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El fuerte oleaje agrieta los accesos al Club Marítimo de Matalascañas

  • El temporal abre una enorme zanja que facilita la entrada de las olas tierra adentro · Los socios piden el urgente traslado de la instalación · Las medidas preventivas salvan momentáneamente a los chiringuitos.

La naturaleza volvió a realizar en la costa oriental una nueva demostración de fuerza. El mar volvió a extender sus dominios y a amenazar el litoral de Matalascañas, que se veía reducido a su mínima expresión en la zona del Club Náutico, donde la lluvia y la fuerza de las olas rompieron sobre los médanos y acantilados, creando zanjas de hasta dos metros y dejando de herencia tras su paso enormes dentelladas en los pequeños montes de tierra arenosa.

Carlos Ruíz, trabajador del Club, apuntó que las intensas lluvias inundaron toda la explanada de la zona de atraque en seco en lo alto de la atalaya, "rompiendo el camino" que se utiliza para la bajada de las embarcaciones, tanto de recreo como de pesca. La lluvia y el golpeo de las olas provocaron enormes grietas en el suelo e incluso el trabajador cree que "los daños podrían ser más cuantiosos" si el temporal no remite en su intensidad o regresa acompañado de fuertes rachas de viento.

Por suerte, el Club proyecta su traslado de ubicación hacia la Marina Seca que se construye en el sector SGM3 del núcleo costero, entre el Parque Nacional y el Hotel El Coto. En efecto, algunos socios tachan de urgente esta actuación, dado que si el mar continúa su progresiva expansión muy posiblemente en un lustro acabará con el emplazamiento que actualmente ocupa el Club social.

Los daños materiales han sido menores en comparación con el temporal de la primavera pasada, que se saldó con destrozos en varios chiringuitos de la zona y enormes pérdidas de arena por la acción del mar.

En esta ocasión, las medidas preventivas se han demostrado enormemente productivas. A mediodía de ayer los propietarios del chiringuito las Tres Carabelas se afanaban por construir un dique de contención con sacos de arena para evitar las embestidas del oleaje. Su homónimo de La Cabaña, escarmentado del pasado año cuando el mar arrancó de cuajo la infraestructura hostelera, cuyo mobiliario apareció esparcido cerca del litoral del Parque de Doñana, reforzó la estructura y optó, tras concluir la temporada estival, por desmantelar la terraza y mantener únicamente la cocina. En esta ocasión no ha habido que lamentar daños personales, según fuentes de la Benemérita consultadas por este periódico.

La razón la encuentra el empresario Rafael Casado en el hecho de que la pasada primavera el temporal vino acompañado de fuertes rachas de viento que, concatenadas con la pleamar, formaron un cóctel explosivo del que en esta ocasión se han librado. Casado achaca al espigón Juan Carlos I el origen de la ferocidad de los temporales. "Desde que regento mi negocio de restauración recuerdo que, tras construirse el espigón, el agua no ha dejado de avanzar".

En Mazagón la radiografía no dista en demasía de la ofrecida en su costa vecina. Las olas rompían contra las escalinatas que dan acceso a la playa y la lengua de arena se veía reducida a la mínima expresión.

El hecho de que el municipio no cuente con chiringuitos fijos evitó que pudieran producirse daños en infraestructuras privadas, lo que ha propiciado que los destrozos sean mínimos.

El puente de la Inmaculada ha sido calificado por el sector hostelero como un "desastre".

Miguel Rodríguez, regente del conocido Restaurante Victoria, reconocía que la presencia de turistas y residente ha sido básicamente testimonial y las personas parecen haber optado por quedarse en casa.

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