Las últimas lluvias caídas en la provincia onubense dejan una imagen evocadora en la aldea del Rocío, con una marisma en la que el agua vuelve a recobrar su protagonismo tras un periodo de sequía. La tierra árida de meses atrás da ahora paso a una vegetación que vuelve a pintar de verde el entorno de un espacio único en el que la belleza natural se une a la intensa espiritualidad reinante en el lugar.

La marisma se muestra en toda su intensidad y el azul de sus aguas sirve de nuevo de espejo en el que reflejarse el Santuario de la Virgen del Rocío, el eje sobre el que gira todo en la aldea almonteña. El blanco del templo y de las casas que conforman el núcleo urbano aportan luminosidad a una estampa rociera inigualable. Poco a poco todo parece volver a su sitio tras el regreso de la Blanca Paloma a su santuario después de permanecer treinta y tres meses en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Almonte