Los pergaminos de Gibraleón
En defensa del patrimonio cultural
Ocho documentos recogen momentos importantes de la historia del antiguo concejo entre 1265 y 1508 l En ellos se observa la evolución desde la escritura castellana a la procesal
Dentro del patrimonio cultural onubense es difícil que no hayamos oído hablar de los pergaminos de Gibraleón, documentos en este soporte que abarcan un amplio marco cronológico que va de 1265 a 1508. La rica historia de este municipio, especialmente la vinculación al señorío, no en vano fue el más antiguo de los constituidos en la zona occidental del Reino de Sevilla (1306), ha posibilitado que hayan llegado hasta nosotros estas piezas de inestimable valor. Pero también debemos su conservación al Ayuntamiento de Gibraleón y a la labor que la Diputación Provincial ha desarrollado en el campo de la recuperación patrimonial desde la década de los ochenta del siglo pasado con el famoso Plan de Organización de Archivos Municipales.
Cuando se habla de documentos en pergaminos siempre lo hacemos de palabras mayores, pues estos soportes son sinónimos de tesoros de nuestro patrimonio. Se nos viene entonces a la cabeza esos documentos cuidados -Reales Provisiones-, de larga y mayestática intitulación, refugiados en nuestros archivos, que son la forma jurídica más solemne de manifestar el compromiso de los Reyes.
En el caso olontense estos documentos se confeccionaron para garantizar derechos y privilegios del antiguo concejo. La Cancillería Real, a través de un laborioso y cuidado proceso, llevaba la escritura a la piel, dándole así un áurea de solemnidad y grandeza. Los monarcas expidieron en total ocho pergaminos bajo la tipología de Privilegios Rodados o Reales Provisiones y cartas, donde se contiene el deseo de personajes tan importantes para la historia española como Alfonso X, otorgando privilegios a los primeros repobladores de Gibraleón (1267), eximiéndoles de pago de portazgo (1265) o concediéndoles la posesión de términos, como consecuencia de los pleitos con villas vecinas como Huelva (1268). También contamos con algún documento señorial donde se confirma la donación del Duque de Medina Sidonia de la Isla de Saltés al monasterio de Santa María de la Rábida (1449) o concejil, como las Cartas de Hermandad sobre mancomunidad de pastos entre Gibraleón, Córdoba y Sevilla (1295) y entre Gibraleón y Huelva (1445).
El amplio arco cronológico permite observar la evolución de la escritura castellana, yendo desde la gótica, pasando por la cortesana, hasta desembocar en la procesal o letra de locos, debido a la dificultad para su lectura. La transcripción de estos pergaminos es una buena práctica para todos aquellos que comiencen en el mundo de la paleografía.
Los pergaminos se conservan en el Archivo Municipal de Gibraleón en planeros, especialmente diseñados para tan simbólicos documentos, aunque también hay que decir que otros pergaminos, que hacen alusión a este municipio, se encuentran en el Archivo Ducal de Medinaceli como la concesión de la feria en 1323. Claro que con antelación, los privilegios en carta membranácea, que así se denominó en la antigüedad al pergamino, estuvieron guardados en el arca de las tres llaves que celosamente custodiaban el alcalde, un regidor y el escribano del cabildo.
Preparar la piel de un animal, como cordero, cabra o ternera, para la escritura no es tarea fácil, pues esta labor no tiene nada que ver con el curtido. Su proceso de fabricación era laborioso y delicado. Se mojaba la piel en cal, se lavaba y rapaba para eliminar la carne, el pelo y la grasa. Una vez descarnada y rapada a cuchilla se tensaba en un bastidor y se volvía a raer hasta dejar una lámina blanca y fina, la cual se pulía y alisaba. Normalmente, se escribía por la parte interna de la piel del animal, la cual estaba en contacto con la carne, por tanto era más blanquecina; no obstante, muchos documentos están escritos por las dos caras, siendo la que estuvo en contacto con el pelo del animal la más oscura.
La longevidad del pergamino es amplia, yendo desde el siglo II a. de C., hasta el siglo XVI. A partir de esta fecha, con la divulgación del papel, caen en desuso, aunque no desaparecen. La tradición pergaminera en la provincia de Huelva ha llegado hasta nuestros días, donde diversos pintores los han utilizado para conmemorar y homenajear, destacando los casos del gran miniaturista arocheno José Ordóñez Valdés, el aracenense Domingo Franco Zorrero y o el paternino Francisco Llonís.
En resumen, el surgimiento del pergamino es el origen de nuestros actuales libros y constituye una garantía de durabilidad y de transmisión de las ideas. Hoy cuando los documentos electrónicos tienen aún que demostrar su perdurabilidad en feroz batalla con el papel, podemos admirar estos gigantes conservados desde la Edad Media en archivos onubenses como Gibraleón, pero también en otros como Huelva, Aroche, Galaroza o Higuera de la Sierra.
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