Manuel Tapia Grande: Ingeniero Topógrafo Grande por su apellido, grande por su profesión y grande por su vida
Gente de aquí y de allá
Se trata de un reconocimiento que le hacemos su esposa, su hijo y yo a una buena persona y buen profesional y, a buen seguro, si yo pudiese contactar con otros compañeros suyos con los que trabajó en el Instituto Geográfico Nacional, del cual era funcionario, todos se unirían porque era muy querido

Fuimos compañeros de profesión y ejercimos la Topografía juntos durante más de 40 años. Por méritos propios le quise escribir un artículo sobre sus vivencias, pero él no quería, por su timidez y porque no le gustaba destacar. Para mí, fue mi maestro, era todo un lujo trabajar con él, me enseñó todo lo que sé. Él sabía mucho, pero no quería que se le reconociese su valía. Ahora que no está con nosotros sí que me gustaría destacar sus méritos, para lo cual he contado con el consentimiento de su familia.
Se trata de un reconocimiento que le hacemos su esposa, su hijo y yo a una buena persona y buen profesional y, a buen seguro, si yo pudiese contactar con otros compañeros suyos con los que trabajó en el Instituto Geográfico Nacional, del cual era funcionario, todos se unirían porque era muy querido.
Estudiamos en la misma y única Escuela de Topografía que había en España y de la que salíamos muy bien preparados. Allí el profesorado era reconocido como lo mejor del país: don Francisco Vázquez Maure, don Fernando Borrego, el célebre catedrático señor Torroja, don Fernando Martín Asín y otros muchos.
El otro día, oyendo la radio, decían que si quieres que te llenen de elogios, primero te tienes que morir. Y me da coraje que en este caso sea así, porque yo acostumbro a escribir siempre de personas que están con nosotros y, generalmente, las lleno de elogios, siempre merecidos. Algunos amigos incluso me dicen que si yo no tengo ningún amigo malo, que si todos son buenos. Y es porque, además de que escribo de gente buena, generalmente están vivos. Y así quería que hubiese sido con el bueno de Manolo, pero no pudo ser y ahora estoy escribiendo sobre él, que ya se fue.
Nació en Madrid el 31 de enero de 1944 y allí fue al colegio desde pequeño y estudió la carrera de Ingeniería Técnica Topográfica. Nada más terminar se vino a trabajar a “Rio Gulf”, que luego pasó a llamarse Refinería de Petróleos de La Rábida. Y fue entonces cuando conoció a Manoli Dionisio, una chica muy guapa y se hicieron novios. Pero a todo esto, él se presentó a las oposiciones en Madrid del Instituto Geográfico y las ganó y, como no, eligió su plaza en Huelva porque aquí tenía ya a su novia. Al poco se compraron un piso en la Vía Paisajística y se casaron. En la delegación de Huelva estaba de jefe el extraordinario topógrafo y matemático Carlos de Coss y Järlhing y fue en esa época cuando yo los conocí a ambos y a Manolo me ofrecí para trabajar juntos ejerciendo la profesión libre. Desde entonces formamos equipo y nos compramos los aparatos adecuados para tener ya todas las tardes ocupadas.
Trabajábamos mucho, él por las mañanas en el Instituto y yo en el Ayuntamiento de Punta Umbría, pero las tardes nos íbamos lo mismo a Higuera de la Sierra que a Lepe, Matalascañas, Bollullos del Condado o Berrocal. Íbamos con mucho calor o con fuertes lluvias, ninguna inclemencia del tiempo nos paraba. Lo mismo trabajábamos para los ayuntamientos que para particulares que tenían problemas con sus vecinos y con los linderos y al final acabábamos en los juzgados resolviendo el litigio.
Participamos en muchas obras públicas de nuestra provincia como carreteras o puentes. Recuerdo con especial cariño el puente sobre el río Caliente, la presa sobre el río Corumbel, el levantamiento arqueológico de la ciudad protohistórica de Tejada la Vieja junto al gran arqueólogo Jesús Fernández Jurado, o el levantamiento de la ciudad islámica de Saltes. Lo pasábamos muy bien porque eran trabajos muy bonitos y nuestros ayudantes eran jóvenes y simpáticos que estaban estudiando entonces el bachiller y con los cuales hoy seguimos teniendo mucha amistad. Varios de ellos son hoy notables abogados, otro es ingeniero de Caminos, otros son economistas, otros ingenieros de Minas, algunos son agrícolas, en definitiva, que nuestro trabajo era muy divertido y lo pasamos muy bien con nuestros ayudantes, que además ganaban unas “perrillas”.
La mujer de Manolo estaba deseando tener un hijo y este tardaba en llegar hasta que por fin, un día, llegó y eso fue una gran fiesta. No tardó en hacerse mayor y también nos lo llevábamos al campo a trabajar, al igual que mis hijos, que también nos ayudaban.
Mi querido amigo Manolo murió y yo estaba muy lejos, en Burgos, con asuntos familiares y no pude acompañarlo en su último trayecto. Me llamó su sobrina por teléfono y me dio la noticia, aunque esperada pero muy dura porque llevaba demasiado tiempo ya sufriendo. Fueron varias enfermedades las que le atacaron y con todas ellas pudo, pues él era muy fuerte, hasta que llegó la definitiva.
Era ya mucho tiempo sufriendo él y todos los que le acompañaban, hasta que nos dijo adiós silenciosamente. Fue una pena su marcha, pues lo queríamos mucho sus compañeros que lo acompañamos durante mucho tiempo. Manolo hoy, sin duda, está en el cielo ayudando a Dios a hacer planos y mapas del paraíso.
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