"De chico no iba a la playa, prefería trazar planos en el astillero"
Ha construido 110 barcos pequeños, de pesca y de recreo, todos ellos tienen en común que son de madera porque "el poliéster no va conmigo"
José Zamudio Díaz, (Pepe para los amigos), es carpintero de ribera, se jubiló hace unos años pero sigue en su taller haciendo maquetas. En su trayectoria se incluye la construcción de las naos para la Expo de Sevilla, y más de cien barcos de todo tipo. Ahora asesora la construcción de un galeón del siglo XVII para conmemorar los viajes del Guadalquivir a Manila. El parque sevillano Isla Mágica también tiene trabajos suyos, el barco pirata y otros decorados son obra de él. Un hombre honrado, honesto, con una vida llena de trabajos que le han dado muchas alegrías.
-Al igual que muchas personas que han tenido una vida llena de triunfos y satisfacciones ¿proviene usted de una familia humilde o le dieron todo hecho?
-Pues sí, (se ríe y asiente con la cabeza). Vengo de familia de emigrantes, mi apellido Zamudio es de la zona de Portugal y del País Vasco. Mi familia emigró a Perú, luego regresó a Portugal. Mi abuelo y mi padre eran de allí.
-¿El oficio de carpintero de ribera es una herencia familiar?
-Mi padre tenía un astillero aquí en Isla en 'el barrio La Lata'. Yo me crié entre restos de madera, aserrín y herramientas. Iba al colegio y cuando llegaba me ponía a ayudarlo. El primer trabajo que hice fue un barco de 3 metros de eslora con capacidad para dos personas (se ríe) ¡Sólo tenía 12 años!
-Se puede decir que usted ha sido autodidacta…
-Mira yo estuve en el colegio hasta los 11 años. En el verano, de chico no iba a la playa porque prefería quedarme en el astillero de mi padre trazando planos, haciendo maquetas. Me interesaba más la construcción que hacer cosas normales de mi edad. Y fíjate si me cundió que cuando fui al Servicio (Militar), ya había construido 3 barcos de tamaño real.
-Tras 8 años jubilado, ¿lleva la cuenta de los barcos que ha construido en toda su vida?
-¡Claro¡ 110 entre pequeños, de pesca y de recreo, todos en madera.
-Ahora está asesorando en la construcción de un galeón del sXVII de Punta. ¿Cuál es su misión exactamente?
-El galeón es un proyecto para conmemorar los viajes fluviales de Sevilla a Manila, lo dirige un historiador amigo mío, Ignacio Fernández Vial. De manera informal me dice que me pase por allí… Pero se hace en poliéster para luego recubrirlo en madera. A mí eso no me va.
-¿Por qué?
-Eso no va conmigo, vendí el astillero hace 12 años cuando comenzó esa moda del poliéster. Es peligroso trabajarlo porque hay que lijarlo mucho y saltan unas partículas invisibles que respiras y van a los pulmones, con el tiempo, te perjudica la salud. Teníamos una flota pesquera estupenda con barcos de madera, pero llegó el Gobierno, dando subvenciones para desguazar y todo el mundo se volvió loco. Los barcos de 400 cv pasaron a más de 1.000 con el poliéster… ¡Eso tiene mucho que ver con que en los caladeros, a veces, no pesquen nada.
-A finales de los 80 le vino el que ha sido el mejor proyecto de su vida, el que le dio la oportunidad de que su nombre y el de Isla Cristina se conociera en todo el mundo…
-Si. La construcción de tres carabelas con motivo de la Expo de Sevilla ha sido el más importante. Buscaban un carpintero de ribera, 'de los de siempre' y vino a verme un ingeniero de la Marina, hablamos y después de un tiempo comenzamos el proyecto.
-¿Cuántas naos construyó?
-Fueron tres, la Santa María que tiene 32 metros de eslora y la Pinta con 28. Esas fueron las que realizaron el viaje con Colón. Luego se hizo la famosa Nao Victoria , también con 28 metros, para conmemorar y realizar el viaje que hizo Magallanes de dar la vuelta al mundo.
-Se ha puesto usted un poco melancólico al nombrar a la Victoria…
-Es que cuando ocurrió la fatalidad de su hundimiento el día de la botadura algunos envidiosos decían que dónde iba a ir la nao si se había hundido en la ría. Ahora me río, porque ha dado la vuelta al mundo varias veces.
-¿Qué pasó?
-Estaba previsto botarse a una hora por el tema de la marea, pero el viento cambió y la marea quebró. Yo me di cuenta y dije que se podía hacer un simulacro pero sin soltarla del todo..., pero yo allí era uno más y no mandaba.
-Y en ese momento ¿qué le pasa a uno por la cabeza?
-Pues, me quise morir.
-Creo que la jubilación no le retiró de trabajar la madera...
-No estoy dando clases como monitor en el Taller de Artes Plásticas, en las Escuelas Municipales. Enseño marquetería, y la verdad es que hay interés, no tengo más alumnos porque el aula no es muy grande. Y por las mañanas me vengo al taller donde construyo maquetas de barcos, tengo ya 22. Mi deseo es que algún día haya un museo al que donar mi trabajo.
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