El día del Señor en Cumbres Mayores
CUANDO era pequeño observaba con admiración cómo el Andévalo engalanaba sus calles con juncia y colocaba sus altares para el día del Corpus, a la vez que mi madre me repetía aquella lapidaria frase "Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión". Posteriormente, y ya en la Sierra, mis paisanos jabugueños transmitían de boca en boca un dicho que provocaba en mi un gran impacto: "Eres más grande que el día el Señor en Cumbres". Finalmente, en las reuniones de las Jornadas de Patrimonio un amigo cumbreño, Antonio Fernández, me habló de aquella coplilla "Si quieres casarte conmigo/ ha de ser a condición/ que me lleves a Cumbres Altas/ a las Fiestas del Señor".
Sin duda estas frases retratan muy bien el significado de esta fiesta para las localidades onubenses, pero especialmente para algunas, como Cumbres Mayores, donde han convertido el hecho religioso en patrimonio identitario. En este municipio el arraigo y devoción al Corpus ha impedido su desaparición al superar las barreras políticas que en su día pretendieron eliminarlo del calendario festivo.
La tradición del Corpus arranca de la Baja Edad Media, es la fiesta dedicada al Cuerpo y la Sangre de Jesús, representada por medio del pan y el vino, cuya celebración se produce 60 días después del Domingo de Resurrección, pero siempre coincidiendo con el jueves. Sus orígenes hay que buscarlos en la Bélgica de 1246, donde Juliana de Mont Cornillón tuvo una visión de la luna llena con una mancha negra. Una vez comunicado el hecho al obispo de Lieja procedió a establecer una fiesta al Santísimo Sacramento al interpretarse la mancha como la carencia de ella. Posteriormente, el Papa Urbano IV publicó una bula institucionalizando la festividad del Corpus.
En muchas poblaciones andaluzas los actuales Corpus están muy deslucidos, habiendo sido despojados del boato que tenían durante la dictadura franquista. Sin embargo, en Cumbres Mayores no ha perdido un ápice de ese ritual mágico que interconecta el lenguaje religioso con el mundo pagano, es decir con las capeas de toros y con el folclore, no olvidemos de la importancia de las danzas en la celebración. La salida de la procesión del Santísimo Sacramento por la población es algo espectacular, previamente los altares han sido sabiamente decorados, los balcones engalanados con corchas y las calles alfombradas de flores y yerbas aromáticas.
Desde tiempo inmemorial se traía desde su ermita al pueblo la Virgen de la Esperanza para asistir a los cultos del Corpus, así se constata en un libro de cuentas de la propia hermandad de La Esperanza, de 1749, donde también se habla de las danzas bailadas a la Virgen por su propio grupo. Durante los tres días de fiesta, la víspera, el día del Corpus y el Domingo de Octava, salían también otras imágenes como las de San Sebastián, Virgen del Amparo, Virgen de Gracia o Santa Marina. En medio quedaban dos días donde eran organizadas corridas y capeas con ganado que traían del campo los hombres a caballo.
El investigador Andrés Oyola relata que Cumbres Mayores cuenta con fiestas de toros al menos desde la Baja Edad Media, incluso cita las barreras para la lidia que la cofradía del Amparo levantaba en su propia ermita en el siglo XVII. Aunque inicialmente los astados se lidiaban en la plaza de Portugal, las capeas se debieron trasladar en algún momento a la actual plaza de toros, quizá por el intento de la Iglesia de separar con una tapia lo sagrado de lo pagano. Los festejos durante el siglo XVIII eran amplios, echándose toros en fiestas tan significativas como la Virgen de la Esperanza, Corpus, Virgen de Agosto o fiesta del Amparo. Sin embargo, todas estas capeas van decayendo hasta llegar al siglo XX donde sólo se mantiene la celebración taurina del Corpus.
Pero si las capeas del Corpus se siguen celebrando es por la tenacidad tanto del Ayuntamiento de Cumbres como de sus vecinos, pues se han debido de sortear múltiples dificultades como las prohibiciones de procedencia eclesiástica o real de los siglos XVI al XVIII o los reglamentos taurinos que comenzaron a aprobarse desde finales del siglo XIX. Las capeas se celebran en torno a la calle de La Portá y Corredera que desembocan en la plaza cuadrangular de toros haciendo frontera con el castillo medieval de Sancho IV.
Actualmente, el Corpus Christi cumbreño se compone de cinco días, constituyendo una cita única cargada de autenticidad y simbolismo para toda la comarca serrana y sur de Badajoz, donde al componente religioso hay que sumar la brillantez de las danzas y las hermosas capeas que hacen las delicias de mozos y mozas. La ceremonia religiosa celebrada en la Iglesia y cantada por la Coral Polifónica Miguel Durán es el preludio de la procesión de la Virgen de la Esperanza a la que acompañan la Virgen del Amparo y la de Gracia.
El Santísimo Sacramento bajo palio es escoltado por filas de mujeres ataviadas con mantillas y niños vestido de comunión, todo ello rodeado por los dos grupos de danzantes, los de la Virgen de la Esperanza y los del Santísimo Sacramento; mientras los primeros bailan de espaldas a la patrona, la Virgen de la Esperanza, los segundos lo hacen de cara a la custodia. Las castañuelas son repiqueteadas en el aire acompañando los movimientos cadenciales de los jóvenes que visten traje verde y rojo, los de La Esperanza, y burdeos y azul marino, los del Santísimo Sacramento. Cada grupo se alinea en dos filas, estando en el centro el guión y contraguión que marcan el paso del baile. Los pasos que se conservan son el bajo para la procesión y el alto con figuras de gran belleza.
En resumen, la férrea voluntad de los cumbreños ha posibilitado el mantenimiento de esta fiesta que hoy constituye uno de los principales signos de identidad de la comarca serrana y un foco de atracción para el turismo.
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