El patrimonio humano y Los Romeros de Jabugo

En defensa del patrimonio cultural

Panorámica de la aldea de Los Romeros.
Panorámica de la aldea de Los Romeros.

DURANTE las últimas tres décadas hemos asistido a un cambio transcendental en el concepto del patrimonio histórico, como consecuencia de muchos factores, entre los que se cuentan la percepción de la sociedad, la líneas seguidas por los especialistas o la legislación salida de los parlamentos tanto estatal como autonómico. Todavía recordamos aquellos tiempos, franqueados por la Ley de Patrimonio histórico de 1985, en que sólo hablábamos de patrimonio histórico-artístico, recogiendo dentro de él tanto los edificios singulares de nuestros pueblos y ciudades (castillos, iglesias, conventos, etc.) como los restos arqueológicos.

Poco a poco se va a desarrollar un movimiento interno, en el que algunos queríamos ampliar el concepto a todo aquello que tuviera que ver con la forma de vivir de los habitantes de una comarca, incluyendo la protección de las mismas personas. En documentos básicos como el estatuto de la Federación de Asociaciones de la Sierra ya se dejaba bien a las claras que el patrimonio había que entenderlo en sentido integral, siendo los objetivos la defensa del patrimonio histórico, artístico, antropológico o medioambiental.

En la actualidad las instituciones y colectivos se están incorporando a esta tendencia, intentándose ampliar el concepto de bien cultural, menos ligado a la arquitectura y más a la antropología. La dimensión temporal sobrepasa los conjuntos históricos, estando el bien cultural integrado en el medio, surgiendo un proceso de patrimonialización del hombre-el hombre como objeto de protección-. La nueva Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía de 2007 también camina por estos derroteros, al reconocer patrimonios como la arquitectura industrial.

Estos valores humanos recogido en el fuero interno del patrimonio nos llevaron hace algunos días a reconocer la labor como defensor y divulgador del patrimonio serrano de Federico Martín, el poeta de la Sierra; pero sobre todo fue una declaración ante notario de amistad y pertenencia a esa estirpe que forman las personas desinteresadas y comprometidas. Ante una sierra exuberante donde la hierba cargada de rocío se acamaba en los bordes de los caminos pudimos disfrutar de la compañía de este hombre, que tiene alma de poeta y mirada de niño bondadoso.

Federico le ha cantado a muchas cosas, ha llevado los perfumes de la Sierra por muchos serrijones, colinas y llanos, ha sido la voz de oficios como los caleros, pero también de otras culturas lejanas, no olvidemos que su último libro publicado trata del pueblo marroquí con el que tiene tantas vinculaciones.

Sus andanzas han proyectado imágenes que le han hecho pertenecer a dos realidades íntimamente unidas, por una parte ha logrado que fuera del marco serrano su nombre esté indisolublemente unido a la comarca serrana, mientras que en el interior siempre estará vinculado a Los Romeros, esa maravillosa aldea de Jabugo que comienza en las faldas de una montaña y se va a dormir al valle, rodeada de chopos, lavaderos y huertas.

Como decimos, allí estuvimos un grupo de amigos unidos por los lazos del patrimonio, hablando de nuestras cosas y, en estos difíciles tiempos, recitando poemas para seguir vivos, porque como diría nuestro poeta un tren que no pasa nunca descarrila cada noche. Finalmente, nos marchamos profundamente convencidos que el primer patrimonio, sin lugar a dudas, es el humano, el cual forma y conforma el medio natural y la cultura de los pueblos.

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