Un poblado que preparaba el garum para buenos comensales
La salsa de pescado y los salazones se destinaban a la venta en las minas de Riotinto y Tharsis, aunque lo mejor se enviaba a la capital del imperio
A decir por los arqueólogos que investigaron en la zona y como se encargaron de señalar desde el primer momento, estamos ante un poblado del que no se ha localizado aún ninguna casa, sí la instalación industrial, que estaba dedicada a salazones y salsas de pescados, fundamentalmente para la venta en las minas de Riotinto y Tharsis y la mejor se enviaba a Roma. Enmarcado en un macrocomplejo de factorías en toda la costa de Huelva que debió estar en relación con el puerto de Onuba como centro redistribuidor de todo el comercio. Se trata de una de las más importantes y mejores conservadas de la zona Bética. Las piletas, hornos para la construcción de ánforas y los restos de estas denotan según las investigaciones arqueológicas, una interesante estructura industrial dada la dimensión del número de piletas de salazones encontradas.
La industria de los salazones data de la época fenicia por lo que no fueron los romanos sus inventores. Básicamente los salazones consisten en la fabricación de conservas y salsas de pescado, siendo el garum el más preciado de estos productos, alcanzando gran fama en todas las buenas mesas del imperio romano. Para la elaboración de estos productos se construyen piletas impermeables excavadas en la arena de la playa, como las aparecidas en El Eucaliptal.
El producto una vez manufacturado se introduce en las ánforas para ser distribuidos por los mercados del imperio. La fabricación de estos recipientes se hacía en el mismo lugar, en horno similares a los que se han encontrado en El Eucaliptal.
Además del garum existen datos que llevan a pesar en la existencia de fabricación de púrpura en este poblado. Se trata del estado en el que aparecen grandes depósitos de especies de las que se extrae la púrpura (la cañailla o Murex Brandaris), que aparecen siempre fragmentados para extraer la pequeña bolsa de púrpura que contiene en su interior. Es probable que el uso de algunas de las piletas encontradas se dedicaron a la obtención del preciado tinte. La actividad de salazones en el poblado de El Eucaliptal debió seguir un proceso similar al del resto de las instalaciones del Golfo de Cádiz, es decir comienzo de las actividades en el siglo II d.C., crisis en el siglo III y una nueva revitalización, que constituye la etapa de mayor producción, para ir decayendo a partir del siglo V.
Según las investigaciones del profesor Campos la zona de hábitat sólo puede extenderse en la franja más interior donde se detectan muros que probablemente corresponden a estructuras de habitación y donde se concentran los mayores porcentajes de cerámicas de uso domésticos de las recogidas en la prospección, las noticias orales sitúan restos de elementos constructivos domésticos (mosaicos, columnas, pavimentos, muros de ladrillos, etc.) en las zonas más interiores. Algunos de estos elementos han ido apareciendo durante las obras de las diversas construcciones que se sucedieron en el lugar.
Según los restos encontrados en la necrópolis de los individuos enterrados se pueden dar a conocer datos de los habitantes. Racialmente se trata de personas de tipo mediterráneos, que en este caso concreto presentan rasgos hereditarios que afectan a la conformación ósea y a la dentición y que han adquirido un gran desarrollo muscular y morfológico muy acentuado que evidencia una adaptación a trabajos físicos de gran esfuerzo, como debió serlo la fabricación de salazones. Las edades de los individuos rescatados van de fetos de a partir de seis meses de vida intrauterina hasta los individuos de 50 años, con una excepción de una anciana de 75. Según los datos obtenido la esperanza media de vida en el poblado de El Eucaliptal oscilaba en torno a los 40 años.
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