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Los diez grandes de San Pedro

  • La parte alta de la parroquia de San Pedro Apóstol cuenta con una decena de lienzos que teniendo un valor artístico dudoso sin embargo encierran historia · Diego Guzmán y Pavón se ocupó de conservarlos

Los diez grandes lienzos que adornan la parte alta de las paredes de la parroquia de San Pedro Apóstol de Cartaya, aunque de dudoso valor artístico, sí es cierto encierran una historia interesante susceptible de ser reseñada.

Y eso es precisamente lo que hizo hace ya varios años el catedrático de Historia cartayero José Román Delgado, a través de un trabajo que ahora también aparece publicado en el libro editado hace unos meses y que bajo el nombre 'Cartaya, La Villa y el Tiempo', fue presentado en sociedad como un compendio de artículos de carácter histórico que varios de los miembros de la asociación cultural 'Carteia' de esta misma localidad han ido realizando sobre diversos aspectos históricos de la Villa de Cartaya a lo largo del tiempo.

De esta forma, y según el artículo de Román Delgado, la presencia de dichos lienzos en la iglesia de Cartaya puede ser atribuida a un hecho que podría ser calificado como casual.

En definitiva, se trata de una colección de cuadros de tema franciscano, depósito del Museo Provincial de Bellas Artes de Sevilla, que vinieron a parar a Cartaya a raíz del expolio que la parroquia de San Pedro Apóstol de esta localidad sufrió en julio de 1936.

Dicho templo fue saqueado y destruidos sus retablos, imágenes y enseres, mientras que la estructura, de entre 1575 y 1615, sobre otra anterior, no sufrió daños de consideración. Las obras de restauración del mismo, realizadas a iniciativa del párroco don Diego Guzmán y Pavón, dieron comienzo nada más terminada la Guerra Civil y duraron 4 años. El interior del templo quedó totalmente renovado. Como curiosidad, destacar que las obras costaron algo más de 300.000 de las antiguas pesetas.

No obstante, y una vez equipado el interior del templo, sus paredes quedaron bastante desnudas, por lo que dicho párroco solicitó del Museo de Sevilla la cesión en depósito de algunos cuadros mediante una carta en la que literalmente decía "…me convienen unos cuadros para adorno de las partes altas, varios, varios, que sean grandecitos, entre otras porque caballo grande, ande o no ande!".

Dicho museo sevillano respondió a la petición del párroco enviando a Cartaya diez lienzos de su almacén cuya acta de cesión fue firmada en diciembre de 1945. Los cuadros estaban en pésimas condiciones de conservación por lo que el párroco respondió al museo con otra carta en la que éste escribía literalmente: "Saben Vds. lo que me dieron, realmente unos pedazos de sacos medio pintarraqueados; aquello ni era nada, ni valía nada, ni servía para nada".

A pesar de este hecho, el párroco cartayero buscó, según él mismo relata, a un "habilísimo aficionado", el cual reenteló, repintó y restauró las pinturas, dejándolas prácticamente como las podemos ver actualmente, y según sus propias palabras, conformando "…una grandiosa colección de cuadros…".

En definitiva, y según también explicó en su día don Diego Guzmán y Pavón con sus propias palabras, "son diez cuadros, de tamaño grande, 2 metros por 1,70 aproximadamente, menos uno, la visita de la Santa Isabel, reina portuguesa, al sepulcro de Santiago, de autor desconocido, que ocupa el frente del Sagrario y que mide 2 metros por 2,5. Hay otro que se atribuye a Pacheco; la Virgen con San Juan. Los restantes son escenas de la vida de San Francisco de Asís, del gran pintor franciscano Juan Ruiz Soriano. Nació en Higuera de la Sierra en 1701 y murió en 1764. Pintó unos treinta cuadros para la Orden Franciscana en Sevilla y de estos son ciertamente los ocho que hemos conseguido traer para enriquecer esta iglesia".

Los cuadros han sufrido posteriormente algunos tratamientos de restauración, motivo por el que actualmente no tienen las mismas medidas que las descritas anteriormente. En general, las escenas representadas son las usuales de la iconografía franciscana, aunque también es cierto que presentan algunas originalidades.

Por otra parte, y según también se refleja en el artículo de Román Delgado, los lienzos, probablemente, tampoco pertenezcan a los autores descritos en su día por el párroco cartayero don Diego Guzmán y Pavón.

En cuanto a los temas tratados en los lienzos, todos muestran en general un fiel seguimiento de los sistemas de representación usados a lo largo de todo el barroco. En este sentido detalles como Jesús con manto rojo, los fondos paisajísticos, o los arquitectónicos, son algunos de los más repetidos desde el siglo XVII. A ello se unen las maneras de Murillo en el tratamiento de las figuras de todos los cuadros, así como las composiciones en sí mismas, poco originales y basadas en su mayoría en grabados y cuadros conocidos y abundantemente repetidos en la pintura sevillana de la época.

Todo ello nos lleva a la conclusión, según explica Román Delgado, que se trata de cuadros procedentes de distintas series y manos, lo cual no es raro teniendo en cuenta que el Museo de Sevilla conserva inventarios en que se reseñan varias series de cuadros de la vida de San Francisco, procedentes en su mayoría de conventos de Sevilla capital y Marchena. Por ello es bastante difícil establecer autorías, y las atribuidas por don Diego Guzmán, algunas pueden ser ciertas y otras no.

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