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Un monumento de "antigüedad inesperada" con elaborada decoración

  • Es uno de los sepulcros con imágenes en sus paredes mejor conservado de Europa. Es el único megalito que asocia representaciones armadas con pinturas

La galería principal vista desde el interior.

La galería principal vista desde el interior. / Jordi Landero (Huelva)

El trabajo que sobre el Dolmen de Soto han realizado los expertos de las seis universidades que han participado en el proyecto trata de ofrecer, sobre todo, una puesta al día de la información arqueológica y la decoración de los soportes mediante el análisis de los pigmentos y el estudio de los grabados.

Para la catedrática Bueno-Ramírez, la cronología de los megalitos es un tema “candente” en la investigación, y en el volumen editado se aportan “evidencias novedosas” en dos direcciones. Por una parte sobre la “antigüedad inesperada” del dolmen y su pervivencia de uso en momentos protohistóricos e históricos; y por otra la presentación de la “elaborada decoración pintada y grabada del recinto” que hace del monumento “uno de los sepulcros con imágenes en sus paredes mejor conservados de Europa”.

Si hasta el momento sólo teníamos una fecha, la mitad del tercer milenio, con la que siempre se ha relacionado la construcción del monumento, los resultados de las excavaciones que se recogen en el volumen confirman que el dolmen se edificó en las primeras centurias del cuarto milenio y, “lo que es más interesante, que su construcción fue solo una parte de los eventos que se desarrollaron a lo largo de milenios sobre el sitio”. “Antes que el dolmen hubo, al menos, un círculo de piedras que se desmanteló para transformar un centro ceremonial a cielo abierto en una estructura cerrada” señala la catedrática. El descubrimiento iguala su antigüedad con los más viejos megalitos europeos.

Imagen de la galería principal desde el exterior. Imagen de la galería principal desde el exterior.

Imagen de la galería principal desde el exterior. / Jordi Landero (Huelva)

El conjunto está recubierto por un montículo de 60 metros de diámetro, rodeado a su vez por una serie de piedras formando un círculo de 65 metros de diámetro. Su interior contiene una galería de 21,50 metros con inicio estrecho, que progresivamente se va ensanchando hasta llegar a unos tres metros de anchura y altura en su extremo más profundo.

El corredor está compuesto por 63 piedras en vertical, dispuestas en dos hileras que discurren en paralelo, rematadas al fondo por una gran losa frontal. Éstas hacen de soporte para otras 30 grandes piedras que recubren la parte superior. Todos los elementos pétreos están grabados, tallados o pintados, según el estudio.

Como otros megalitos europeos, el Dolmen de Soto de Trigueros se construyó a partir de estructuras previas, prosigue Bueno-Ramírez, quien añade que una gran estela de unos seis metros de altura fue la clave a partir de la cual se remontó una galería que conjuntó piedras procedentes de estructuras anteriores diversas: un gran círculo y, quizás, alineamientos y otros dólmenes -al estilo de Stonehenge-. Quien construyó el dolmen desmontó el círculo anterior y transportó las piedras al interior del túmulo. Y “aunque desconocemos los motivos, lo más plausible es que fuera el centro de una gran necrópolis”.

“Sabemos la posible medida de la gran estela porque hemos la hemos remontado virtualmente con otro fragmento identificado entre los soportes de la galería” detalla la catedrática de la Universidad de Alcalá, quien explica que las piedras mayores “conforman el espacio de la cámara, al fondo, ámbito que se respetó como lugar principal del sepulcro durante casi 2.000 años. El resto se regrabaron y repintaron en más de una ocasión, dibujando personajes armados que se datan en el tercer milenio”. De esta forma, Soto es el único megalito conocido en Europa que asocia representaciones armadas con pinturas, aspecto este último, el de los pigmentos, que hasta el momento no se había estudiado.

A lo largo de su uso, estos personajes “debieron adoptar significados individualizados”, siendo el caso más claro el de una estela regrabada sobre uno de los soportes del dolmen, donde el personaje se representa con una espada de lengua de carpa a la altura del cinturón, un tipo de arma bien conocida en el depósito de la ría de Huelva -hoy expuesto en el Museo Provincial de Huelva-, que se data en el Bronce Final -3.000 años antes de Cristo- y del ámbito de Tartessos, lo cual supone que es el primer caso de estela armada de dicha época en un dolmen. “Una de las cronologías datadas con carbono 14 de uso de la zona externa del monumento constata la presencia de ritos funerarios en el lugar en ese momento, confirmando el valor de este descubrimiento”. Todo ello supone que los ocupantes posteriores del complejo querían “integrarse en el monumento de los antiguos ancestros para reforzar su prestigio”, apunta Bueno-Ramírez.

También gracias a las pruebas de carbono 14 la construcción del dolmen se ha datado en el cuarto milenio antes de Cristo, estando decorados los soportes que conforman sus paredes y siendo los más notables los del corredor. Todos disponen de una decoración inicial con grabados y pintura roja que procede del primer círculo, o de otras posibles estructuras del entorno, que sin embargo al ser construido el dolmen fueron regrabados por la población neolítica para comenzar a representar personajes armados “constituyendo una exhibición única de armas dibujadas”.

Los investigadores también hallaron restos humanos, mientras que Obermaier describió ocho cuerpos con sus correspondientes ajuares, que entregó al dueño de la finca, que a su vez los transportó al Reino Unido, donde su rastro se pierde. “Una pena” según la catedrática “porque nunca se han podido analizar”.Ancestros -grandes piedras- y guerreros -soportes armados e individualizados-, reúnen en este conjunto la historia funeraria de “uno de los mayores monumentos megalíticos europeos desde, al menos, el quinto milenio, hasta el segundo antes de nuestra era.

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