Unas 80.000 personas celebran el Rocío Chico en la aldea almonteña

Miles de fieles se sumaron a la procesión de la Custodia bajo Palio a pesar de la ola de calor · El obispo José Vilaplana recordó que la Blanca Paloma sigue protegiendo a los fieles que se arrodillan ante Ella

Miembros de la Junta de Gobierno de la Hermandad Matriz.
Miembros de la Junta de Gobierno de la Hermandad Matriz.
Carlos López / El Rocío

20 de agosto 2009 - 05:01

Multitudinaria, a la vez que intimista y popular y, al mismo tiempo, fervorosa. Adjetivos que parecen antagónicos pero que casan y se abrazan en uno cuando se tienen que describir las sensaciones y las vivencias que emanan durante la celebración del Rocío Chico, cuya conmemoración tuvo su cenit ayer miércoles con la función principal y la posterior procesión eucarística.

Cerca de 80.000 personas han pisado el santuario de la Blanca Paloma en la aldea de El Rocío con motivo de los fastos religiosos que dieron comienzo el pasado domingo con el inicio del triduo preparatorio. Sólo ayer por la mañana fueron unas 3.500 las almas que inundaron el templo para asistir a la Eucaristía con la que el pueblo almonteño rinde pleitesías y agradece el milagro auspiciado por la Patrona al salvarles de las tropas francesas cuando éstas amenazaban con cumplir el escarnio por la sangre gabacha derramada, durante los actos de insurgencia protagonizada durante la ocupación francesa.

Precisamente, previo al inicio de la homilía, la Hermandad Matriz dio lectura a los hechos que dieron origen a la tradición. Tras el relato se dio curso a una emotiva misa gótica oficiada por el Obispo de Huelva, José Vilaplana, cuya interpretación musical corrió a cargo de la Agrupación Coral Nuestra Señora del Rocío de Pilas.

Durante el sermón, Vilaplana rescató los pasajes históricos realizando una pormenorizada correlación entre el papel de protección realizado por la Pastora en aquellas fechas y el que todavía realiza en nuestros días. En este sentido, rememoró los pasajes de pasión en los que Jesucristo, frente a la Cruz y expirando su último hálito de vida, "nos entregó a su madre para protección de la humanidad".

Con estos hechos como hilo conductor, el obispo de Huelva trasladó el amparo que nos presta la madre del redentor en nuestro día a día. Precisamente y circunscribiéndose a la época actual, abordó los "desafíos" que afronta la Iglesia, amenazada por "el relativismo y esa mediocridad que nos aleja de la vocación de santidad". Por ello enfatizó en la necesidad de "trabajar en la vida cristiana, viviendo el evangélico" como camino con el que alcanzar el "proyecto de santidad que Jesús nos tiene guardado para cada uno de nosotros".

Tras la celebración eucarística, se produjo la multitudinaria procesión. Hacía un sol de justicia en la aldea y eso no amedrentó a los fieles que desfilaron frente a la curia eclesiástica, tras la que se encontraba la custodia con el cuerpo de Cristo elevado por el obispo y protegido por el palio.

El recorrido fue dejando un reguero y una senda de fervor mariano, mientras que las mentes de los presentes se retrotraían a esos momentos en los que la fe en la patrona almonteña les rescató de las 'fauces' del acero y la pólvora francesa. Los almonteños destacaron que el sentimiento espiritual preside cada uno de los actos, de ahí que sea en este escenario donde se "definen y retratan los verdaderos rocieros", aquéllos que acuden únicamente por el reclamo de la Blanca Paloma, aunque ello no sea óbice para que la fiesta se descorche una vez culminado los actos litúrgicos.

stats