El Cerro de Andévalo revive su historia: La Romería de San Benito Abad llena de color las calles del pueblo

ROMERÍAS

Historia, tradición, sones y aroma a dulces típicos caseros. El corazón de El Cerro late de nuevo con su romería

"Viva San Benito, el patrón de El Cerro de Andévalo": así comienza la romería más antigua de Huelva

Jamugueras saliendo a las calles de El Cerro.
Jamugueras saliendo a las calles de El Cerro. / Josué Correa

La localidad andevaleña de El Cerro amanecía de otro color este sábado. Verdes, azules y rojos intensos contrastaban con el blanco de las casas, y con el marrón apagado de la Iglesia Parroquial Santa María de Gracia, o con los campos que rodean al núcleo del municipio. Los alegres mantoncillos y vestidos de lunares de las vecinas, madres, hijas, o amigas, tampoco pasaban desapercibidos. Una explosión de tonalidades que hizo que el cielo, encapotado durante toda la mañana y avisando de lluvia inminente, no robara ni un minuto de atención de los cerreños.

Rondando las 11:00, los aledaños de la Plaza de España ya estaban llenos de romeros. Contaban los minutos para reencontrarse con sus raíces, que cuidan desde hace más de cuatro siglos, y que guardan y miman con tanto orgullo. También había forasteros a cuyos oídos había llegado que, en un pequeño pueblo de la serranía onubense, se encontraba una de las joyas culturales mejores conservadas de Andalucía.

Jamugueras a las puertas de sus casas.
Jamugueras a las puertas de sus casas. / Josué Correa

Al espectáculo de los colores se sumaba el de los sonidos. El de las campanas repicando anunciaba que la romería de San Benito Abad estaba a punto de comenzar. La comitiva acompañaba al Prioste en su recogida del Estandarte, que lo recibía a las puertas de la misma Parroquia, testigo silencioso de aquella misma estampa durante décadas y décadas.

El cura-párroco del municipio, Sergio Bastida Romero, entonaba un enérgico Viva San Benito en torno a esa hora. Le seguían al primero otros tantos vivas y el último era del mismo Prioste, que ya aguardaba entre sus manos el Estandarte de la Hermandad y se disponía a avanzar con él, recorriendo cada rincón del corazón del municipio.

Jamugueras en sus casas.
Jamugueras en sus casas. / Josué Correa

Paralelamente y en el interior de cada casa, las mujeres del pueblo cerraban los últimos enganches del tradicional traje y se retocaban el maquillaje. Llevaban desde bien temprano y en familia preparándose. Abuelos, abuelas, sobrinos y tías colaboraban en la minuciosa tarea, colgando sobre sus cuellos los reliquiarios dorados y plateados, que en pocos minutos verían de nuevo la luz del sol.

Un olor particular brotaba de las mismas viviendas. Recién hechos y artesanales, la repostería típica del momento ocupaba el centro de las mesas del salón de los hogares. Dulces de membrillo, vino de pasas, rosas de flor de miel y pestiños para el desayuno, un manjar obligatorio para todo aquel que estaba invitado a entrar.

Comitiva recogiendo a las Jamugueras.
Comitiva recogiendo a las Jamugueras. / Josué Correa

Los romeros con sus guitarras se agolpaban a las puertas de cada casa, a la espera de la salida de las Jamugueras. Una vez en la calle, la expectación se centraba en la subida de las mujeres a las bestias. Impulsando desde una silla de madera ayudaban a todas ellas a subir a su sillín, en el que se acomodaban y harían el camino. Otra tanda de vivas -por su Patrón San Benito, mayordomos y por los montes- ponía el cierre al momento, uno de los más simbólicos del sábado de romería.

Comitiva avanzando por el pueblo.
Comitiva avanzando por el pueblo. / Josué Correa

Tocaba emprender el camino hacia la ermita de San Benito entre despedidas, aguardiente, cantes a las puertas de las casas, música y una contagiosa alegría. Una fila con decenas de personas avanzaba ya hacia la salida del pueblo, presidida por el Estandarte de la Hermandad. Pasando por los Montes de San Benito y con llegada prevista alrededor de las 21:15, los cerreños revivían su gran fiesta, regalando un momento inolvidable a todos aquellos que la veían de cerca por primera vez.

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