El singular peregrinaje del treparriscos al Santuario de la Virgen de la Peña en Puebla de Guzmán
El escaso pájaro se deja ver por el Cerro del Águila y atrae a numerosos amantes de las aves
Como es bien sabido, el santuario en lo alto del Cerro del Águila, en la localidad onubense de Puebla de Guzmán, alberga una de las romerías más antiguas de Andalucía, celebrada anualmente en honor a Nuestra Señora de la Peña. Los primeros datos de la misma rondan el año 1630, aunque las leyendas de las primeras veneraciones están centradas en el siglo XV.
El montículo privilegiado de este santuario podría recordar a otras zonas andaluzas donde existe fervor religioso por otras imágenes religiosas, como la de Nuestra Señora de Araceli en Lucena o la virgen de la Sierra en Cabra. Es un mirador excepcional para poder contemplar casi la totalidad de la provincia; al norte el Andévalo y la comarca de La Sierra, mientras que al sur es posible intuir la costa.
La particularidad de este paraje radica en su formación geológica formada por rocas de tipo cuarcitas que hacen las delicias de los escaladores, pues este lugar es una de las pocas escuelas de escalada en muchos kilómetros a la redonda. Estas enormes piedras tienen su origen hace 360 millones de años donde solo eran arenas, muy parecidas a las que actualmente podemos encontrar en las playas de Huelva, como consecuencia de la presencia del mar en toda esta zona. Los antojos geológicos posteriores configuraron la aparición del actual Cerro del Águila.
Más allá de la veneración religiosa y la llegada de los escaladores, la Peña está de moda entre los observadores de aves o, como se les define en inglés, los birdwatchers. En un primer momento podría llamar la atención que esta mole cuarcítica tenga un interés sobre las aves que habitan aquí. Pero el entorno del Santuario ya se había consolidado entre los aficionados a la ornitología para el avistamiento y contemplación de aves invernantes, estivales y residentes, como así lo atestiguan los observadores onubenses.
La sorpresa para este otoño e invierno de 2025 la ha dado un pequeño pájaro proveniente de las altas montañas españolas y centro europeas, el treparriscos. Esta especie, cuyo nombre científico es ‘Tichodroma muraria’, hace honor a su traducción latina: el corredor o el escalador de muros. En el mes de noviembre fue localizado, en los alrededores del Santuario de la Peña, por primera vez por el ornitólogo local Juanjo Cipriano, y posteriormente divulgada en redes y grupos como Pajareo Huelva. El naturalista Iván Parrillo ofrece información del ave e indica que “el singular pájaro está realizando una de sus dispersiones invernales al sur de España, tal y como lo atestiguan otros avistamientos en años anteriores en las Sierras de Andújar, el Chorro en Málaga o en el propio Castillo de Aracena”.
La especie se reproduce a elevadas cotas, en paisajes que rondan los 2.000 o 3.000 metros de altitud. Lo extraordinario de estas observaciones está siendo el tiempo de permanencia que el individuo está teniendo en las rocas cuarcitas de la Puebla de Guzmán. Su vuelo se describe por los expertos como “ondulado y casi espasmódico, pues se mueve con mucha soltura sobre los cortados verticales y rocosos en busca de su alimento, pequeños invertebrados y vertebrados que localiza sobre las grietas, huecos y las propias piedras”.
Un detalle más sobre esta especie es que la Sociedad Española de Ornitología (SEO), por votación popular y como viene haciendo cada año, declaró al treparriscos como Ave del Año 2025. Esta campaña por parte de SEO pretende visualizar la situación de algunas aves españolas con graves problemas de conservación. Para el caso que nos ocupa, la fragmentación y alteración del hábitat reproductivo, así como las variaciones climáticas están poniendo en jaque a los escasos 1200-1800 individuos reproductores nacionales. Por ello, la ONG más veterana de nuestro país ha realizado campañas de divulgación y sensibilización, y ha puesto en marcha proyectos de investigación y conservación para asegurar la viabilidad de sus poblaciones.
Por el momento, el individuo “poblense” ha sido ya contemplado por casi un centenar de aficionados, fotógrafos, observadores, conservacionistas y apasionados de las aves. Las redes sociales y las plataformas de ciencia ciudadana que recogen los diferentes avistamientos están consiguiendo que el lugar sea conocido entre gran cantidad de naturalistas. Las fuentes informadoras de este artículo han constatado que se han acercado a la Peña personas venidas desde casi todas las provincias andaluzas, además de Toledo, Madrid y Canarias. Incluso, la aparición de este viajero treparriscos ha atraído a birdwatchers internacionales del vecino Portugal, Finlandia, Noruega y Reino Unido.
Por el momento, la Hermandad de Nuestra Señora de la Peña está al tanto de la presencia del treparriscos y de la afluencia de naturalistas que llegan. Tal es así que el matrimonio de ermitaños del santuario se ha sorprendido por el hallazgo y las visitas, pues el inusitado trajín de personas que portan equipos de ópticos era, hasta el momento, algo ajeno al paraje. También el Párroco de la Puebla de Guzmán conoce la existencia del ave norteña sobre la que todos hablan y ha mostrado interés por su observación y conocimiento.
No se espera que esta nueva ‘devoción ornitológica’ por el santuario llegue a los límites que se vivieron en el año 2010 una iglesia del condado de Norfolk en el Reino Unido, en la que apareció una especie de gorrión norteamericano que fue objeto de todos los telescopios y teleobjetivos de los aficionados británicos, consiguiendo que, gracias a la colecta realizada entre los observadores, el inusual pájaro quedase representado en una de las vidrieras del edificio. Lo que sí es seguro es que el Cerro del Águila está sumando a muchos amantes de las aves, al colectivo de visitantes habituales atraídos por la devoción y sus características geológicas y paisajísticas
En todo caso, los naturalistas hacen hincapié en la fragilidad de la especie y, en concreto, de un único individuo que está pasando parte de su invernada en el sur. “El respeto en las observaciones debe estar a la altura de las circunstancias, evitando a toda costa comportamientos no éticos, como la persecución para conseguir una mejor fotografía o un mayor acercamiento”, afirma Parrillo.
Lo único cierto es que estas fiestas nos han traído una joya ornitológica al Cerro del Águila, convirtiéndose en un motivo más para disfrutar de la comarca andevaleña y asombrarnos con lo inesperado.
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