La tensa calma de un pueblo dividido
El recuerdo de los asesinatos impone la cautela Rotos por el dolor, conviven quienes suscriben la culpabilidad del único acusado, en prisión, y los que defienden su inocencia



El silencio habita en las apacibles calles de Almonte como si fuese un vecino más. Pero no lo es porque no es bien recibido. Dice y escuece tanto o más que las palabras. Es el tributo que paga un pueblo que trata de digerir y olvidar uno de los episodios más negros de una historia marcada por la devoción a la Blanca Paloma.
Imbuido de su espíritu rociero, Almonte celebra cada año un multitudinario acto de fe. Otro, éste desconsolador, se repite contra su voluntad desde hace casi tres años en cada rincón, en cada esquina, en cada hogar, intentando asimilar lo que sucedió la trágica noche del 27 de abril de 2013. Nadie intuyó ni vio lo que sucedió en la segunda planta del número 3 de la Avenida de los Reyes, aunque casi todos en el pueblo, aun sin manifestarlo, guardan en su fuero interno una opinión que custodian con reservas para no prender el ambiente altamente inflamable de un pueblo dividido.
En la conciencia colectiva aún retumban los lamentos de aquella infausta noche de primavera en la que le fueron sesgadas sus vidas a Miguel Ángel Domínguez y su hija María, de 8 años. El dolor es tan intenso que sólo evocar su recuerdo lastima y disuade.
Es mediodía. La tranquilidad y la rutina de un día cualquiera más se tornan perturbación con sólo nombrar el crimen. Recordar los luctuosos hechos conmueve hasta desdibujar el rostro y difuminar la sonrisa que acompaña a cada afectuoso saludo de buenos días. Nadie quiere hablar. Todos musitan.
Los vértices del triángulo amoroso que interpretaban Miguel Ángel Domínguez, su exmujer y madre de la menor asesinada, Marianela Olmedo, y Francisco Javier Medina, en prisión desde 2014 como único acusado y pareja sentimental de aquella en el momento de los hechos, vincula a tantas familias del pueblo que éste, con los sentimientos apuntalados por la razón, sobrevive como puede a una tensa calma que, tras años de entereza, amenaza con resquebrajarse a las puertas de una nueva y decisiva fase de la instrucción.
Tras meses de recopilación de pruebas e informes, la jueza instructora ha convocado para la próxima semana la comparecencia de la defensa, las acusaciones particulares, el Ministerio Fiscal, así como la del propio encausado, en un clima de dudas alimentado por los informes periciales aportados por la defensa, en los que se siembra de nuevo la sospecha de la autoría al cuestionar los indicios incriminatorios que hasta ahora apuntaban a su cliente.
¿Fue Francisco Javier Medina quien asesinó a Miguel Ángel Domínguez y su hija? La pregunta petrifica a los vecinos que no salen huyendo despavoridos. Entre aquellos, los que hay quienes no quieren saber nada, quienes rehusan hacer declaraciones, algunos que incluso aducen ser de otro país y no entender el idioma, y solo una minoría se pronuncia con cautela, mirando de soslayo a su alrededor, para constatar que el pueblo sobrevive partido en dos.
Cuesta tanto rememorar que, a los pocos que acceden timoratos, las palabras que administran con cuentagotas hay que arrancárselas, como si dolieran al pronunciarlas. "El pueblo está muy callado, se habla poco, y si se dice que uno era bueno, el otro era mejor. Es normal. No está claro y hay mucha gente que no quiere hablar, no es agradable y se ha sentido mucho" reconoce un vecino de avanzada edad, que afirma recordar a Miguel Ángel de su etapa adolescente, cuando jugaba como portero en un equipo de fútbol. "Sí me acuerdo de él; jugaba de portero. Lo vi entrenar algunas veces. Era muy buen chaval, muy callado, reservado", rememora, convencido de que fue sorprendido. "Era muy ágil; por eso digo que si el asesino se lo encuentra cara a cara dudo que lo coja sin más; igual lo cogió desprevenido, le clavó lo que fuera o se abrazó a él para agredirlo, pero no creo que el asesino fuese capaz de enfrentarse cara a cara porque era un tío muy vivo y ágil" relata al mismo tiempo que confiesa creer en la inocencia del acusado: "No lo conocía, pero dicen que no era mal chaval. No sé, no creo tampoco que haya hecho una cosa sí y lo único que quiero realmente es que cojan y lo pague quien lo haya hecho".
Pese a los indicios incriminatorios recogidos en el segundo atestado de los agentes de la investigación, en los que fundamentó la jueza instructora el auto de detención y prisión preventiva de Francisco Javier Medina en junio de 2014 -entre ellos el testimonio de testigos cuyo paradero no supieron precisar los vecinos-, la irrupción de la defensa con informes periciales que, en su opinión, desmontan la presunta autoría del encausado, ha reavivado un debate larvado en el que no hay unanimidad. "El pueblo está dividido; hay gente que dice que ha sido el que está en la cárcel y otros que dicen que no; cada uno evidentemente tirará para su lado, pero es cierto que no hay una idea clara, hay muchas dudas. En los últimos días han empezado a salir muchos mensajes en redes sociales y las últimas noticias de los medios han creado más dudas", sostiene una joven almonteña, cuando otra la secunda para definir y recordar a Miguel Ángel: "Era un buen chaval. Conozco a alguien que coincidió con él en el instituto y me decía que era muy buen tío, que ni hablaba por no molestar, que nunca se metió en ningún problema, en nada. Al otro chico no lo conocía y apenas sé de él; no puedo decir que piense que fue él".
Pero si el mutismo impera en las calles, se palpa de forma más evidente en el supermercado en el que trabajaban tanto Miguel Ángel Domínguez, Francisco Javier Medina y Marianela Olmedo, donde la red de relaciones personales tejida durante meses de trabajo compartido con una treintena de compañeros hace enmudecer incluso a las asiduas clientas, quienes, incómodas, despachan cualquier atisbo de conversación con un "tengo mucha prisa" antes de emprender una atropellada huida sin un rumbo determinado.
Son las 14:00 y el trasiego crece en el parque del Chaparral, donde dos jóvenes sacan a pasear un carrito y las ganas de enterrar un recuerdo que sigue atormentando a un pueblo donde las suspicacias y los recelos han emponzoñado una armonía que llevará tiempo restablecer. "Aquí nadie olvida; es algo que está presente porque no se sabe aún quién ha sido. La justicia dirá. Sólo queremos descansar".
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