El asesino tardó menos de diez minutos en cometer el doble crimen

Testigos corroboran en el juzgado que se produjo una brutal pelea en la casa

La Guardia Civil custodia la vivienda escenario del doble crimen.
La Guardia Civil custodia la vivienda escenario del doble crimen.

Testigos auditivos del doble crimen de Almonte corroboraron ayer en el Juzgado de Instrucción 1 de La Palma del Condado que el presunto asesino (Francisco Javier Medina) no tardó más de ocho minutos en perpetrar los asesinatos que acabaron con la vida de Miguel Ángel Domínguez y su hija María. Dichos testigos son fundamentales por cuanto permiten reconstruir la noche de autos a la par que dan cobertura a las pruebas periciales que recogen la pelea que padre e hija libraron el 29 de abril de 2013 para intentar salvar sus vidas frente a su verdugo que se ensayó con sendas víctimas hasta infringirle más de cuarenta puñaladas.

Los testimonios no son otros que el de la familia que residía contigua al piso del avenida de los Reyes, donde se perpetraron los hechos. Sus cinco integrantes escucharon los forcejeos y la brutal pelea que se produjo en el hogar. En los informes policiales una de las hijas del matrimonio ejerce de notario al narrar en directo el suceso cuando mediante la aplicación de móvil Whatsapp traslada a su novio que está pasando miedo por la pelea que se está produciendo "al lado mío". Su pareja le pregunta ¿miedo? y ella le contesta "hay una niña gritando". "Tú donde estás", pregunta el novio; y ella responde "en mi casa, que susto están golpeando las paredes y hay una niña gritando".

Junto a la conversión a través del Whatsapp está el testigo directo del hijo menor, que ahonda en los detalles y ofreció una pista crucial para los investigadores al dar los cimientos con los que construir el perfil del asesino y establecer su origen almonteño, y otro pista crucial: el hecho de que ambos se conocían.

En su declaración frente a la UCO ya detalló que escuchó una fuerte discusión protagonizada por dos hombres "que hablaban español" y que por su tono, modulación y acento serían naturales del municipio condal. El joven también oyó ruidos e insultos por parte de Miguel Ángel, que le insta a largarse de allí al asesino. Tras la discusión se desencadena un forcejeo y una intensa pelea en la que se producen golpes, movimientos de muebles o sillas, "parecía que la casa se veía abajo" sentencia en su declaración, que también recoge el testimonio de una niña pidiendo clemencia: "no por favor, no. Después se hizo un silencio y oí los pasos de una persona moviéndose por la casa de un lado a otro como si estuviera limpiando", culmina el testigo.

Esta es la declaración recogida en el informe y que todo hace pensar que ha sido ratificada frente al juez, si bien al cierre de la edición este periódico aun no había tenido acceso al documento judicial.

El abogado de la defensa de Francisco Javier Medina, Juan Ángel Rivera, ya adelantó que su estrategia de defensa sería conocer las razones por las que la familia no alertó a la Policía, tras ser testigos auditivos de una agresión. Asimismo pretende demostrar que el joven no es capaz de identificar la voz del principal acusado.

Pero la principal prueba de cargo que pesa contra Medina continúa siendo las tres toallas (una de baño y dos de mano) que contenían los restos biológicos y, en consecuencia, los restos biológico del presunto asesino, que aun así se cuido de llevar guantes para no dejar huellas.

Un informe forense, contratado por la acusación particular, en el que a través de un meticuloso trabajo de análisis de interpretación de las más de 800 fotografías del piso reconstruyen el asesinato. De un lado ya se conocía que el autor de los asesinatos accedió desde el portal de la calle a las 21:58 blandiendo el arma con el que entró en la habitación y donde sorprendió a Miguel Ángel que salía del baño. La proyección de las manchas de sangre del pasillo revelan que allí se inició la brutal pelea y cómo el padre, ya herido, logró refugiarse junto a su hija en la habitación de matrimonio.

Mientras, el asesino siguió forcejeando la menor salió huyendo de la habitación y corrió a la cocina y de un cajón de un mueble extrae un cuchillo de 26 centímetros que utilizaría para tratar de defenderse. Los restos de sangre que deja en este mueble de la cocina revelan el relato de los hechos y un mareo o resbalón que se produce en el pasillo por donde pasa y deja sus huellas.

En un lugar indeterminado de la casa, (el informe no lo especifica) la menor y la víctima se reencuentran y en el dormitorio de ella la mano de María es golpeada contra el suelo soltando el arma blanca que extrajo de la cocina. En la cama el asesino se ensaña con el arma. Tras arrastrarse hacia el suelo, la menor pierde la vida. Solo en ese momento su verdugo tiene un fugaz momento de arrepentimiento y tapa a la niña con una manta.

Fuentes cercanas al caso han señalado que Francisco Javier Medina ya habría tenido una entrevista con el psiquiatra forense de la Audiencia Provincial de Huelva. Este primer encuentro tuvo lugar a primeros de junio y el único sospechoso por el doble crimen de Almonte fue trasladado desde el centro penitenciario a la sede judicial. Este análisis se estaría desarrollando a petición de la defensa, lo que para la familia de la víctima es un claro indicio de lo irrefutables que son las pruebas de cargo contra el joven almonteño, por lo que interpreta que su defensa busca nuevas vías para atenuar una inevitablemente pena de prisión.

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