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Un gigantesco reactor natural opera en la Faja Pirítica de Huelva

  • El libro 'Río Tinto... Viaje a Marte' recorre la historia de este cauce a través del calcolítico, tartessos, fenicios, romanos, árabes e ingleses hasta llegar a su peculiar parecido con el Planeta Rojo

Allá por el año 1999 las localidades que conforman el entorno del río Tinto vivieron un ajetreo tan inusitado como hollywoodiense. El entonces máximo responsable de la NASA, Daniel Goldin, aterrizó literalmente en las aguas rojas y ocres del cauce de Puente Gadea atraído por las investigaciones del equipo de científicos que dirigía el catedrático de Microbiología de la Universidad Autónoma de Madrid, Ricardo Amils, y por el astrofísico y director del Centro de Astrobiología Juan Pérez Mercader. Traía consigo a la flor y nata de la Agencia Espacial Norteamericana y un largo elenco de premios Nobel.

Se gestaba nada más y nada menos que la exploración del planeta Marte. Con el prototipo de robot marciano incluido, el snorkel. Y allí, en el Tinto, estaban las claves de lo que podía ser la vida más allá de los confines de lo conocido en forma de una comunidad de extremófilos que ha logrado durante millones de años crear un ecosistema de vida al filo de lo imposible.

Por qué no pudo tener éxito esta variedad de bacterias en Marte si ha logrado sobrevivir en un ambiente tan hostil como supone navegar con un 2,2 de ph y altísimas concentraciones de hierro.

Ahora, veinte años después de empezar las pesquisas en el cauce, un libro desvela por primera vez para el gran público las claves de lo que puede ser la vida extraterrestre.

La obra 'Río Tinto... Viaje a Marte', escrita por los protagonistas de esta gesta, Ricardo Amils y prologada por Juan Pérez Mercader, con fotografías espectaculares de Julio Segura y bajo la dirección editorial del periodista Rafael Moreno, acaba de ver la luz con una sentencia tan rotunda como llamativa: "El río Tinto puede seguir escondiendo el santo grial de la ciencia al calor de un gigantesco reactor natural que opera en el subsuelo de la Faja Pirítica de Huelva. Un ecosistema único, basado en el ciclo del hierro, que habría podido tener éxito en Marte".

Por sus páginas pululan no solo millones de años de vida y ciencia al más alto nivel. Se trata de una publicación que rememora la singladura de este misterioso río de ríos cuando la búsqueda de sus fuentes más allá de las columnas de Hércules permitió la localización de una zona minera de gran riqueza, una de las más antiguas de la humanidad, y el desarrollo de prácticas metalúrgicas admiradas y envidiadas por las distintas civilizaciones del Mare Nostrum.

Páginas de historia que retrotraen al imperio romano, que extrajeron oro y plata del gossan. A los árabes, que recolectaron el azije para sus alquimistas y protegieron sus aguas como nadie. A su Graciosa Majestad la Reina de Inglaterra, cuando se forjó bajo su tutela la leyenda de la mina más grande jamás contada.

Una explotación que aceleró la revolución industrial hasta el punto de hacerla irreversible. Unas aguas que se fundieron en 1888 con la sangre de los primeros mártires ecologistas del Año de los Tiros y que de haber sobrevivido estarían ocupando un lugar destacado en el laureado documental 'Una verdad incómoda', de Al Gore.

Pero cuando el río parecía dar sus últimos extertores renace debido a su enorme y sin igual interés científico. Se ha lavado su buen nombre al demostrarse su origen natural debido fundamentalmente a la actividad frenética de microorganismos que obtienen su energía oxidando los minerales de la Faja Pirítica. Estos microorganismos son capaces de extraer metales por lo que están llamados a ser, o lo son ya, los mineros del futuro.

Según el doctor Ricardo Amils, el descubrimiento en Marte de minerales que en la Faja Pirítica se deben a la actividad microbiológica ha hermanado Río Tinto con el planeta rojo.

El libro que han impulsado desde la Dirección General de Educación Ambiental de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, la Fundación Cajasol y la Fundación Río Tinto abona la evidencia de que un ecosistema basado en el ciclo del hierro habría podido tener éxito en Marte.

De momento, los astrobiólogos del Centro de Astrobiología y la NASA buscan en el Tinto biofirmas para interpretar lo que desde los mineros calcolíticos permanece en el desconocimiento.

Atrás quedan los tiempos en los que Felipe II mandó al lugar a un cura para que le contara las excelencias de la zona y si se podía exprimir la tierra para pagar sus costosas campañas militares que sostuvieran con orgullo el imperio de "Nunca se pone el sol".

Pero aquel hombre de Dios no se atrevió a desvelar por escrito al monarca los secretos de la alquimia. Don Diego Delgado, que así se llamaba, prefirió el verbo a la escritura para sortear a la Santa Inquisición y contar al rey que el secreto mejor guardado, los trucos de perseguidos alquimistas europeos, tenían su explicación en las aguas raras del Tinto: la oxidación y reducción de los metales, base del método de recuperación del cobre.

La NASA ha otorgado al Tinto prioridad absoluta y le ha concedido el rango de pieza clave en la carrera espacial. Hace 3.500 millones de años había agua líquida en Marte así como una gran abundancia de hierro. Justo como en el Tinto actual. Si existió vida allí es muy posible que fuera como la que hay hoy en sus aguas.

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