y principalmente las de los párpados, son muy llamativas por la deformidad que provocan”, aclara la doctora. Sin embargo, “suelen ir acompañadas de picor, dolor, envejecimiento de la piel, hinchazón y, en algunas ocasiones, de reacciones alérgicas; estas sí son de mayor importancia”.

En caso de sufrir una, esta especialista aconseja mantener la calma, lavar la zona con agua fría, usar algún antiinflamatorio (paracetamol, ibuprofeno, etc.) para rebajar el dolor y la inflamación; o antihistamínicos siempre que no sean en crema, para reducir el picor, ya que “reducen el rascado y el riesgo de infecciones”. Y más allá de estos cuidados básicos, “los padres deberán consultar con el pediatra, que valorará la lesión, sus posibles complicaciones y les ayudará a entender la diferencia entre una reacción típica habitual y una verdadera reacción alérgica”, concluye.

Intoxicaciones alimentarias

En verano aumenta también el riesgo de intoxicaciones alimentarias, “favorecidas por factores como las altas temperaturas, que pueden facilitar la proliferación de microorganismos patógenos en los alimentos o bebidas; el menor procesado y cocinado de alimentos, pues los alimentos crudos o que se consumen fríos o con poco grado de cocinado propios de la época (ensaladas, ensaladillas, pescados marinados, salsas), pueden contaminarse más fácilmente por estos microrganismos”, explica el Dr. Rafael González de Caldas, pediatra del Hospital Quirónsalud Córdoba.

Otro aspecto a tener en cuenta son los viajes, ya que por un lado van a hacer que consumamos alimentos fuera de nuestro ámbito habitual, de los que no controlamos su cocinado y procesado. Además, para muchos niños puede ser la primera vez que salen de viaje, y se exponen a nuevos alimentos o incluso a nuevas formas de cocinar. También en los menores de 3 años, y sobre todo de 2 años, algunos de los sistemas que podemos llamar “protectores” a nivel digestivo no están totalmente desarrollados, lo que los hace más vulnerables a estos eventos. 

Así, teniendo en cuenta estos factores, se podrían minimizar los riesgos, manteniendo la cadena de frío, ya que es importante que siempre intentemos mantener al máximo la cadena frio de los alimentos más sensibles y no tenerlos mucho tiempo fuera del frigorífico antes de consumirlos, como verduras o frutas que se van a consumir directamente o salsas recién preparadas, es preferible preparar las ensaladas justo al servirlas e introducir la pasta o el arroz en el frigorífico nada más cocerlos.

Es importante asegurar un adecuado cocinado de los alimentos, sobre todo alimentos como huevos y pescados, que pueden ser más sensibles a contaminarse de estos microorganismos, así como evitar si es posible el consumo de estos alimentos crudos o marinados, sobre todo en los menores de 2 años. Y sería adecuado también reducir el consumo de los alimentos “de riesgo”, como ensaladas o pescados marinados o curados sin cocinar, salsas o platos que se elaboren con ellas y no se sometan a cocción o calentamiento. El agua debe ser mejor embotellada fuera de casa, principalmente en los niños.

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Cortes de digestión

El popular ‘corte de digestión’ se trata en realidad de un tipo de reacción del cuerpo llamada hidrocución, originada por el cambio brusco de temperatura al entrar en contacto de manera precipitada con el agua fría, según explica la Dra. Liliana Moreno, pediatra del Hospital Quirónsalud Huelva. Dicha reacción se caracteriza por alteraciones en la frecuencia cardiaca que tiende a ralentizarse de forma refleja, disminución de oxígeno a nivel cerebral provocando una pérdida de conocimiento e incluso paro cardíaco y por lo tanto un alto riesgo de ahogamiento para el bañista.

En palabras de la especialista, “se ha observado que las comidas copiosas aumentan el riesgo de hidrocución ya que durante el periodo de digestión los vasos sanguíneos a nivel digestivo se dilatan como parte del proceso, disminuyendo así el riego sanguíneo a otras partes del cuerpo”. Algunos de los síntomas que podría indicar una hidrocución son piel pálida, dolor de estómago, escalofríos, mareos, náuseas, visión borrosa y pitidos en los oídos, por lo que si apreciamos alguno de ellos la recomendación es abandonar el agua de manera inmediata y acudir a solicitar asistencia.

Según explica la doctora Moreno, “seguir algunas recomendaciones ayudarán a prevenir los cortes de digestión y por tanto a disfrutar plenamente del tiempo de ocio con los niños”. Evitar el contacto inmediato con agua muy fría es una de ellas, señala la doctora, por lo que “lo recomendable es ir tomando contacto con el agua de manera gradual, especialmente si se está muy sudoroso o llevamos mucho tiempo expuestos al sol”. Por último, la especialista apuesta “por las comidas ligeras si vamos a disfrutar de un día de playa o piscina y si no es posible esperar entre 2-3 horas para tomar un baño”.

Ahogamientos

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se calcula que en el mundo mueren cada año 236.000 personas por ahogamiento y “el mayor riesgo es en niños, siendo el 70% de las víctimas por ahogamiento menores de 6 años”, apunta el doctor Manuel Baca, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Quirónsalud Málaga. Concretamente, en nuestro país en los últimos cinco años, han muerto más de 100 menores. Cuatro de cada cinco menores muertos por ahogamiento no estaban vigilados, por eso se recomienda siempre tener a los niños al alcance de la mano del adulto.  “Cuando los niños están jugando en el agua o alrededor del agua, es fundamental supervisarlos de cerca y constantemente”, insiste el especialista, que nos ofrece una serie de pautas para actuar en caso de que se produzca una situación de este tipo. 

Si se trata de un bebé, coja al niño en brazos una vez fuera del agua; pida ayuda inmediata. Para disminuir el riesgo de que aspire el agua mantenga la cabeza más baja que el resto del cuerpo. Compruebe si respira espontáneamente, y en caso contrario practique la respiración artificial (boca a boca), y traslade al niño al centro hospitalario más cercano.

Y si hablamos de un niño más mayor, si el accidentado no respira, el Dr. Baca aconseja sostener con su brazo el cuerpo y con la otra mano sostenga la cabeza y cierre la nariz al efectuar el boca a boca. Traslade al accidentado a la orilla, pida ayuda y continúe con las maniobras de reanimación, además compruebe el pulso y si es ausente lleve a cabo masaje cardiaco. Si el niño inicia respiración espontánea y pulso se colocará en una posición decúbito lateral con el brazo interno flexionado en ángulo recto con el cuerpo y el dorso de la mano bajo la mejilla. La pierna del lado interno extendida y la otra flexionada. Si el accidentado no responde se trasladará al centro hospitalario más cercano, sin interrumpir las maniobras de respiración artificial y masaje cardíaco hasta llegar al punto de destino.

Otitis y conjuntivitis de las piscinas

Los baños de verano, en este caso en las piscinas, también nos pueden dejar otros problemas menos letales pero igualmente preocupantes como las otitis o las conjuntivitis.  Como explica el otorrinolaringólogo Hugo Galera Ruiz, del Hospital Quirónsalud Infanta Luisa, en Sevilla, en las llamadas otitis del nadador el agua que permanece en el oído después de nadar o darse un baño crea un ambiente húmedo favorable para el crecimiento de bacterias que invaden la piel del interior del conducto auditivo, causando una infección. 

Entre los principales síntomas y signos de la otitis externa destacan el dolor intenso que se hace insoportable al presionar el cartílago o al trago y el edema que en ocasiones llega a ser tan intenso que impide la visualización del tímpano. A veces también se produce supuración. Ante esta sospecha, se debe acudir a que lo valore un especialista e instaure el tratamiento adecuado. 

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Para prevenirla, el doctor Galera recomienda practicar una adecuada higiene del conducto auditivo externo, especialmente en aquellos pacientes propensos a la formación de tapones de cerumen; evitar la entrada de agua en los oídos mediante el uso de tapones y gorros de natación, secar completamente la parte externa del oído después del baño, no introducir objetos en el oído como los bastoncillos de algodón, evitar enjabonarse los oídos y la entrada de cualquier químico, o el uso inadecuado o excesivo de gotas óticas. Asimismo, para aquellas personas que sean propensos a la formación de tapones de cerumen, este especialista aconseja visitar a su otorrinolaringólogo para una limpieza antes de las vacaciones de verano.

En cuanto a las conjuntivitis, el doctor Francisco Rosales Villalobos, del Servicio de Oftalmología del Hospital Quirónsalud Infanta Luisa, asegura que en verano dicha patología puede aumentar hasta el 30% de la población y las consultas oftalmológicas por irritaciones con productos químicos como el cloro pueden suponer el 10% del número total. Para prevenirlas, recomienda evitar el contacto directo del agua de piscinas con la superficie ocular, ya sea no abriendo los ojos dentro del agua o usando gafas para nadar. “Es importante también no usar lentes de contacto o usarlas con mucha precaución en el momento del baño, ya que pueden constituir una puerta de entrada hacia nuestros ojos para numerosas infecciones”, apunta. 

Los síntomas de la conjuntivitis irritativa que pueden aparecer son picor, ardor, lagrimeo, sensación de cuerpo extraño, enrojecimiento e inflamación. “Cuando además de éstos aparece dolor, fotofobia y secreciones podríamos pensar en un origen infeccioso de la conjuntivitis”, apunta el especialista, quien, en un primer momento, aconseja irrigar la superficie ocular con suero fisiológico e instilar lágrimas artificiales, si bien asegura que, si los síntomas no desaparecen tras un tiempo prudencial o son recurrentes, debemos acudir a nuestro oftalmólogo lo antes posible para un diagnóstico y tratamiento adecuados.