Nicolás Sánchez: "Sentí que ese lugar de Ayamonte pedía traer de vuelta los atunes de Sorolla"

Entrevista

Del lienzo al muro: Alfalfa transforma en Ayamonte los atunes de Sorolla en mural vivo

Los atunes de Sorolla 'regresan' a Ayamonte de la mano del reconocido muralista internacional Nicolás Alfalfa

El muralista Nicolás Sánchez.
El muralista Nicolás Sánchez. / Jordi Landero
Jordi Landero

22 de junio 2025 - 05:00

Ayamonte/Nacido en Venezuela, con raíces uruguayas y alma nómada, el artista Nicolás Sánchez - artísticamente Nicolás Alfalfa- está convirtiendo estos días el muro de los antiguos astilleros de Ayamonte en su nuevo estudio a cielo abierto. Allí da vida a 'El regreso de los atunes de Sorolla', un mural de 40 metros donde el agua, la memoria industrial y el mito se funden en un lenguaje visual propio. Una propuesta que dialoga con la historia y que expande el universo simbólico que ya dejó huella en el año 2018 con 'La Guardiana del Guadiana'.

Pregunta.- Has comenzado estos días un nuevo mural en Ayamonte vinculado a Joaquín Sorolla. ¿Qué nos puedes contar de esta obra?

Respuesta.- Estoy trabajando en un mural que se llama 'El regreso de los atunes de Sorolla', en la calle Muelle de Portugal, justo al borde del río. Es una visión personal, contemporánea y un poco fantástica de 'La pesca del atún', que Sorolla pintó en Ayamonte en 1919. Me gusta imaginar que esos atunes alguna vez se fueron… y ahora regresan transformados en seres mitológicos. Vuelven con manos, con gestos humanos, con historias que siguen evolucionando.

P.- ¿Cómo surgió la idea de hacer este homenaje desde el arte urbano?

R.- Fue muy natural. Estaba visitando a mi madre, que vive aquí desde hace años, y caminando por la ciudad me encontré con ese muro blanco frente a una plaza, de espaldas a los astilleros. Me hechizó. Era como si el espacio me hablara, me pidiera algo. Ahí nació el sueño. Sentí que ese lugar pedía traer de vuelta los atunes de Sorolla, pero con mi propio lenguaje.

Nicolás Sánchez en Ayamonte.
Nicolás Sánchez en Ayamonte. / Jordi Landero

P.- ¿Qué dimensiones tiene el mural y cuánto tiempo estimas que te llevará completarlo?

R.- Es un muro de unos 2,25 metros de alto por 40 metros de largo. Ya llevo unas dos semanas trabajando en él, trazando el boceto, que es casi como tatuar sobre la piel del muro. Si todo va bien, en unos días más estará terminado. Estoy cuidando cada trazo con mucho mimo.

P.- ¿Qué técnica estás empleando en esta obra?

R.- Trabajo con línea negra sobre fondo blanco, una especie de emulación de grabado antiguo. Es un estilo que he ido puliendo durante años, hasta hacerlo casi inconfundible. En este mural he querido sumar el color del sur y los característicos tonos que veo en Ayamonte: ocres, azules, rosados. Quiero que el trazo respire con la luz y la emoción del lugar.

P.- ¿Es el mismo estilo que aplicaste en enigmática 'Guardiana del Guadiana'?

R.- Sí, en esencia sí. 'La Guardiana' también está hecha con ese trazo limpio y evocador, como si fuese un grabado mural. Está escondida en una antigua fábrica conservera, un sitio recóndito al que solo se puede acceder durante la bajamar o en barco. La pinté en 2018 como un gesto íntimo hacia mi madre, recién llegada a vivir a Ayamonte. Años después, alguien la descubrió por casualidad desde un bote… y todo se transformó.

P.- ¿Quién es la enigmática mujer que retrataste como 'La Guardiana del Guadiana'?

R.- Es un personaje real: Ana Hurtado de Mendoza, más conocida como la princesa de Éboli. Siempre me interesaron los personajes de la Corte española, con todo su dramatismo. Son figuras demenciales, nefastas y surrealistas… pero a la vez profundamente magnéticas. Y ese parche en el ojo, para mí, es puro símbolo: lo piratesco, el mar, la navegación, el misterio. Y todo eso se conecta con Ayamonte y con el Guadiana.

El muralista Nicolás Sánchez.
El muralista Nicolás Sánchez. / Jordi Landero

P.- ¿Cómo descubriste ese lugar tan oculto donde pintaste 'La Guardiana'?

R.- La primera vez que vine a Ayamonte fue en 2015. Recién había empezado a viajar por el mundo con mi arte y, como hago en cada ciudad que visito, salí a caminar buscando muros. Y me encontré con esta vieja conservera abandonada. Me atrapó al instante. Ese mismo año hice una pequeña intervención, ya muy deteriorada. Pero en 2018 volví y pinté 'La Guardiana' en ese rincón que parece fuera del tiempo.

P.- Ese mural oculto generó muchas preguntas cuando fue descubierto…

R.- Sí, y eso me encanta. Un vecino lo vio por una rendija mientras pasaba junto a la nave, le hizo una fotografía, y empezó a investigar hasta dar conmigo. Es bonito cuando el arte despierta misterio, cuando no se da todo masticado. Que haya que buscar, preguntarse quién es esa mujer, por qué está allí, qué protege. Todo eso le da vida propia a la obra.

P.- Regresando al mural actual, ¿cómo se relaciona con 'La Guardiana'?

R.- Es una evolución natural. 'La Guardiana' era una figura anfibia, entre lo humano y lo marino. Y estos atunes también lo son. Tienen manos, miradas, gestos. Son parte del mismo universo fantástico. Me gusta pensar que en otra vida fui pez o 'sireno'. Mi obra es eso: una mitología personal en diálogo con el territorio, con lo histórico, con lo íntimo.

P.- Has recorrido el mundo con tus murales. ¿Qué lugar ocupa Ayamonte en tu mapa vital?

R.- Un lugar muy profundo. No solo porque aquí vive mi madre, sino porque es una ciudad que me dice "bienvenido". Tiene una energía tranquila, viva, comunitaria. Aquí no solo pinto: me reencuentro. Y este nuevo mural, justo al lado del río, en medio de las obras de recuperación del frente fluvial, también es una forma de decir que Ayamonte mira al río… y yo con ella.

P.- ¿Qué te gustaría que sintiera el espectador al ver este nuevo mural?

R.- Que se haga preguntas. Que vea esos atunes y se cuestione de qué se trata. No quiero dar la respuesta. Prefiero que quien lo mire participe, complete la escena. El arte, para mí, no está terminado hasta que alguien lo mira.

P.- ¿Cómo se forma un artista como tú, que mezcla técnica, historia y fantasía?

R.- Desde niño me formé en el taller de vitrales de mi familia, donde aprendí el oficio manual. Luego estudié Artes Plásticas en Caracas, y Bellas Artes en Montevideo. Pero sobre todo me formé en la calle, experimentando. Desde 2008 me centré en el arte urbano, empecé con intervenciones pequeñas y después fui creciendo en escala. Hoy mis murales están en Buenos Aires, Berlín, Nueva York, Polonia, Croacia, India… pero cada lugar deja algo. Y Ayamonte, sin duda, me deja muchísimo.

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