Hinojos

Y aquella planta, y aquel pueblo... 425 años del Corpus hinojero

  • La transcendencia de la celebración de la festividad del Santísimo Sacramento en Hinojos va más allá de lo efímero de su propia arquitectura natural, al consagrarse como eterna en la línea del tiempo de la historia de su pueblo, sus gentes y su devoción

La festividad de Su Divina Majestad en esta localidad del Condado onubense adquirió con el paso de los siglos una singular importancia en el rico patrimonio etnográfico de Andalucía.

La festividad de Su Divina Majestad en esta localidad del Condado onubense adquirió con el paso de los siglos una singular importancia en el rico patrimonio etnográfico de Andalucía. / Román Calvo

Y aquellos campos se cubrieron de hojas, pincelando tonos verdes en amplios caminos que surcaban entre los pinares piñoneros. Ecos de caminos rocieros, creando verdaderas alfombras de tonalidades que se entremezclaban entre las luces cromáticas que irradiaban a las horas de mediodía, solo salvada entre sus troncos y ramajes.

Una extraña planta herbácea y perenne, de más de metro y medio de altura, que se esparce por los terrenos sin necesidad de cultivar, al no exigir ninguna propiedad esencial en su germinación, mostrando ya en los meses de junio, su tallo largo y robusto, que le otorga un carácter peculiar a sus ramajes. Hojas de una planta medicinal, ya conocida entre los romanos, y muy frecuente en la Edad Media, utilizada a su vez por sus tintes aromáticos, y en sus usos culinarios. Su característico bulbo se convierte en un bien apreciado en las cocinas más exquisitas del mundo, dirigida a los palares más selectos, que supieron combinar sus cualidades nutrientes y sus excepcionales sabores. Utilizada ya en el Egipto faraónico, su uso medicinal sería exaltado por Discórides, farmacólogo y botánico de la Grecia clásica, en su obra De Materia Médica, para las enfermedades oculares, entre sus múltiples usos.

Cuando el emperador Carlomagno la probó se convertiría en uno de sus productos naturales  más utilizados en su reino, incluyéndose en el artículo 70 de la Capitulare de villis vel curtis imperii, en la que se establecía la nómina de plantas que debían ser cultivadas en los jardines reales.

Todos los convecinos de Hinojos participan de la liturgia de preparar el jardín onírico que debe servir de alfombra a la Custodia. Todos los convecinos de Hinojos participan de la liturgia de preparar el jardín onírico que debe servir de alfombra a la Custodia.

Todos los convecinos de Hinojos participan de la liturgia de preparar el jardín onírico que debe servir de alfombra a la Custodia. / Román Calvo

Santa Hidelgarda, aquella mujer que se enfrentó a la rígida estructura clerical en la Alta Edad Media, la recogería en sus textos, para realizar sus recetas culinarias. Se colocaba en las puertas de las casas, para controlar a los malos espíritus, especialmente en los solsticios de verano. En términos latinos, sería reconocida como Foeniculum vulgare, o sea, el conocido en la actualidad como la planta de Hinojos, la que Miguel Hernández ya en su famoso poema ‘Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos’, incluido en su obra El hombre y su poesía, dedicado a su esposa, Josefina Manresa: No me encuentro los labios sin tus rojos, que me llenan de dulces campanarios, sin ti mis pensamientos son calvarios; criando cardos y agostando hinojos.

Y aquella planta le dio nombre a aquel pueblo, cuyo origen se encierra en las raíces de la propia Bética; en el ya lejano en el tiempo Omnium; o en el asentamiento rural almohade de la Alquería, huella indiscutible de su pasado musulman; y su pertenencia a aquel reino taifa de Tejada, territorio comprendido entre los ríos Guadiamar y Tinto, hasta que fuera incorporada a la corona de Castilla por Fernando III el Santo.

Una excepcional arquitectura gótico-mudéjar fue llenando el espacio urbano, con la construcción de la ermita de la Virgen del Valle y su iglesia parroquial de Santiago el Mayor, una excepcional construcción de finales del siglo XIV y principios del siglo XV, presentando su peculiar identidad de templo fortaleza.

Todos los convecinos de Hinojos participan de la liturgia de preparar el jardín onírico que debe servir de alfombra a la Custodia. Todos los convecinos de Hinojos participan de la liturgia de preparar el jardín onírico que debe servir de alfombra a la Custodia.

Todos los convecinos de Hinojos participan de la liturgia de preparar el jardín onírico que debe servir de alfombra a la Custodia. / Román Calvo

A finales del siglo XVI, cuando el pueblo de Hinojos se habría convertido en una localidad perteneciente a las tierras de realengo del reino de Sevilla, comenzaría a tenerse noticias de una peculiar fiesta para honrar al Santísimo Sacramento, que aunque ya en algunas ciudades castellanas como Toledo  se celebraba desde 1280, y se habían ido difundiendo por un amplio número de localidades andaluzas, como fue en el caso de Sevilla o Granada, llamaría la atención que en un pueblo de pequeñas dimensiones como Hinojos, se convirtiera en una fiesta dotada de identidad propia, adquiriendo con los siglos una singular importancia en el patrimonio etnográfico de Andalucía.

Y es que quizás hoy no pasa desapercibida para vecinos y foráneos la arquitectura efímera que se levanta en el trazado callejero de un pueblo aproximadamente de 3.500 habitantes, que participa con entusiasmo cada año, precisando con esmero cada rincón del itinerario divino del Corpus.

Quizás lo efímero se hace eterno, si lo vislumbra el pincel de algún artista y lo inmortaliza en algunos de sus cuadros o descripciones literarias, aunque en esta ocasión fue el precioso documental que dejó un profesor de la Universidad Eovira i Virgili de Tarragona, Josep Comelles, en aquel ya lejano año de 1979.

En su blog dejaría constancia del propio rodaje de aquella estampa etnográfica, siguiendo la senda de trazada por aquellos grandes cineastas y documentalistas en plena posguerra, como fue el caso de las Hurdes de Luis Buñuel.

Como el mismo relata, en 1979, Hinojos, era un pueblo característico en parte desaparecido, cuando la carretera de Sevilla a Almonte lo atravesaba yendo al Rocío. Una comarca rural, primorosamente cultivada con unos pueblos en los que el desarrollismo no había aún dado lugar a la hegemonía del kitsch, no muy distinto de Almonte o de Aznalcázar. Impecablemente limpio, con las casas finamente encaladas.

A principios de la Transición, las procesiones del Corpus habían ya perdido parte de su lustre (…) El Corpus de Hinojos sin embargo, ha resistido el paso del tiempo (…) El desfile de Hinojos conserva el encanto de lo vivo, de lo auténtico, de fiesta de pueblo, que sabe adaptarse pero preserva su valor identitario (…).

Sería rodada en Súper 8, con el color brillante de Kodak, y dejaría constancia ya en aquellos años de la Transición, de la frescura de una fiesta que iba adquiriendo cada vez más un juego de luces naturales y coloridas, de aquellas estructuras arquitectónicas cuyos materiales orgánicos habían sustituido al ladrillo y la piedra de la arquitectura popular de su caserío.

Ya en sus primeros planos, como buen estudio etnográfico, dejaría un verdadero retrato de un pueblo, el de Hinojos, que lucía sus mejores galas para rendir culto a Su Divina Majestad. Dejando correr su cámara se apreciaban magníficos simpecados, banderines e insignias de las distintas hermandades que participaban en la procesión,  y los miembros del cortejo, que llenos de alegrías y regocijo se convierten en verdaderos partícipes de estos instantes de emociones.

Todos los convecinos de Hinojos participan de la liturgia de preparar el jardín onírico que debe servir de alfombra a la Custodia. Todos los convecinos de Hinojos participan de la liturgia de preparar el jardín onírico que debe servir de alfombra a la Custodia.

Todos los convecinos de Hinojos participan de la liturgia de preparar el jardín onírico que debe servir de alfombra a la Custodia. / Román Calvo

Y al fin, cerrando el cortejo una excepcional custodia, articulada en varios cuerpos sobre un excepcional pedestal de trazas rococó, a modo de rocallas, que la cámara va recorriendo hasta los más mínimos detalles, como aquellas colgaduras de racimos de uvas que la dotaban de un sabor sacramentalista.

Colorido, regocijo y emociones jalonan las páginas históricas de una fiesta que deja constancia del rico patrimonio de un pueblo y de su fiesta, las cuales fueron recogidas por las profundas investigaciones de Fermín Seño, dando origen a una publicación en 2019, un precioso trabajo denominado Fiesta sentida, fiesta vivida: el Corpus de Hinojos. Un trabajo que comenzaría a propuesta del Ayuntamiento en el año 2014 para que pudiera ser inscrito en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz.

Merced a los archivos existentes, pudo constatar la utilización del eucalipto en las calles desde principio del siglo XX, que constituye un marco indiscutible donde la naturaleza reclama el espíritu ornamental de la propia fiesta. Todo el pueblo participa en la configuración de este pequeño jardín que envuelve a modo de aquellos imaginarios espacios de los palacios manieristas italianos o franceses, como el de los Orsini de Bomarzo, reflejo quizás de los míticos jardines del Edén.

El ciclo participativo va más allá de una simple instalación de ramajes, ya que toda una liturgia de preparación se va gestando con la recolección de las propias plantas y una  gran diversidad de flores, surgiendo de ello un arte floral, que reúne a artistas, en muchos de los casos genios anónimos, merecedores de haber sido contratados en los jardines reales del Alcázar de Sevilla, el Palacio Real de Madrid o el Palacio de Versalles de París.

A modo de arcos triunfales, como los utilizados en el Renacimiento en las puertas de la ciudad, se van creando excepcionales trofeos vegetales, en honor a la exaltación del Santísimo, en las puertas de las casas de los lugareños, que le da un matiz diferenciador, una personalidad propia. Con la promulgación del Decreto 91/2018, sería cuando el Corpus de Hinojos es declarado Bien de Interés Cultural, con la tipología de actividad de Interés Etnológico, en la que se recogería su excepcional arquitectura vegetal. La Fiesta del Corpus de Hinojos constituye un ritual festivo que destaca y se identifica por su actividad asociativa en torno a la elaboración de un conjunto ornamental fabricado con elementos vegetales. Su significación cultural transciende del ámbito religioso y entronca directamente con modos de vida tradicionales del municipio, vinculados a los recursos y aprovechamientos del medio natural circundante. La población hinojera cubre completamente con ramajes de eucaliptos las calles por las que discurre la procesión, señalando la entrada de las casas con arcos florales.

Incluso recogería la peculiaridad del propio programa ornamental del cortejo, la metamorfosis de lo estructural en natural: esta transformación, consistente en ocultar la trama urbana existente para visibilizar lo silvestre, como creación colectiva, representa materialmente una forma de arquitectura vegetal y efímera en la que se reproducen, imaginariamente, elementos arquitectónicos como zócalos, arcos de entrada en las casas y arquillos en las intersecciones de las calles del recorrido procesiona. Como consta en los libros de fábricas de la parroquia ya desde el año 1636 existiría la costumbre de ornamentar con juncias y ramos, que después serían sustituidos por lo eucalíptico.

Se cumplen 425 años de la celebración de una fiesta, la del Corpus de Hinojos, que va más allá de lo efímero de su propia arquitectura natural, al haberse consagrado como eterno en las líneas de la historia de su pueblo, de sus gentes y su devoción. Asimismo el Corpus se convierte en la fiesta de las hermandades de Hinojos, la de la Soledad y la de la Vera Cruz, auténticas protagonistas, como queda encerrada en una coplilla popular: “Tres fiestas tiene Hinojos/que son tres fiestas iguales/ Navidad, Corpus Christi y la Virgen del Valle”.

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