La ballena que apareció en El Terrón
Un escrito del siglo XVII narra el testimonio de unos marineros que descubrieron una bestia marina que medía 90 pies de largo y 30 de alto, y que en su boca cabía un hombre de pie
En el siglo XVII, el sacerdote utrerano Rodrigo Caro recogió testimonios de marineros que describieron "un monstruo marino en cuya boca cabía un hombre de pie" en Huelva, lo que ha sido investigado por el paleontólogo Fernando Muñiz, que concluye que podría haberse tratado de una enorme ballena.
Fernando Muñiz ha realizado concienzudos estudios sobre la presencia de distintas especies marinas en el litoral onubense y, tomando como base sus estudios y los escritos de Rodrigo Caro, entiende que fue una enorme ballena la que llegó a la costa, y pudo provocar el pánico entre los marinos de la época.
Caro no era uno más en la cultura de la época, ya que era historiador, abogado y sacerdote, y recogió los inquietantes hechos en el libro Antigüedades y principado de la Ilustrísima ciudad de Sevilla y chorographia de su convento jurídico, o antigua Chancilleria, publicado en 1634.
En ese libro, recoge que los marinos hablaban de "una bestia marina de 90 pies de largo y 30 de alto, en la boca abierta cabía un hombre en pie, y se le medían tres varas de un ojo a otro. Tenía descubierta naturaleza viril, cosa extraordinaria en los pescados. Dejola en mar en tierra de noche, y dio tales y tan desaguisados y extraños bramidos, que las personas que la oyeron juzgaban que era cosa del infierno".
Aparte del error de definir una ballena como un pescado, como apunta Muñiz, el libro señala cómo los habitantes de un antiguo convento del que hoy solo se conservan las ruinas "se espantaron de manera que acudieron a sus coros a pedir misericordia a Dios Nuestro Señor, atemorizados".
Rodrigo Caro, tomando como base el convento, ubicaba los hechos a la altura de El Terrón, en lo que hoy día es el recinto de la romería de Nuestra Señora de la Bella, que en aquella época sería casi una construcción a la orilla del río Piedras, y no estaría separado, como ahora, por centenares de metros hasta el agua.
Teniendo en cuenta las dimensiones que Rodrigo Caro cita en sus escritos, al doctor Muñiz no le cabe duda de que se trataba de una ballena, sobre todo por frases como "abierta cabía un hombre en pie, lo que puede hacer pensar que debe tratarse de una ballena barbada o sin dientes, pues sus bocas son más anchas y altas que las de un cachalote que tienen la mandíbula inferior muy estrecha".
"Sí es cierto que la presencia de un cachalote, como hay reflejadas en muchísimas ilustraciones antiguas, con su boca abierta mostrando los dientes, dan más aspecto de bestia o monstruo" que una ballena no dentada", además de que "otro dato que hace pensar que la bestia de Lepe sea un cachalote es la extraña forma a la que se alude, "pues estos presentan una enorme cabeza y frentes redondeadas y prominentes".
Sin embargo, un dato poco aclarador es que, en general, las ballenas vistas de frente y sobre todo los adultos, tienen más distancia entre los ojos que las tres varas (equivalente a un metro) referidas por Caro.
Tirando de su documentación, Muñiz recuerda que "las investigaciones que llevamos realizando en Lepe desde hace más de dos décadas han revelado la presencia de un notable material fósil de ballenas, que de haberse encontrado en la época de Rodrigo Caro, bien podrían haberse relacionado con restos de otras bestias marinas".
"Estos restos fósiles, con antigüedades entre 6 y 4 millones de años revelan la existencia o el tránsito de estos grandes mamíferos marinos en lo que era la costa lepera por entonces, y cuya geografía distaba mucho de la actual, e incluso en la carretera Lepe-La Redondela se encontró un cráneo de ballena no dentada, de enormes dimensiones, y cuyo cadáver quedó depositado, hace unos 4 millones de años en lo que fue el fondo marino, no en la costa, con unos 20 metros de profundidad", recuerda.
Hoy día, son igualmente ocasionales los varamientos de cadáveres de ballenas y delfines en estas costas, como el del ballenato ocurrido en el mes febrero en La Antilla.
En los años de Caro tal vez se habría relacionado "con el mismísimo hijo del maligno nacido de aquella bestia marina que llegó a la zona allá por 1630".
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