Provincia

El calor expande la procesionaria

  • El cálido invierno acelera el ciclo biológico de la oruga del pino Municipios como Cartaya, Hinojos o Nerva han alzado la voz de alarma en los últimos meses por los daños para la población

La Thaumetopoea pitycampa, más conocida como la procesionaria, vuelve a causar estragos en la población onubense que reside en el campo, así como en el último cordón urbano frente a bosques dominados por coníferas en las que tiene su hábitat este lepidóptero.

Con cerca de 100.000 hectáreas de pinos piñonero dibujando el paisaje de la provincia de Huelva son fáciles de imaginar las dificultades que entraña minimizar el impacto de unas orugas que producen 500.000 pelos urticantes que liberan al aire. A la enorme extensión de terreno que dificulta el control de cualquier plaga se suma este año un invierno atípico que parece acrecentar la presencia de estas larvas que generan para los humanos más que molestas reacciones en la piel.

El biólogo y portavoz de SEO Bird Life en Doñana, Carlos Dávila, explica que este año se ha producido "una explosión poblacional", como consecuencia de unas "condiciones climatológicas muy favorables que han propiciado un adelantamiento de su ciclo biológico". La procesionaria pasa por cinco estados larvarios que están marcados en el tiempo por la temperatura ambiente. Si a la ecuación se le añade un invierno atípicamente cálido, caracterizado por la ausencia de fuertes heladas nocturnas y tardes en las que el mercurio rara vez baja de los quince grados centígrados, poco más queda por explicar.

Este año el primer municipio en dar la voz de alarma fue Cartaya. La concejala de Medio Ambiente, Isabel Orta, se reunió con la delegada del ramo de la Junta, Rocío Jiménez, para pedirle una actuación excepcional "no ya sólo para la conservación en buen estado de las 11.000 hectáreas de pinar de la localidad, sino también para la salud ciudadana, puesto que la presencia de estas orugas en el monte público está generando problemas de alergias entre sus usuarios". El Ayuntamiento solicitaba "un tratamiento terrestre localizado en el perímetro de todas las urbanizaciones y áreas recreativas colindantes o integradas en la masa forestal". El objetivo no es otro que "completar la actuación municipal y aislar a la población", destacaron.

Sin embargo, la aplicación de tratamientos a estas alturas del calendario no tendría el efecto deseado, afirman los expertos. Lo ideal es llevar a cabo el control de la plaga, justo antes de que se produzca la metamorfosis que le brinda a la oruga los centenares de miles de pelos urticantes. Una vez en edad adulta el tratamiento es estéril, dado que aun cuando se logra la muerte del animal su pelo continúa impregnado en el ambiente.

En 2015 ya se produjo una importante plaga aunque muy localizada. Hinojos, un municipio que no alcanza los 4.000 habitantes, registró 256 consultas relacionadas con la oruga, mientras que las farmacias multiplicaron por ocho la venta de antihistamínicos, según datos del propio Ayuntamiento. Hinojos es otro de los más expuestos a la oruga dado que cuenta con más de 4.600 hectáreas de pinar. El alcalde, Miguel Ángel Curiel, explica que los tratamientos que desarrolla la Junta de Andalucía dentro de los planes integrales contra la plaga tuvieron lugar en el mes de diciembre. Por esta razón se sorprende de que algunas voces pidan hacerlo en otras fechas en las que no es efectivo.

Ahora ha sido en Nerva donde la oposición política ha dado la voz de alarma. El portavoz del PP, José Antonio Lozano, lamentó que se le reste importancia a la plaga de procesionaria que afecta a la barriada Pozo Bebé; a la par que califica de "mínimo y localizado" el tratamiento aplicado a los pinos del municipio.

Unas denuncias que desmienten desde el Ayuntamiento nervense. El alcalde, Domingo Domínguez (PSOE), recuerda que el municipio está adherido a los programas de lucha integrada que desarrolla la Junta de Andalucía, lo que implica una actuación localizada que se extiende a todo el cinturón de las zonas urbanas como el Instituto de Enseñanza Secundaria o el barranco del Medio, entre otros.

El concejal de Medio Ambiente, José Antonio Ayala, explica que "el grado de afectación de la procesionaria está en el nivel dos de cinco, nada preocupante para la población". El edil, que además es técnico del ramo, descartó un tratamiento masivo que no sólo aniquila a la oruga, si no que hace lo propio con las abejas. "No podemos alarmar a la población, ni matar moscas a cañonazos utilizando el insecticida de forma poco responsable". Es más, añade, "aunque la aplicación desde el suelo es cara y compleja, por las dificultades que entraña llegar a zonas de difícil acceso, medioambientalmente es más idónea y sostenible". Por último, Ayala subraya que el propio Ministerio de Agricultura "desaconseja la fumigación aérea".

Aun cuando los ecologistas ven natural desarrollar una fumigación a las áreas de pinares más cercanas a los núcleos urbanos, desde SEO Bird Life se apuesta por priorizar la lucha biológica como método preventivo y sin taras para los humanos en la lucha contra estas desagradables larvas.

El portavoz de la organización en Doñana, Carlos Dávila, explica que junto a otros parásitos como dípteros e himenópteros, es posible primar a "los depredadores naturales de las orugas como las aves carbonero y el herrerillo, que se alimentan de ella". También "el chotacabras y la abubilla que tienen en su dieta los lepidópteros en algunos de sus diversos estados larvarios".

La solución, añade el biólogo, "es tan fácil como instalar en las copas de los árboles unas cajas nidos que favorecerán la llegada y residencia de estas aves en sus nuevos hogares". A cambio, ellas se encargarán de controlar y mantener a raya a las larvas de las que se alimentarán.

En el campo químico también existen alternativas a las pulverizaciones que tienen como principal hándicap que no llegan a todas las zonas de los árboles, lo que dificulta la penetración en los bolsones de larvas que cuelgan de los pinos. Desde hace años algunas empresas viene utilizando un método pionero basado en inyecciones que se aplican directamente al tronco, penetrando en el sistema vascular del árbol y distribuyendo el producto por todas las zonas, incluido las hojas donde encontrarán la muerte las orugas.

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