El patrimonio cultural y natural de Isla
En defensa del patrimonio cultural
El municipio sigue conservando la vocación marinera siendo el primer puerto de Andalucía en pescado fresco l La flota isleña conserva labores ancestrales como el alcatraz, palangre o trasmallo
EL primer poblamiento de Isla Cristina hay que ponerlo en relación con las compañías de catalanes y valencianos que pescaban y salaban las sardinas y el atún en sus chozas a pie de playa, los cuales solían marcharse en Navidad para su tierra, no volviendo hasta agosto. Claro que poco a poco algunos se quedaron permanentemente teniendo la necesidad de abastecerse de agua dulce, para lo que construyeron un pozo junto a una higuera, lo que dio lugar al nombre de la Real Isla de la Higuerita. No será hasta 1834 cuando se apellide el municipio como Isla Cristina como agradecimiento a la reina regente por su intervención en una epidemia de cólera.
Con el transcurrir del tiempo se ha ido forjando un patrimonio que es obra de los isleños, pero también de las condiciones del medio natural que proporciona magníficas playas de arena blanca y marismas de las que se extrae la sal. Tampoco es desdeñable la riqueza forestal, destacando los pinares y una vía verde litoral donde se pueden observar las diferentes variedades de aves, como los espectaculares flamencos. La molienda antigua de los cereales ha propiciado que queden ejemplos de molinos mareales, restaurados y visitables, como el que se encuentra cerca del núcleo urbano. Destacar también el palomar de la Huerta Noble, en La Redondela, construido en el siglo XVIII con capacidad para 36.000 palomas.
Hoy este municipio, de más de veinte mil almas, sigue conservando la vocación marinera siendo el primer puerto de Andalucía en pescado fresco; de él salen todos los días sus pescadores a faenar para traer las excelentes variedades de pescados que al final acabarán en las mesas. Su importante flota hace que la pesca sea su principal industria destacando las labores artesanales como el alcatraz, palangre, trasmallo y maniqueo. Es un auténtico espectáculo la subasta del pescado en la lonja, donde a la plasticidad del acto y su sabor tradicional se añade la modernidad de las nuevas tecnologías.
Unida a ella se encuentra la industria conservera que realiza con gran sabiduría el salazón de pescado y su conserva y la labor ancestral de los carpinteros de ribera que construyen barcos en madera, habiéndose extendido tanto su fama que ellos han sido unos de los encargados de vertebrar el Galeón para la participación de Andalucía en la exposición universal de China.
El paseo por las calles de Isla Cristina es toda una gozada, pues el ambiente salobre lo inunda todo, proporcionándonos a cada paso señas de identidad de su contrato marinero. Es muy recomendable acalmar el paso en el paseo de las Flores o el de Las Palmeras, donde encontraremos casas singulares como la Gildita o la de Blas Infante, el padre de la patria andaluza, que fue notario en estos pagos y donde escribió parte de su producción literaria. La arquitectura religiosa también nos ofrece su variada oferta, destacando la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, la parroquia de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder o la capilla de Nuestra Señora de los Ángeles.
Finalmente, no nos podemos ir de Isla Cristina con el estómago vacío, pues sus recursos, principalmente pesqueros, son inagotables; a ello se le suma la maestría de sus cocinas para elaborar espléndidos platos que hacen las delicias de isleños y foráneos. Recomendamos degustar en bares y restaurantes los tollos con tomate, la raya al pimentón, el atún en todas sus formas y las salazones de sardinas prensadas. Antes de que el viajero se marche, como herencia levantina y catalana, podemos adquirir en las panaderías sus famosos dulces típicos de almendras, las cocas.
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